Justificaciones unitarias
Escrito por Víctor Maldonado C. | X: @vjmc   
Lunes, 30 de Enero de 2012 15:00

altMe escribió ayer uno de mis más queridos alumnos para referirse al momento electoral de los precandidatos de la alternativa democrática. Noté sorna, porque dada su especial posición, es de los que miran con cautela y no logran desentrañar una lógica que les es ajena. Mi respuesta fue precisa: estás en una posición VIP para apreciar la dinámica de la democracia pluralista, donde los acuerdos se suscriben pero se debaten, y donde es perfectamente razonable el conflicto, siempre y cuando estos se resuelvan en el marco de las reglas acordadas. Un contraste inmenso con el otro lado, donde uno solo toma las decisiones, y los demás se ven obligados a cumplirlas, convéngales o no.

La respuesta de mi apreciado alumno quiso ser tremendista. “Me contenta que Ud. reconozca que vivimos en democracia”.  No, le dije. Soportamos un gobierno “no democrático, de corte militar, ideología comunista, y con una práctica que el prof. Juan Linz no dudaría en calificar de “sultanística”: “basados en el poder personal, con una lealtad al gobernante que es producto sobre todo de una mezcla de miedo y de recompensas a los colaboradores. El gobernante ejerce el poder sin restricciones, a su propia discreción. Las normas y pautas de una administración burocrática son constantemente subvertidas por las decisiones personales y arbitrarias del gobernante. El personal de tales gobernantes no está constituido por una organización con pautas de ascenso formalizadas, reclutado con criterios más o menos universales, sino en su mayoría por individuos elegidos directamente por el gobernante. A menudo son gentes que por sí mismas no gozan de prestigio o de estima en la sociedad y cuyo poder se deriva exclusivamente del gobernante. Entre ellos a menudo hay miembros de la familia del gobernante, amigos, compinches, socios de negocios e individuos directamente implicados en el uso de la violencia para sostener el régimen…”. ¡Tal cual!

Pero mi alumno no quedó demasiado satisfecho. Si vivimos ese régimen –me dijo- ¿cómo es posible que ocurran situaciones y sobrevivan instituciones como la Mesa de la Unidad? Pregúntale a Pinochet, respondí en el acto. Nadie duda del talante de su gobierno, y sin embargo tuvo que tolerar una alternativa que al final lo sacó del poder. O a los hermanos Castro, que no pueden eliminar completamente los focos de disidencia sin tener que pasar por un baño de sangre que provocaría la repulsa de la colectividad internacional. Mi querido amigo, todos los gobiernos “no democráticos” tienen que soportar algún vestigio de oposición. Y no hablemos de los ejemplos de la llamada “Primavera Árabe”. Al final le recomendé especialmente que se leyera algunos materiales del Prof. Linz y del prof. Adam Przeworski, tal vez dos de los más connotados intelectuales que se han dedicado al tema de la transición que ocurre desde las dictaduras a las democracias. Este último está claro en que, independientemente del cariz que tome el régimen -más blando o más duro- todos ellos tienen que revestirse de los ornamentos democráticos y jugar con la dicotomía “concesiones políticas – populismo económico” para retardar al máximo la conspiración y la rebeldía. Todos tienen que jugar ese juego con precisión de relojero, excepto los “petroestados” a quienes la abundancia de recursos les hace prescindir del resto para intentar gobernar solos. A éstos últimos aplica más la presión que la expectativa de eficiencia hace sobre la imposibilidad populista de lograr lo que por estos lares se conoce como “la máxima felicidad posible”. Queda claro que la otra opción, el uso de la violencia, es solamente el último recurso, el que todos los déspotas usan con mayor economía, excepción de los tiranos que también son psicópatas, como la repudiable dinastía nor-coreana o la descomposición que se observa en delirantes ancianos como Fidel Castro.

Enfrentar el régimen “no democrático” que preside Chávez exige unidad nacional. Que no solamente es el tránsito por todos los procesos excelentemente dirigidos por la MUD sino la constitución de un ánimo social que no deje espacios al escepticismo ni a la desesperanza. Y estos días, cuando los ánimos parecen desbordarse hacia la cantera de lo irracional, bien vale la pena recordar la flagrancia con que se ha enseñoreado la inutilidad en los últimos trece años, con su carga de violencia, impunidad, dispendio, corrupción y promesas defraudadas que hacen poco menos que inviable el futuro del país, ya a estas alturas endeudado y fuertemente desinstitucionalizado. Por alguna razón Chávez está jugándose el presente sin tener en consideración el futuro. Lo importante es saber hasta dónde nosotros estamos dispuestos a acompañarlo en su misión suicida.

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