La oveja verde de la familia
Escrito por Antonio Sánchez García | @sangarccs   
Viernes, 18 de Noviembre de 2011 06:29

altJosé Ignacio Planas y Roberto Enríquez están obligados por las circunstancias a retirar sus causas de los tribunales y dirimirlas en la camaradería



A mi entrañable amigo José Rodríguez Iturbe

No dudo en ver la mano peluda del régimen en estos tristes y lamentables avatares a los que la decadencia, la inopia y la miopía han arrastrado al otrora magnífico partido COPEI. Un partido con dos notables y cultos presidentes a su haber, con una pléyade de grandes parlamentarios, con expertos en todas las materias de políticas públicas, con grandes cancilleres y notables intelectuales. Un partido que llegó a tener la más brillante generación de recambio, hoy desperdigada y a la deriva, como una caravana arremolinada por una tempestad de arena.

Rafael Caldera y Eduardo Frei llegaron a ser los únicos dos grandes estadistas latinoamericanos capaces de medirse mano a mano con Konrad Adenauer, con De Gaspari y otros grandes democristianos del mundo. Respetados en las más altas instancias de la democracia cristiana internacional. Discípulos de Teilhard de Chardin, profundos conocedores de la doctrina vaticana y creadores de una nueva dimensión política mundial. Con razón moral e intelectual a la altura de competir con grandes pensadores y políticos de la socialdemocracia internacional. Un partido que tuvo en Eduardo Fernández y Oswaldo Álvarez Paz dos eventuales futuros presidentes de la República, proyecto existencial que sólo la aviesa voluntad del fundador pudo desbaratar.

Que ese gran partido termine sus días enredado en disputas de conventillo, arañándose por los restos de un absurdo e imaginario festín, como en una sórdida película de don Luis Buñuel, da prueba de la tenaz persistencia de la caída en los infiernos de nuestra otrora brillante clase política. Conozco, aprecio y admiro a los jefes de las dos fracciones enfrentadas, jóvenes políticos llenos de esperanzas y anhelos, pero todavía incapaces de comprender que la Patria está en peligro y requiere de nuestra mayor generosidad. No hay hoy por hoy ni una razón ideológica o política que legitime delegar en un árbitro tan sesgado como el TSJ el reencuentro de la familia socialcristiana. Es, por el contrario, el camino cierto para entregarse como el ratón Pérez a la voracidad del gato malvado de esta sórdida película que hoy sufrimos.

José Ignacio Planas y Roberto Enríquez están obligados por las circunstancias a retirar sus causas de los tribunales y dirimirlas en la camaradería de compañeros que luchan por una misma causa. Ambos saldrían victoriosos y admirados si deponen sus diferencias y se comprometen a reunirse en un acuerdo de alta política. Después del debate, un gesto de esta naturaleza sería otra inyección más de esperanza y optimismo para nuestra noble causa. Ninguna secretaría regional, ninguna presidencia ni concejalía están por encima de nuestra amada Venezuela. Dense un abrazo fraterno y avancen un paso más hacia el logro de la gran victoria. Únanse, que sólo la Unidad es el camino.

Si los pido con humildad. Se los pide Venezuela.


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