Un análisis del cambio en los ideales de formación humana y sus consecuencias sociales
Escrito por Douglas C. Ramírez Vera | @AccHumGremial   
Viernes, 28 de Noviembre de 2025 05:15

altLa palabra griega antigua que expresa un concepto cercano al de "cultura" en su sentido de formación o educación humanística es paideia.

A diferencia del término moderno "cultura", que tiene una etimología latina (de cultus, que significa "cultivar" o "cuidado del campo"), los antiguos griegos no tenían un único vocablo que abarcara todas las connotaciones del concepto actual de cultura (costumbres, tradiciones, artes, etc.).

La paideia se refería específicamente al proceso de educación y formación integral del individuo, con el objetivo de perfeccionar al hombre conforme al destino de su propia naturaleza, abarcando la literatura, la música, la filosofía y la gimnasia, y buscando la excelencia o areté —virtud o excelencia—. Era, en esencia, la "cultura del espíritu" o "educación humanística". La paideia griega representó el sistema formativo cuyo objetivo era la constitución del ciudadano ideal, denominado pepaideuménos.

Este concepto, que puede traducirse como "el hombre cultivado", designaba a un individuo que había alcanzado una excelencia integral, abarcando las dimensiones intelectuales, morales y físicas.

La figura del pepaideuménos encarnaba la areté en el cumplimiento de su función dentro de la polis. En contraste, el individuo moderno parece definirse por un giro hacia la subjetividad radical, priorizando la autopercepción, sobre una realidad compartida.

La transición de la posmodernidad que ha ido desde el ideal objetivo del pepaideuménos hacia el sujeto autorreferencial contemporáneo, conceptualizado aquí como una persona egocéntrica, conlleva riesgos significativos para la cohesión social y la sostenibilidad de las estructuras comunitarias.


1. El Ideal Clásico: El Pepaideuménos y la Fundamentación Objetiva de la Virtud

El pepaideuménos era el resultado de un proceso de formación orientado hacia la sabiduría práctica. Dicha sabiduría no consistía en la mera acumulación de conocimiento, sino en la integración de distintos tipos de saber. Aristóteles distinguía entre episteme (conocimiento científico y demostrativo), sophia (sabiduría teórica) y phronesis (sabiduría práctica o prudencia). Mientras la episteme proporcionaba el conocimiento de lo universal, la phronesis era la capacidad de deliberar y actuar correctamente en el ámbito particular de la vida humana.

La paideia buscaba, por tanto, la formación de un ciudadano cuya conducta estuviera guiada por la phronesis. La realidad del pepaideuménos estaba anclada en las polis (o sociedad política) y en un cosmos ordenado y cognoscible. Su valor se medía por su contribución a una comunidad y su adhesión a un ideal de excelencia que trascendía al individuo.

La cuestión aquí  del conocimiento y la cultura se planteaba, en términos aristotélicos, como el problema del conocimiento científico y la formación cultural, donde la paideia era el proceso que utilizaba la episteme para forjar un ciudadano capaz de aspirar a la vida buena, tanto en la vida contemplativa como en la vida práctica.


2. El Giro Moderno: La Primacía de la Autopercepción y el Surgimiento del egocéntrico moderno

El equivalente moderno del pepaideuménos no tiene una correlación directa con el pensamiento clásico, dado que su fundamento es radicalmente diferente. Frente a la realidad objetiva y compartida de la polis, el individuo contemporáneo se define por la centralidad de su conciencia subjetiva.

La palabra "egocéntrico" es un híbrido lingüístico formado por raíces de origen latino y griego. Su significado etimológico describe perfectamente la actitud de la persona que se considera el centro de todo. La palabra se compone de los siguientes elementos:

  • Ego - que proviene del pronombre personal latino de primera persona singular ego, que significa "yo". En filosofía y psicología, hace referencia a la conciencia del individuo, su identidad o su "yo".
  • La palabra céntrico: Proviene de la palabra griega kentron, que originalmente significaba "punzón" o "aguijón", y más tarde pasó a designar el "centro" de un círculo (formado al clavar un punzón y trazar un círculo alrededor).

Uniendo ambas raíces, se tiene el significado etimológico de "egocéntrico" que es literalmente, "el yo es el centro" o "que se considera a sí mismo el centro".

En el lenguaje actual, una persona egocéntrica es aquella que exalta su propia personalidad y tiene una preocupación desmedida por sus propios intereses y bienestar, hasta el punto de considerar que es el centro de atención general y que el mundo gira en torno a ella. Esta actitud le impide valorar o considerar adecuadamente los puntos de vista, necesidades o derechos de los demás

Este giro implica una transformación fundamental. El imperativo socrático del "conócete a ti mismo", que en la antigüedad era un método de acceso a verdades universales, se reinterpreta en la modernidad como un fin en sí mismo, donde el yo se erige en la fuente última de sentido.

La validez de una proposición o un principio ético depende, para el egocéntrico, de su coherencia con su sistema interno de creencias y percepciones, y no necesariamente de su correspondencia con una realidad externa o un consenso social.


3. Consecuencias de la Priorización de la Autopercepción: Riesgos de Desintegración Social

La primacía absoluta de la autopercepción, esto plantea problemas filosóficos y sociales considerables. En primer lugar, se observa una desconexión de la realidad objetiva. La episteme, como base del conocimiento verificable y del progreso científico, se ve socavada cuando la verdad se subjetiviza. Esto dificulta la respuesta colectiva a desafíos globales, como las crisis sanitarias o ambientales, que requieren un acuerdo sobre hechos objetivos. Paralelamente, el individuo, al habitar una realidad autorreferencial, pierde los mecanismos de contraste y validación que proporciona la comunidad, lo que puede derivar en distorsiones cognitivas y un aumento del aislamiento.

En segundo lugar, se produce una erosión de los fundamentos de la comunidad. La tesis aristotélica del hombre como zoon politikon (animal social) postula que la realización humana plena solo es posible en el seno de una comunidad. Una sociedad compuesta por egocéntricos enfrenta serias dificultades para generar consensos éticos, fomentar la empatía —que requiere trascender la propia perspectiva— y mantener la cooperación a gran escala, elemento esencial para la supervivencia y prosperidad colectivas.

El experimento "Universo 25" (https://qrcd.org/9SRV)  de John B. Calhoun ofrece una metáfora útil para analizar estos riesgos. En este estudio, una población de ratas, colocada en un entorno de abundancia material absoluta, experimentó un colapso social denominado "sumidero conductual", que condujo a su extinción.

La aparición de los "machos hermosos" (the beautiful ones), individuos que se retiraron de toda interacción social para dedicarse exclusivamente al autocuidado, es análoga a una dinámica social contemporánea. Este fenómeno sugiere que la abundancia material, unida a la pérdida de roles y propósitos sociales compartidos, puede conducir a la apatía y al retraimiento. De modo similar, una sociedad que enfatiza la autopercepción por encima de la participación cívica corre el riesgo de fomentar un individualismo que conduce a la atrofia de los vínculos sociales.

El colapso final de la colonia en "Universo 25" no fue causado por la escasez, sino por la incapacidad de mantener estructuras sociales funcionales, una advertencia sobre la posible consecuencia última de la desintegración del lazo social que se vive en la posmodernidad.


Conclusión

La comparación entre el pepaideuménos y el egocéntrico ilustra una transformación fundamental en la concepción de la formación humana. Mientras el ideal clásico se fundamentaba en una realidad objetiva y una virtud cívica, el sujeto moderno se define por la autorreferencialidad. Si bien el reconocimiento de la subjetividad constituye un logro de la modernidad, su absolutización puede presentar riesgos para la cohesión social.

El desafío actual reside en articular una síntesis que, sin renunciar a los avances del individualismo, permita reconstituir un sentido de realidad compartida y propósito común. La recuperación de conceptos como la phronesis —la sabiduría práctica para la vida en común— se revela como una necesidad para contrarrestar los efectos disolutivos de un subjetivismo extremo.

El futuro de las sociedades humanas puede depender de su capacidad para encontrar un equilibrio entre la autonomía del individuo y las exigencias de la vida comunitaria, evitando así los riesgos de desintegración que plantea la primacía exclusiva de la autopercepción.

[1] Profesor de Economía adscrito al Instituto de Investigaciones Sociales y Económicas de la ULA.

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