Zhara Bendahan, primera venezolana graduada en medicina en la UCV
Escrito por Aníbal Palacios B.   
Viernes, 20 de Septiembre de 2024 06:00

altZahra Bendaham Chocrón fue una audaz, paradigmática y legendaria mujer guatireña

que se atrevió a desafiar prejuicios religiosos, sociales, culturales y familiares en el primer tercio del pasado siglo para lograr no solo un propósito personal, sino además para agrandar caminos que muy rápidamente dignificaron a la mujer venezolana. Sin embargo Zahra Bendaham, la primera venezolana en graduarse de médico en la Universidad Central de Venezuela (UCV), es una ilustre desconocida en la comunidad del municipio Zamora del estado Miranda.

Zahra Bendaham nació en Guatire a las cinco de la mañana del 28 de agosto del año mil novecientos. Hija de Elisa Chocrón y Carlos Bendaham, vivían  en la calle Girardot a escasos metros de la plaza Zamora. El Guatire de entonces apenas rozaba los 1.600 habitantes. Se trataba de un apacible pueblo económicamente muy próspero por la alta producción de caña de azúcar y sus derivados, por lo que la actividad comercial también era dinámica. El padre de Zahra, judío sefardí nacido en Marruecos, era un aventajado comerciante que según Ángel Grisanti (1978) era dueño  «… de la casa de mercancías secas más importante de la ciudad».

Esa tranquilidad pueblerina en la que Zahra Bendaham vino al mundo se rompió bruscamente justo dos meses después de su nacimiento. José María Franquíz Jiménez (2006) describe el hecho así: “Un sacudimiento violento, acompañado de un ruido aterrador, hizo que todos abandonaran el lecho en que dormían…”  Era el 29 de octubre de 1900 y un devastador terremoto dejó al “pueblo en ruinas” como bien calificó el citado autor. Por su parte Ángel María Daló (2002) lo relató así: «La Angustia en los semblantes retratada; el espanto, el terror manifestándose en el temblor convulsivo de los miembros. El templo parroquial quedó convertido en ruinas, de la capilla de El Calvario sólo quedó la fachada; los daños materiales fueron cuantiosos; el número de muertos y heridos fue considerable». Veinticinco personas perdieron la vida, según el mismo autor. 

Y mientras Zahra crecía hubo que reconstruir el pueblo, proceso del cual fue testigo por cuanto tardó varios años y participó la comunidad entera, dirigida por el párroco José María Istúriz.

Para principios del siglo XX Guatire contaba con tres escuelas municipales;  una de varones, otra de niñas y una tercera nocturna a la que acudían los jóvenes trabajadores. Araira también contaba con una escuela municipal. Para quienes disponían de recursos económicos existía la opción de escuelas privadas y es la propia Zahra quien nos dice que estudió con las hermanas Hernández Suárez y con el bachiller Juan José Phermin. De acuerdo con el Código de Instrucción Pública de 1904), lo que hoy conocemos como Educación Primaria tenía dos niveles: Primer y Segundo Grado; el primer nivel equivalía al actual período de primero a cuarto grado, y era gratuito y obligatorio. El Segundo Grado correspondía al 5° y 6° de hoy; también era gratuito, pero no obligatorio. Luego de las rigurosas pruebas escritas, orales y prácticas ante un jurado examinador externo, Zahra obtuvo el Certificado de Suficiencia de Instrucción Primaria Superior. El correspondiente Certificado de Instrucción Secundaria lo adquiere en Caracas en 1923.

En septiembre de 1924 se inscribió en la Facultad de Medicina de la UCV; más tarde, en 1928, cuando cursaba cuarto año se enfermó de tuberculosis y por prescripción médica se trasladó a Los Teques. Ese año tuvo que presentar sus exámenes en septiembre porque para el mes de julio su estado de salud era crítico. La dolencia casi acaba con su existencia y compromete seriamente la continuidad de sus estudios, pero Zahra logra sobreponerse y con un esfuerzo sobrehumano culmina la carrera en 1930. Incluso preparó su tesis, pero un colapso físico y emocional le llevó a abandonar su sueño y no pudo presentar el riguroso Examen Integral Final que se exigía en la época, refugiándose nuevamente en Los Teques. Ese mismo año una joven rusa recién llegada a Venezuela, Lya Imberg, se inscribió en la Facultad de Medicina y se graduó seis años más tarde; no llegaron a conocerse.

Nueve años después de culminar sus estudios un gran amigo, Rafael Augusto Vegas (el mismo de las andanzas del Falke), logró vencer su desánimo. La propia Zahra describió el momento así. «Y cuánto me ayudó el empeño y la voz persuasiva del ex compañero y amigo de otrora al murmurar en mi oído en esos días de junio: “debes graduarte, no dejes que te quiten el puesto. Tú debes ser la primera venezolana en graduarse en Venezuela puesto que fuiste tú quien primero hizo aquí los seis años completos de medicina». Sonia Hecker (2006).

Y así fue. El 27 de julio de 1939 aprobó la tesis titulada «El diagnóstico de las apendicitis. Contribución al estudio de la variedad retrocecal». El Examen Integral lo presentó el 31 de julio y ese mismo día recibe el título de Doctora en Ciencias Médicas, que le honra, que enorgullece a la comunidad guatireña en particular y a la mujer venezolana en general.

Zahra Bendaham fue la Oradora de Orden en el acto de graduación por  deferencia de sus colegas graduandos, quienes reconocieron así el esfuerzo, sacrificio y constancia de esta mujer que supo enfrentar adversidades personales, académicas y sociales con mucha entereza. Su discurso (Hecker, 2006) fue una conmovedora, dura y sincera pieza autobiográfica que refleja lo difícil de su gesta: «En este instante solemne de mi vida en que por fin se me concede el alto honor de ceñir el birrete con la borla doctoral, no puedo evitar que solo florezca en mis labios una sonrisa dolorosa. En aquel Hospital Vargas y en esta Universidad… Mis seis años de estudiantado fueron seis años de calvario con todas sus estaciones, sin faltar una, debido a los tiempos que atravesábamos: incomprensión, preconceptos arcaicos, falta de costumbre de ver a las mujeres en las aulas, maledicencia, envidia, pequeños caciquismos en cada jerarquía, groserías innatas, de unos, persecuciones sistematizadas de los otros, pasiones políticas encontradas».

«Desde el bachillerato hice toda la carrera sola: única mujer existente en aquellos predios de varones, fui por la fuerza de las circunstancias poco compañera de la generalidad de mis compañeros; para ellos se anteponían por falta de costumbre, la mujer a la estudiante, no queriendo comprender o no comprendiendo cómo una mujer podía estudiar medicina sin ser un marimacho, sin perder su decoro, sin mengua de su honestidad»

«¿Qué más se necesita para no sonreír alegremente ni siquiera ante este triunfo? No que el orgullo se apodere de mi espíritu, ¡oh, no!, y lo considere como triunfo científico, mas sí como triunfo extraordinario sobre el medio, los prejuicios, la envidia, las circunstancias que me han rodeado, mi mal estado de salud y por ende la muerte, el tiempo que ha pasado desde la terminación de mis estudios».

«¡Cuántas veces lloré de sentimientos! ¡Cuántas al ser incomprendida! ¡Cuántas más pensé abandonar todo, costase lo que costase! Pero siempre unas vocecitas –las dos unidas, la del amor al estudio y la del amor propio- me susurraban al oído “¿qué, te dejarás vencer? No retrocedas ahora, no le des la razón a los que piensan que el cerebro de la mujer es de aserrín»”

El discurso de Zahra no está lleno de lamentos; se trata de un razonamiento existencial; todos allí conocían lo duro que fue su carrera universitaria, pero no las vicisitudes de su vida. Allí también hay espacio para la gratitud; así, refiere y enaltece a cada persona que le ayudó en ese duro proceso de sus estudios. Además en un gesto que hoy se conoce como sororidad, reconoció los méritos de las mujeres que la precedieron en sus estudios de medicina. «La primera mujer que intentó los estudios médicos en Venezuela fue la Doctora Virginia Pereira Álvarez, que posteriormente los llevó a  cabo en los Estados Unidos»… «La primera mujer que hizo los seis años completos de medicina en Venezuela fui yo; debo hacer costar que soy venezolana por el nacimiento (Guatire, Estado Miranda). Crecida y educada en Venezuela, experimento un gran amor por mi país y me considero tan venezolana como la que más»… «La Doctora Lya Imberg hizo sus estudios posteriormente, pero obtuvo su título en 1936 (es decir, antes de que yo hubiese obtenido mi título universitario). Bello triunfo el de esas dos colegas, el de la venezolana en el extranjero y el de la extranjera en Venezuela! A las dos dedico un recuerdo especial en este día: la una me precedió, la otra me siguió en las aulas».

Zahra se casó con Carlos Delgado Palacios y tuvo una hija, María Carlota Delgado Bendahan, nacida en enero de 1944.

Ángel Grisanti (1978), quien llegó a Guatire en 1917, rememora a Zahra en un artículo publicado muchos años después en El Universal: «...La mayor, Sara, decidió estudiar medicina en aquellos días de prejuicios sociales, de oscurantismo científico para la mujer, de trabas insalvables para las damas honestas, Mejor dicho, se consideraba una inmoralidad inconcebible que una muchacha honorable estudiase medicina. Los que tenían pleno derecho a recrearse escudriñando los encantos femeninos eran... los matasanos. Las mujeres carecían del derecho a curar a las de su propio sexo. Sara era la única estudiante de medicina por entonces, y los estudiantes le hicieron muchas malas jugadas. Pero la señorita Bendahan tenía mucho carácter, e impasible y resuelta coronó su carrera con notas excelentes...».

Sí, se requería un buen temperamento, un carácter imperturbable y un comportamiento numantino para llevar una vida como la de Zahra Bendaham; ¿tuvo momentos de flaqueza? Por supuesto, pero supo sobreponerse: «También la muerte me ha acechado muchas veces y ya casi había renunciado a adquirir el título universitario, contentándome con el que todos me reconocían y me daban por saber que yo había hecho los estudios reglamentarios completos. Hasta mi tesis, la bien documentada tesis preparada en los tiempos de entusiasmo, fue destruida por mí en momentos de intensa amargura». Fue un verdadero tormento, tal y como ella misma lo describió; En un país de principios del siglo XX diseñado para que triunfaran los hombres, Zahra enfrentó también los prejuicios sobre la idoneidad de la mujer para realizar tareas diferentes a las domésticas y trazó un camino por el que transitarían con comodidad cientos de miles de mujeres venezolanas.

Zahra Bendaham murió en Los Teques en 1946, víctima de la enfermedad que no pudo truncar sus sueños.

           

Referencias

Daló, Á. M. (2002). Terremoto del año 1900 en Guatire. Editorial Tere Tere.

Franquiz Jiménez, J. M. (2006). Un pueblo en ruinas. Guatire. Ediciones Tere Tere.

Grisanti, A. (1978). Rómulo Betancourt y su Patria Chica. Caracas. Ediciones del Ministerio de Agricultura y Cría.

Hecker, S. (2005). Por una puerta estrecha. Sara Bendahan. Caracas. Fundación Polar.

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