Anna Pávlova actuó primero en Guatire que en Caracas |
Escrito por Aníbal Palacios B. |
Martes, 20 de Agosto de 2024 00:00 |
Anna Pávlova llegó a Caracas el 10 de noviembre de 1917 proveniente de Buenos Aires para cumplir actuaciones en el Teatro Municipal de Caracas, contratada por la Sociedad de Cines y Espectáculos. De la comitiva que la recibió en La Guaira y la acompañó hasta el Gran Hotel Caracas formó parte el general Eduardo Mancera, un hombre ligado al mundo del entretenimiento, lo cual facilitó su acercamiento a la excelsa bailarina. Esa circunstancia, a juzgar por una crónica publicada en el diario El Universal del 16 de noviembre de 1917, concedió a Eduardo Manera la oportunidad de invitarla a su hacienda en Guatire y disfrutar las bondades del rio Pacairigua y los cañamelares guatireños. Para el cronista de El Universal fue cuestión de suerte: Mancera estaba en el lugar adecuado en el momento oportuno. La visita se pautó para cinco días más tarde, dado el apremio de las fechas de actuación comprometidas. El General se dirigió de inmediato a Guatire para organizar a la carrera un majestuoso recibimiento y un imponente sarao, porque el ambiente bucólico, sereno y encantador estaba allí, la naturaleza se había encargado de ello. Así, La Carbonera se preparó para recibir a la sublime Anna Pávlova, la mejor bailarina del mundo. Por aquel entonces el recorrido era de unas tres horas, por la vieja carretera salía de Mariches. En Guatire, el general Mancera había dado instrucciones para que la población entera se vistiera de gala y diera la bienvenida a la invitada rusa. Para la época la zona urbana del pueblo lo constituía un rectángulo de lo que son hoy las calles Miranda, 9 de diciembre, Ribas y Bermúdez; de las 4 Esquinas al Calvario. Trina Muñoz nos comentó que ese día fue el más hermoso que recordara haber visto en Guatire, ¡y mire que Trina fue una mujer longeva!; cuando me lo comentó tenía 89 años. La recepción comenzó en plena entrada al pueblo, en las 4 Esquinas, porque la calle Bermúdez llegaba hasta allí. El moderno Ford T-1917 descapotable transitaba lentamente en medio de aplausos. Cruzó hacia la calle Miranda y al detenerse, una lluvia de frescos pétalos de flores de colorido diverso engalanó el carruaje y la reina se paró para corresponder el jubiloso recibimiento con una cautivadora sonrisa y un tímido saludo con su mano. Al llegar al Calvario el automóvil dejó la empedrada vía para dirigirse a la calle Concepción; las flores, los aplausos y los vítores no se detenían; había gente de lado y lado y ya en Curazao, la comitiva de vehículos con la diva y sus acompañantes se dispuso a subir lentamente hacia los Altos de Vallenilla, cuya cima marcaba un nuevo cambio de rumbo hacia el este, para dirigirse a La Carbonera.
Los concurrentes La lista de invitados especiales era pequeña y selecta: Madame Anna Pávlova, por supuesto, Madmoiselle Stella Plaskowieska y Noemí Benedetti fueron las bellas damas que engalanaron al pueblo. Sus acompañantes, el anfitrión Eduardo Mancera, el doctor Ernesto Capriles, Vicente Arévalo, el poeta y Director del diario El Universal Andrés Mata, Miguel Herrera Mendoza, Eduardo Eraso, Ramón Veloz, el doctor Adriano Riera, Eduardo Brasch, J. M. Machado, el doctor Alejandro Chataing, Carlos Mancera, Manuel Madriz, Juan Rohl, Pedro J. Mancera y el doctor I. García Chirinos. Por otra parte, la lista oficial de invitados locales era más escueta; apenas Jesús María García Teyechea, dueño de la hacienda El Ingenio, la más importante de la época en esta población, y el general Antonio Gómez, Jefe Civil. La visita fue diurna, la princesa no durmió bajo el cobijo de la luna guatireña pero aprovechó para deleitarse con el paisaje, sus frutas, su conserva de cidra y su música. Montó a caballo, y en compañía de Stella Plaskowieska conoció al río Pacairigua, aunque no se bañó en sus aguas. El maestro Régulo Rico, en su carácter de Director de la Unión Filarmónica, se encargó de amenizar musicalmente la velada y recibió a la invitada con el Himno Nacional de la vieja Rusia, la deleitó con interpretaciones clásicas, los infaltables foxtrots y, además, la sorprendió con un set de joropos mirandinos que la bailarina no pudo pasar por alto y saltó a la pista de baile y he aquí que uno de los pueblerinos, Simón Bendaham, ya en el ruedo, acompañó a la danzarina quien muy pronto le tomó el paso a tan complicado y elegante ritmo. Simón, por cierto, era hijo de un prestigioso comerciante de la localidad y hermano de Zhara Bendaham, quien años después se convertiría, para orgullo de los guatireños, en la primera venezolana en obtener el título de médico en Venezuela.
Guatire, la Atenas de Barlovento Todos los miembros de la Orquesta Filarmónica asistieron al evento; ese día no se enfermó nadie. Vecinos de Guatire también eran para esa fecha personajes como el Dr. Ramón Alfonso Blanco, Antero Muñoz, el general Encarnación Arenas, Natividad Rojas, Elías y José Eustoquio Centeno, Gabriel Churión, Luis Betancourt (padre de Rómulo Betancourt); Manuel Hernández Suárez, Antonio García Guerra, el párroco Manuel Monteagudo y el historiador Ángel Grisanti, quienes seguramente también asistieron porque se trataba de un acto único e irrepetible. Por lo demás, era una recepción abierta por cuanto el General Mancera había invitado a todos los guatireños a recibir a la bailarina nacida en San Petersburgo y era de esperarse que luego, nobleza obliga, no les negaría la entrada a la hacienda; claro está sin participar en la mesa de gala, reservada para los invitados especiales. Es decir, hubo una recepción oficial y formal para la distinguida invitada, y otra simultánea para el resto de la población. El doctor Manuel Felipe Tirado era el médico del pueblo y atender agotamientos e intoxicaciones era una buena excusa para asistir al sarao. Rómulo Betancourt era un niño travieso incapaz de pasar por alto tan grande acontecimiento, y Vicente Emilio Sojo vivía en Caracas dedicado a sus estudios musicales y, dada su disciplinada personalidad, difícilmente iba a abstraerse de sus deberes para, en un día hábil, dedicarse al ocio. Estos ilustres ciudadanos eran muy respetados por el general Mancera, pero en la mesa no había espacio para tanta gente. El cronista Jesús María Sánchez confirma la presencia de Ángel Grisanti, recién llegado funcionario que ejercía el cargo de Agente de Resguardo de la Renta de Licores (se producía mucho aguardiente en la zona). Grisanti, calificado y laureado historiador, en una de sus crónicas afirmó que Guatire “… por su activismo comercial y su cultura, era a la vez el New York y la Atenas de Barlovento”, atinada descripción.
La reseña periodística El diario El Universal cubrió ampliamente la visita de Anna Pávlova a Guatire, dedicándole espacios de portada y páginas interiores, ilustradas con destacadas fotografías. El día 16 de noviembre, por ejemplo, tituló en primera plana: «UNA FIESTA CAMPESTRE – Almuerzo en “La Carbonera”; para seguidamente señalar: “Se ha dicho que los grandes artistas viven una vida ficticia, y es esta una verdad indiscutible. De un hotel a un tren, de un tren á un trasatlántico, de un teatro á otro, su vida queda fuera, á coté de la vida normal. Por eso Anna Pavlowa, admirando hace días el valle (de Caracas) que se divisa, verde y magnífico desde el acueducto, murmuró con deseo en el cual había la nota de desaliento de quien sabe que suspira por lo irrealizable: ¡Qué magnificencia de campo! ¡quién pudiera vivir, aunque fuera un día, fuera de la ciudad! Y el general Mancera, que es además de un perfecto gentleman, un rico gentleman farmer, preparó para la maravillosa artista, la maravillosa sorpresa. Ayer, a las siete, rompió la tranquilidad del tardío despertar caraqueño, en estas mañanas un poco frías, un poco neblinosas, en las que es dulce dormir, el estrépito de algunos cuarenta caballos en plena eficiencia de su poderoso motor. Y la moderna caravana que raptaba (como en un ballet) a la bella alígera bailarina, por todo un día, tomó el camino de Guatire. Un día de campo había deseado Anna Pavlowa y el general Mancera, quien tiene la llave de la fortuna, como Aladino, se lo brindaba”… “Sobre la mantelería de Flandes, brillaban el baccarat, la plata maciza y la gruesa, dorada porcelana inglesa. Y el menú y los antiquísimos vinos, y el champagne helado eran dignos de la reina de la fiesta… Hubo brindis entusiastas, se improvisaron versos y, por fin, como clou de la tarde, Anna Pavlowa bailó… en Guatire, en “La Carbonera” que bien se merecía ese homenaje. Y se fue el sol, y la comitiva alegre, después de tan alegre día, regresó por la carretera blanca, entre los verdes ya sombríos de caña y del café, y no faltó un bello crepúsculo para que Anna Pavlowa pudiera admirar todas las maravillosas fases de nuestro campo».
De San Petersburgo a Guatire Anna Pávlova se paseó por los más grandes escenarios de las capitales del mundo, desde el Teatro Mariinski en San Petersburgo, el Palace Theatre, el Royal Albert Hall y el Covent Garden de Londres, o el Metropolitan Opera House de Nueva York, Grand Opera de Paris. el Teatro Colón de Buenos Aires y… la humilde Carbonera. Londres, New York, Bruselas, Berlin, Praga, Copenhague, Vienna, Paris, Oslo, Ciudad de México, Estocolmo, Santiago de Chile, Rio de Janeiro, Buenos Aires y… Guatire. Rusa de nacimiento, el comienzo de la Primera Guerra Mundial la tomó desprevenida justamente en Berlín y logró huir a Londres. En el año de su visita a Venezuela la guerra comenzaba a inclinarse a favor de los aliados, pero en su país, Rusia, las cosas empeoraban, y Anna Pávlova distraía su mente ante el paisaje del rio Pacairigua; así, nada mejor que el paisaje rural, silvestre y bucólico de Guatire para disipar penas y atenuar nostalgias. Jesús María Sánchez, en una crónica sobre Pávlova cita el libro de Daniel Bendaham, Gerencierías, para informarnos que “…La Pavlova quedó tan impresionada con el zapateado del joropo, que decidió allí mismo tratar de aprenderlo. Como se imaginará el lector, numerosos caballeros se ofrecieron de inmediato. Pero ejerciendo su privilegio como huésped de honor, la artista decidió escoger pareja… Para asombro de todos, la escogencia recayó sobre un adolescente de trece o catorce años cuya manera de zapatear había gustado a la famosa invitada. Fue así como el hermano menor de mi padre, mi tío Simón Bendaham, bailó joropo con Anna Pávlova en aquella hacienda de Guatire, convirtiéndose en el único venezolano que tuvo el inefable honor de hacer pareja con esa legendaria figura del ballet”. Así, quiso el destino que Guatire disfrutara de una jornada memorable en el cual participó la comunidad entera como si de un día de la Santísima Cruz de mayo o una procesión del Nazareno se tratara. |
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