Otro milagro del Santo Cristo de la Grita
Escrito por Dr. Felipe Guerrero   
Jueves, 06 de Febrero de 2025 00:00

altAl recordar los días de nuestra lejana infancia, nos reencontramos con nuestra “nona Margarita” que como todos los vecinos de La Grita,

ante cualquier apuro y atolladero, con una profunda fe de carbonero solicitaba la intervención y la ayuda del “Cristo del rostro sereno”. Al solventarse la dificultad o al presentarse un hecho extraordinario, la “nona Margarita” proclamaba: “otro milagro del Santo Cristo de la Grita”.

En algún momento, una persona de poca fe le preguntó “¿Por qué Usted asegura que es un milagro?” La respuesta fue muy sencilla, pues la llevaba escondida en el fondo de su alma... “porque el Santo cristo hace  dulce hasta lo más amargo...”.

Con mi “nona Margarita” conocí al “Cristo del rostro sereno”. Su fe era un poema. Con ella aprendimos inicialmente a resolver las dificultades de la vida, a desarrollar el núcleo básico de nuestras convicciones, de nuestra ética, de nuestro modo de ser, aprendimos las modalidades originarias para relacionarnos con las otras personas y a interpretar los diversos elementos que constituyen el medio cultural y social al cual pertenecemos.

Y... con la “nona Margarita” diariamente visitábamos el Santuario del Santo Cristo de la Grita, construido dentro del Templo del Espíritu Santo por Monseñor Raúl Méndez Moncada.

El “Cristo del rostro sereno” es una de las reliquias más preciadas de la piedad cristiana de nuestro pueblo y al acercarnos a los pies de la cruz, más que ir a pedir era la visita para agradecer, porque sólo él puede dar vida permanente y eterna. Igual que la mujer samaritana que le pidió a Jesús del agua que nunca se agota, también miles de peregrinos le pedimos al mártir del Calvario el agua que calme nuestra sed en el peregrinaje por este desierto.

Los habitantes de este suelo nacen, viven, juegan, sufren, aman, trabajan y luchan acompañados del Santo cristo. Con esta sagrada imagen se puede recomponer la historia de esta comunidad y la historia de la patria grande.

La talla del “Cristo del rostro sereno” es el “símbolo del amor divino y de la injusticia humana, es el icono del supremo sacrificio por amor y del extremo egoísmo por necedad, instrumento de muerte y vía de resurrección, signo de la obediencia y emblema de la traición, patíbulo de la persecución y estandarte de la victoria”.

La serena imagen del Santo Cristo de la Grita, tallada en madera de cedro autóctono de estos parajes, que representa a Jesús Crucificado, data del año 1.610.

Esa imagen nos recuerda al Jesús, “el hombre crucificado”. Durante más de cuatrocientos años ha acompañado a todos las «Personas Crucificadas» del mundo, por eso todos, sin distinción tenemos la obligación de proteger y cuidar la imagen del “Cristo del rostro sereno”.

El Cristo Crucificado, que hoy miramos en la cruz, sigue siendo crucificado en el rostro de todos los seres humanos que sufren.

El Cristo Crucificado es el rostro de los pobres, de los enfermos, despreciados y humillados de nuestros días. Tenemos el obligante compromiso de cuidar esa imagen porque ella nos interpela. Hoy, la imagen del Santo Cristo de la Grita, necesita ser contemplada porque en ella se dibuja la vida de todos aquellos que sufren, porque ellos son la expresión del Cristo maltratado de este tiempo.

Este es un buen momento para cantar con el Salmista: Cuando dijiste “busquen mi rostro”, mi corazón te respondió: Es tu rostro, Señor, lo que yo busco, no me escondas tu cara. No escondas Tu rostro de mí; Tú has sido mi ayuda. No me abandones ni me desampares, Oh Dios de mi salvación» (Salmo 27, 8-9).

Como en ninguna otra hora, este es el momento de cuidar y proteger esa hermosa imagen.

Todos hemos oído la misma voz que oyó el salmista: “busquen mi rostro”.

Nuestra imagen de Dios la forjamos a partir del mundo que nos rodea, pues no tenemos otro punto de partida que nosotros mismos y el universo en el cual estamos inmersos. Dice el Libro de la Sabiduría que “Con la magnitud y belleza de las criaturas, se descubre por analogía al que les dio el ser” (Sabiduría 13,5). La misma idea la encontramos en la Carta del Apóstol de los Gentiles dirigida a los Romanos: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas” (Romanos 1,20).

La imagen representativa que tenemos de Cristo es la que nos evoca ese rostro ansiado de Dios. La talla del “Cristo del rostro sereno” no tiene un propietario en particular, esa reliquia le pertenece a la fe de un pueblo, de un pueblo humilde y sencillo que la cuida y la protege porque esa imagen es nuestra mayor riqueza. A los pies del mártir del calvario se abren horizontes de esperanza, él nos hace soñar y lo inimaginable lo realiza.

Es la hora de cuidar la imagen del Santo Cristo de la Grita, el momento de extremar las medidas para evitar cualquier deterioro de una talla que tiene más de

cuatrocientos años, es el instante de aplicar todos los criterios de integridad.

Sin movilizar la imagen del Santo Cristo de la Grita, con profundo respeto nos acercamos hasta su Santuario, construido dentro del Templo del Espíritu Santo por Monseñor Raúl Méndez Moncada.

Vamos a visitar la talla del “Cristo del rostro sereno” a su santuario natural. A sus pies con Gabriela Mistral oramos diciendo:

“Y sólo pido no pedirte nada... Estar aquí, junto a tu imagen muerta... Ir aprendiendo

que el dolor es sólo... La llave santa de tu santa puerta”.

Tenemos la certeza de que vamos a presenciar Otro milagro del Santo Cristo de la Grita.

 

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