Del mercado editorial y su futuro
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 14 de Octubre de 2024 00:00

altHuelga comentar la inexistencia de un mercado editorial en la Venezuela que alguna vez lo tuvo, con todas sus imperfecciones.

Ni siquiera las universidades lo tienen, como es demasiado obvio que deban tenerlo, y si no fuese por las redes digitales, incluida la piratería, o la generosidad del profesor que presta piezas indispensables de su biblioteca personal, el discipulado estaría completamente perdido.

Valga acotar, una cosa es contar con una firma editorial y, muy otra, que pueda autosustentarse – además -  más allá de las fronteras de la casa de estudios que la apoya y subsidia.  Meritorísima iniciativa,  este es el caso de la UCAB; una remotísima vez, ocurrió con la UCV, alguna con la USB y, es ahora,  cuando la Unimet reinicia sus más preciadas novedades electrónicas.

Ahora bien, días atrás, una surcoreana ganó el premio Nobel de Literatura para la absoluta sorpresa de una opinión pública internacional que calibró la lista de los favoritos con el seguimiento de los apostadores que emplean cualquier pretexto para propulsar un negocio y profesar una patología.  De 53 juveniles años, Han Kang puso en apuros no sólo a los ludópatas y académicos, sino al raudal de comentaristas que, acreditados o no, pueblan las redes.

Por supuesto, no la conocíamos e, inmediatamente, nuestra nocturnidad se hizo intensa pesquisa de una autora de la que, se aseguró, no tenía traducción alguna al español.  Sin embargo, un día después, amanecimos con el envío por móvil celular de dos títulos por un amigo, mientras que, otro, sumaba dos más, y, sin cumplir una semana del anuncio del jurado estocolmense, estocolmés u holmiense (Wikipedia dixit), la obra más conocida de la ya celebérrima autora circula abiertamente como audiolibro.

De los comentaristas en cuestión, unos, los más, improvisaron descaradamente, a la vez que, otros, fueron muy sinceros en sus emisiones. Hubo seriedad en quienes admitieron que jamás la habían leído y tenían preparados dos o tres videos alternativos en el caso de que uno de los favoritos o favoritísimos ganarán, o quienes leyeron el primer ejemplar que encontraron para recomendarla en menos de 24 horas del anuncio, juraron lucirse ante la audiencia.

Nos permitimos un par de digresiones, pues, por una parte, existen los enemigos también justificadísimos de estos programas frecuentemente youtubeanos, aunque -  particularmente - somos asiduos de dos portadores de voces lectoras muy experimentadas y maduras en sus recomendaciones. Y, por la otra, escuchamos la anécdota tiempo atrás, ya que la persona que le manifestó toda su admiración a uno de los comentaristas más versados, preguntó cómo hacía un espacio tan profundo y el sujeto le respondió que el secreto estaba en estudiar la obra a fondo;  decepcionada, la interrogadora dijo: “Así cualquiera”.

Finalmente, como seguramente acaeció en otros idiomas, no había pasado más de una hora cuando comenzó a circular en español la obra más conocida de Kang y, ni siquiera, la editorial que nos permitió conocer la precursora traducción que hizo, tendrá las inmediatas ganancias que honren su acertado descubrimiento para el lectorado hispanoamericano. Salvo opinión especializada en contrario, en términos convencionales, la industria editorial no parece tener ningún futuro, y con la ya universal Han Kang que tiene muchos años por delante, probablemente las multinacionales de las letras adoptarán las más celosas medidas para darle un vuelco e inéditas perspectivas al libro.

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