Injusticias y defensas |
Escrito por Alirio Pérez Lo Presti | TW: @perezlopresti |
Martes, 25 de Abril de 2023 00:00 |
“A lo loco se vive mejor”, decían los adultos mayores en mi infancia. En parte porque es verdadero que cierto grado de locura es necesario para sobrellevar la existencia y en parte porque funcionaba como una expresión irónica. La percepción de injusticia difícilmente la sabremos manejar cuando inicialmente aparece porque estamos diseñados para que sea de esa manera. De la rabia (emoción) se puede pasar al odio (sentimiento) y nos puede llegar a consumir de la peor forma. Sabio es quien no abriga odio en su interior porque al odiar nos martirizamos. El odio es una condena para quien lo padece. Termina siendo una suerte de prisión para el que lo sufre. Defensas radicales Existen maneras de defendernos psicológicamente frente a las más disímiles adversidades. Una de estas maneras que nuestra mente usa para poder hacerle frente a las fatalidades es la locura. Destornillándonos podemos atravesar la ola gigantesca que nos aplasta y es de las experiencias vitales más traumáticas, pero también potencialmente sanadoras. He vivido de la mano con los desvaríos mentales desde que tengo memoria y de los mismos se puede quedar hundido en el foso del sinsentido o emerger como una persona que ha vuelto a nacer. He visto muy de cerca las dos caras de la moneda de lo que señalo y ha condicionado mi manera de ver y entender la existencia. Defensas veniales Sin llegar al desvarío, tenemos capacidades que nos permiten sobrellevar una pena o una situación tormentosa. La negación de la realidad, solo para mencionar un ejemplo, es un recurso del cual se vale nuestro mundo interior para no sucumbir ante lo que puede ser trágico y minimizarnos para siempre. La mente se vale de múltiples artilugios para engañar las realidades adversas y sin que dejemos de ser capaces de conmovernos por las vivencias de nuestros pares, la idea es poder salir fortalecido ante cada encuentro con el lado oscuro de la vida. De esas y otras formas de ver cuánto no circunda también me he rodeado desde que tengo memoria. Todo eso ha moldeado mi capacidad perceptiva, mi relación con las experiencias sensibles y por supuesto, mi carácter. No podría ser de otra forma y aspiro en lo profundo de mi ser que pueda ser útil para otras personas. Quien se levanta y sigue adelante Todos vamos acumulando heridas. Están las que duelen por siempre y aprendemos a lidiar con su malestar y están las que nos recuerdan las vivencias pasadas y los aprendizajes adquiridos. Quien se levanta y sigue su camino es porque ha logrado mantener su brújula dirigida hacia un norte, independientemente de las experiencias alcanzadas. La capacidad de seguir el curso existencial hacia adelante es la representación de la grandeza humana y materializa la posibilidad de sortear los infortunios, que conforme va pasando el tiempo, siguen apareciendo como si se tratase de la hidra monstruosa y sus múltiples cabezas. De cómo el ser humano logra lidiar con las múltiples representaciones del mal y lograr salir de pie es de lo que está hecha la historia de la civilización en su lado resplandeciente. Valores y temores Sería muy ingenuo creer que hay personas capaces de seguir adelante sin que los invada el miedo. Precisamente el valor no es la ausencia de temores sino de cómo somos capaces de seguir adelante a pesar de estar cundidos de inseguridades y desconfianzas. Todos estos elementos, lejos de representar debilidades, nos humanizan cuando nos damos cuenta de lo que hemos logrado transitar a pesar de nuestras limitaciones. De eso va la grandeza, en no dejarse empequeñecer por los resultados en contra. Se es valiente en la medida que nos arriesgamos por tratar de materializar nuestros sueños. Sin el miedo, la persona valiente no tendría el mérito que posee. El camino y sus bifurcaciones La experiencia vital, única e irrepetible, se puede simbolizar a través de la idea de viaje. Así se ha hecho y se suele seguir haciendo. En ese viaje, apegados al camino, tarde o temprano nos vamos a tener que enfrentar a las bifurcaciones del sendero. Cuando eso ocurre, nos vemos forzados a tener que decidir y en muchas ocasiones, no sabremos si la decisión de haber optado por un u otro camino es la correcta. La posibilidad de ver la vida en retrospectiva tal vez nos lleve a pensar en dos cosas que pueden ser concluyentes: La primera, que tal vez no estemos decidiendo cuál camino es el que nos conviene porque nuestros juicios y prejuicios tienden a condicionar nuestras decisiones. La segunda, que es la más difícil de asumir, para mi gusto, es cuando nos damos cuenta de que repetiríamos la mayoría de nuestras decisiones si volviese a ocurrir de nuevo el momento de tener que decidir, en la forma en que ocurrió. Esa posibilidad, la de estar condenados a repetir nuestras decisiones si nos tocasen las mismas circunstancias que una vez vivimos, suele ser una revelación que aclara nuestro parecer en relación con lo que hemos hecho y vamos haciendo con nuestras vidas.
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