La trascendencia de la hormiga
Escrito por Alirio Pérez Lo Presti | X: @perezlopresti   
Martes, 31 de Mayo de 2022 00:00

altEn ocasiones, no puedo sino paralizarme al ver el infinito derroche de energía que grandes conglomerados invierten para defender

las causas más fútiles, en una suerte de desperdicio entusiasta del tiempo que tenemos de vida. El norte pareciera ser: Minimizar la posibilidad de pasarla bien y sanos mientras estemos vivos, lo cual suele estar atado a cierta épica de la intrascendencia. La necesidad de dejar pequeñas huellas, aunque las mismas no tengan mucho sentido, van de la mano con lo humano y un tufillo a autodestrucción mueve ciertas reivindicaciones. En defender esas causas pareciera que se le va la vida a un montón de gente.

Causas ganadas y contemporaneidad

Quizá lo más interesante de las causas sociales de la contemporaneidad es la facilidad con la cual se ganan. Son metas aparentemente ínfimas que intentan modificaciones sociales de trascendencia dudosa. En la inmensa complejidad de lo humano, el tratar de luchar por la conquista de los derechos de algunos grupos pareciera que más que un logro o grupo de logros son distractores. Ante los grandes problemas endémicos de la civilización, la humanidad parece mirar a otra parte. Lo muy malo de la civilización se tiende a camuflar en los discursos de las quejas cotidianas. Es como si se hubiese claudicado por interesarse en lo importante para terminar por banalizar las cosas que por más esfuerzo se haga en ocultarlas, están presentes y son de difícil resolución. Es mejor el camino de la épica fácil, lo cual pareciera ser el grito batallador de la escaramuza. 

Causas perdidas e historia 

Por el contrario, las grandes causas aparentemente perdidas parecieran haberse esfumado. Casi nadie plantea posiciones serias y concretas para acabar con los grandes problemas de lo humano, como la pobreza, el hambre y la violencia, lo cual va de la mano o tiene como consecuencia un montón de males, incluyendo las migraciones contemporáneas. Muy por el contrario, lo verdaderamente importante, que es motivo de sufrimiento para millones desaparece por la necesidad occidental de defender pequeñas causas, diminutos cambios, algunos estéticos, que cuando no apuntan a la moda, a lo sumo llegan a tratar asuntos que tienen que ver con las formas. 

Paradojas perfectas

Mientras se lucha por pequeños derechos, casi asuntos que tienen que ver con la pasarela y los entretelones, grandes problemas están al acecho. Mientras por un lado hay toda una alaraca relacionada con las nuevas potenciales fuentes de energía, por otra parte, la humanidad ha llegado el punto en el cual está utilizando más combustibles fósiles que nunca. La producción diaria de barriles de petróleo ha alcanzado niveles muy altos, los cuales son necesarios para que los grandes conglomerados humanos se mantengan activos. Salvo países que están muy a la vanguardia y son minoría, temas como las energías saludables, el reciclaje y el compromiso de proteger al medio ambiente quedan solo como saludos a la bandera.

Las mil y una noches con sus días

La épica de la intrascendencia y del logro con el mínimo esfuerzo se fue perfilando desde el siglo pasado y se estableció como modelo en buena parte de occidente en la contemporaneidad. El problema es que por más que se refuerce lo banal, el talento humano siempre va a ser requerido, incluso y a pesar de quienes han apostado a la tecnología como instrumento para restar fuerza al potencial intelectual humano. Lo más probables es que durante un tiempo veamos las estrelladas más insólitas. Lo interesante es que estamos advertidos y apostar en la educación sigue siendo el único camino para alcanzar los sueños que las personas cultivamos día a día, con sus noches. 

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