Homosexualidad y religión
Escrito por Gisela Kozak Rovero   
Martes, 11 de Febrero de 2014 07:35

altRespeto todas las religiones pero soy atea. No tengo por qué adoptar los valores de ninguna Iglesia a menos que sean compatibles con los míos. Soy una demócrata que reivindica para sí lo mejor de la herencia del liberalismo político: derechos humanos, separación de poderes, reconocimiento de culturas distintas, conciencia cívica, autonomía individual y, muy importante, la separación de la Iglesia y el Estado.

A raíz de la propuesta de ley que postula el matrimonio entre personas del mismo sexo, distintas iglesias (católica y evangélicas) se han pronunciado en contra como lo han hecho en otras partes del mundo. Están en su derecho: gays y lesbianas católicos y evangélicos tendrán que resolver con su Iglesia su situación. Pero yo, con todo respeto, no tengo nada que hacer con esto. Si me quiero unir legalmente a mi pareja puedo hacerlo en tanto la herencia liberal, pisoteada y arrasada por este gobierno pero todavía vigente en la Constitución de 1999, protege la libre realización de la personalidad y la progresividad de los derechos: si otros pueden hacer algo y yo no por razones morales o religiosas, tengo que exigirle al Estado que ponga fin a esta discriminación.

La pelea con las Iglesias no lleva a ninguna parte, es en el terreno de las leyes que debe librarse esta lucha. Es imprescindible que los liderazgos opositores hagan causa común con la obtención de derechos civiles para gays, lesbianas y transgéneros en tanto se supone que desde la oposición estamos reivindicando la herencia del liberalismo político, definido en gruesos rasgos anteriormente. Esa herencia es confundida con el neoliberalismo, cuyo significado popular es dejar que la gente se muera de hambre en favor de indicadores económicos que satisfagan la más fría racionalidad tecnocrática. Es una distorsión semejante a la que hicieron los comunistas con la palabra "democracia". Nada más lejos de la verdad: el liberalismo político implica la justicia y por eso impone contrapesos y cortapisas al poder; volviendo a nuestro tema, la Iglesia ES un poder y hay que ponerle límites.

Los socialdemócratas hemos estado dejándole el terreno a fenómenos como el neo-estalinismo chavista en la medida en que no nos comprometemos con la libertad como la única vía para lograr la justicia. La libertad implica creatividad, poner en duda, hacer crisis, innovar. No cabe duda de que un mundo más justo requiere una enorme dosis de imaginación. Nuestro liderazgo opositor necesita de la audacia indispensable para que las pasiones de la política tomen el camino de la razón, indispensable para una vida mejor. En momentos de crisis, la política tiene que volverse arte: hay que apoyar las causas de la gente común, ponerse a tono con los tiempos y demostrar que el chavismo es un culto disfrazado de causa política: retardatario, machista y violento. Leopoldo López ya habló sobre el tema de las uniones de personas del mismo sexo. Esperemos por los demás.

@giselakozak

Tal Cual


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