Carlos Fuentes: en esto creo |
Escrito por José Rafael Revenga | @revengajr |
Lunes, 17 de Junio de 2013 00:53 |
![]() ENTREVISTA DE LA NACIÓN Días antes de su desaparición, el viernes 01.06.2012, Fuentes da una entrevista a La Nación de Buenos Aires la cual apareció en la edición impresa del diario solo 2 semanas después la desaparición del escritor. El autor se encontraba en Argentina como invitado especial de la Feria del Libro. A continuación algunas de las reflexiones finales de Fuentes generadas por el cúmulo de sus vivencias a lo largo de unos intensos 83 años. La Nación: ¿Los libros tienen futuro? Los chicos y los jóvenes parecen leer menos y se interesan más por los avances tecnológicos, por otros formatos? CF: El libro siempre es muy necesario. Creo que va a cambiar la relación con el lector, no sé cómo, pero va a cambiar. Hay gente en los Estados Unidos que me dice el e-book va a sustituir al libro impreso, publicable, pero no va a suprimir la lectura. En Estados Unidos hay más lectores que nunca, pero lectores de otros formatos, y la lectura es buena en la medida en que alcanza a más gente y aumenta la cantidad de lectores. Y eso es lo que está pasando con muchos medios modernos de comunicación, a los cuales yo no les tengo miedo, porque sé que están promoviendo la lectura. Y hay un dato importante: me encuentro con autores norteamericanos que me dicen que si no fuera por el e-mail ningún editor les compraría sus libros. Los colocan en Internet y son leídos, de manera que hay acá una novedad que no acabamos de entender, como muchas otras cosas de un mundo tan cambiante como el que vivimos. Pero no creo que peligre la lectura, no lo creo ni un minuto. La Nación: La pasión por la lectura está muy asociada a la educación, un déficit en muchos países de la región. ¿Cree que la educación y la cultura ocupan el espacio que les corresponde? CF: Depende del gobierno. En México tuvimos la gran experiencia de José Vasconcelos, que se encontró en el año 20 con un país con 90 por ciento de iletrados. Y mandó a los maestros a las haciendas, a educar a los campesinos. Muchos regresaron sin orejas, sin nariz, a otros los mataron, porque los hacendados no querían que los campesinos supieran leer y escribir. Y al mismo tiempo Vasconcelos publicaba a Homero, a Dante, a Shakespeare, a Goethe. Y le decían: ¿Para qué, en un pueblo de analfabetos? Y él respondió: "Para que lean esto cuando dejen de ser analfabetos". De manera que hay que ver el largo plazo. El ignorante de hoy puede ser el sabio de mañana. La educación es una marcha larga, dramática, superada constantemente por la realidad, porque Vasconcelos en 1920 tenía que educar a 15 millones de personas. Hoy México tiene 110 millones y el número de habitantes supera la posibilidad de enseñanza, de los presupuestos de educación. Es un desafío constante. La Nación: ¿Cuáles son sus últimos proyectos? CF: Hay una novela que se publicará en noviembre en México, que se llama Federico en su balcón . Federico es Nietzsche, que dijo que Dios había muerto. Y Dios le dice: "Para probarte lo contrario te doy una segunda vida, puedes regresar hoy a Berlín". Entonces vuelve y se da cuenta del eterno retorno de las cosas, la historia que ve es la que ya conocemos pero en la actualidad, una repetición de temas políticos, de personajes. Y Nietzsche se encuentra en el balcón dialogando conmigo, con el autor, pero intercalando muchas historias. ENTREVISTA DE EL PAÍS En otra entrevista a un periodista de El País, realizada igualmente que la anterior en los primeros días de mayo del 2012 en Buenos Aires, CF amplia sus reflexiones. La entrevista fue publicada antes de la desaparición de CF. El País:.¿Sin horror al vacío de la página en blanco? CF: Miedos literarios no tengo ninguno. Siempre he sabido muy bien lo que quiero hacer y me levanto y lo hago. Me levanto por la mañana y a las siete y ocho estoy escribiendo. Ya tengo mis notas y ya empiezo. Así que entre mis libros, mi mujer, mis amigos y mis amores, ya tengo bastantes razones para seguir viviendo. El País: Un escritor que recibe trato casi de jefe de Estado, ¿cómo se las arregla para escuchar? CF: Un escritor tiene que escuchar porque si no, no se sabe cómo habla la gente. Anoche, por ejemplo, pasé dos horas o tres firmando libros en la feria. Pero, sobre todo, para oír a la gente, para ver qué piensa. Y, más que nada, yo les pregunto a ellos. El País: ¿Le atrae algo en particular de este principio de siglo? CF: Me fascinan los cambios que estamos viviendo. ¿Quién iba a decirle a usted que los cambios iban a empezar en el norte de África? Y de ahí se ha extendido a buena parte de Europa y a los Estados Unidos, donde muchos de mis estudiantes me dicen: “Yo soy doctor y no encuentro trabajo”. O… “Mi padre ascendió a la clase media y yo siento que estoy bajando a la clase trabajadora”. En América Latina también hay cambios muy grandes, aunque se ha mantenido cierta estabilidad. Antes los problemas empezaban en América Latina. Ahora parece que van a llegar a América Latina. Y es un mundo que no sabemos nombrar. Si uno le dice a Dante, ¿qué se siente estando en plena Edad Media?, él nos diría: “¿Y qué es la Edad Media?” No podemos nombrar esta época pero sentimos que todo está cambiando. El Renacimiento sabía que era el Renacimiento, la Edad Media no sabía que era la Edad Media. El País: Decía Picasso que cuando uno es joven lo es para toda la vida. CF: Yo creo que sí, yo creo que sí. El País: No quiero desaprovechar la oportunidad de hablar con una parte de la historia del boom para preguntarle por algún recuerdo de su generación, de los escritores del boom, de sus amigos. CF: Lo que era muy bonito es que éramos muy amigos todos. Hay una foto de un año nuevo en Barcelona donde estamos Donoso, García Márquez, Vargas Llosa y yo. Todos abrazados. Ése es un momento muy bonito. Recuerdo ese momento en que había una gran fraternidad entre los escritores, una generación que quería cambiar la literatura latinoamericana. Y se logró, se cambió. Aunque las amistades se acabaron, pero la literatura prosiguió y de gran calidad. Pero fue una decisión que en ese momento salía La ciudad de los perros, salía Cien años de Soledad, salía La muerte de Artemio Cruz, salía Coronación. Entonces había un momento de efervescencia, de novedad, muy grande. UN HOMENAJE La Academia Mexicana de la Lengua organizó hace 4 semanas -al año de la muerte del novelista- una sesión especial en el Museo Rufino Tamayo de Ciudad de México, a la cual asistió Silvia Lemus quien fue su esposa. Fuentes fue recordado como un "espíritu renacentista encarnado en el siglo XX" por el editor y ensayista Gonzalo Celerio quien añadió: “A Fuentes nada humano le era ajeno, lo caracterizó su capacidad de trabajo, su disciplina, su humillante fecundidad, su curiosidad siempre niña, su pasión política y su templanza crítica, aunadas a su amor por México. Fuentes se ubica en una estirpe de excepcionales escritores mexicanos para quienes, como diría Alfonso Reyes, que fue su modelo, su maestro, y su padrino literario, la única manera de ser generosamente nacional es ser provechosamente universal". "Pero la universalidad de Fuentes no se debe sólo a su vocación humanista, sino a la dimensión internacional de su obra, de su pensamiento y de sus intereses intelectuales".
NOTA En el 2002 Fuentes publica “En esto creo”, una especie de diccionario o breviario en el cual en orden alfabético da sus propias definiciones a una serie de vocablos. La obra no encontró mayor fortuna pero tiene la virtud de revelarnos sus reflexiones personales de manera más directa que sus novelas. Para esta entrega selecciono el vocablo “xenofobia” el cual es una versión heavy del vocablo “intolerancia” que parece dominar, en la actualidad, la dinámica entre las naciones y dentro de ellas. XENOFOBIA “Estamos sujetos a la prueba del otro. Vemos pero también somos vistos. Vivimos el constante encuentro con lo que no somos, es decir, con lo diferente. Descubrimos que sólo una identidad muerta es una identidad fija. Todos estamos siendo. Nada nos hace comprender —o rechazar— esta realidad mejor que el movimiento que definirá cada vez más la vida del siglo XXI: las migraciones masivas de Sur a Norte y de Este a Oeste. Nada pondrá tan seriamente a prueba nuestra capacidad de dar y recibir, nuestros prejuicios y nuestra generosidad también. Asistimos al renacimiento de fascismos, exclusiones y pogromos, antisemitismo, antiislamismo, antilatinoamericanismo, todas ellas formas violentas de la xenofobia, el odio o la hostilidad no sólo hacia los extranjeros, sino, con mayor amplitud, hacia lo diferente. Homofobia, misoginia, racismo. ¿En nombre de qué? De la supuesta pureza de una raza superior, una identidad nacional intocable, una cultura partenogénica que se concibió a sí misma sin contaminaciones externas. ¿Pureza nacional la de una Francia gala, latina, germánica y tan hebrea como Chagall, española como Picasso, italiana como Modigliani, checa como Kundera, árabe como Ben-Jelum, rumana como Ionesco, argentina como Cortázar, alemana como Max Ernst o rusa como Diaghilev?¿Pureza nacional de una España celtíbera, fenicia, griega, romana, musulmana, judía, cristiana y goda? ¿Purezas excluyentes de una Latinoamérica indígena, europea, africana, mestiza, mulata? Una cultura aislada pronto perece. Puede convertirse en folklore, manía o teatro especular. Puede debilitarnos irreparablemente por falta de competencia y puntos de comparación. Y sobre todo, puede degradarnos cuando negamos la identidad ajena hasta llegar a los extremos del horror, el universo concentracionario y el holocausto. Nada combina, sin embargo, los peligros de la xenofobia como las oportunidades del trabajo migratorio. Celebramos la llamada globalización porque facilita extraordinariamente el movimiento mundial de bienes, servicios y valores. Las cosas son libres para circular. Pero los trabajadores, los seres humanos, no. John Kenneth Galbraith, profesor emérito de Harvard, nos recuerda que la migración es un hecho que beneficia al país del cual se emigra y al país al cual se emigra. Entre 1846 y 1906, cincuenta y dos millones de emigrantes abandonaron el continente europeo. Suecia, una de las naciones más pobres de Europa durante el sigloXIX, se volvió una de las más prósperas gracias a la emigración masiva de sus más necesitados ciudadanos a la América del Norte. La emigración irlandesa después del hambre de la patata, la potato famine que mató de hambre a la mitad de la población irlandesa en 1845, benefició tanto a los Estados Unidos como a Irlanda, que hoy es una próspera república que saltó de la economía agraria a la tecnología y los servicios, requiriendo, la propia Irlanda, trabajadores extranjeros para aumentar su desarrollo. Hoy, el movimiento es casi siempre de Sur a Norte. Pero las razones del movimiento son las mismas del pasado: escapar a la pobreza local, rompiendo el círculo de la resignación. Hoy como ayer, el emigrante obedece al pull factor, la demanda de la economía desarrollada que necesita trabajadores para tareas que la fuerza de trabajo doméstica, porque se hace vieja, o rehúsa realizar ciertos trabajos, o ha entrado a una esfera de ocupación más cómoda y técnicamente avanzada, ya no puede ofrecer. Otra razón es el imán de la prosperidad proyectada por las pantallas de televisión, las revistas, los anuncios y las películas de las sociedades del Norte. Cuando los balseros albaneses llegaron a las costas de Italia hace una decena de años, inmediatamente le pidieron a las autoridades: «Muéstrenos el camino a Dallas.» Pero el trabajador migratorio nunca llega ni a Dallas ni a Disneylandia. Más y más, él o ellas son víctimas de la violencia racial. El trabajador turco en Alemania, el trabajador argelino en Francia, el trabajador mexicano en Arizona, el trabajador negro en Italia, el trabajador magrebí en España: Ninguna política de desarrollo con justicia, ningún proyecto de globalización con orden, puede excluir la protección debida al trabajador migratorio, que es precisamente eso: un trabajador, no un criminal. Durante quinientos años, el Occidente viajó al Sur y al Oriente, imponiendo su voluntad económica y política sobre las culturas de la periferia, sin pedirle permiso a nadie. Ahora, esas culturas explotadas regresan al Occidente poniendo a prueba los valores mismos que el Occidente propuso universalmente: libertad de movimiento, libertad de mercado basada no sólo en la oferta y demanda de bienes sino de trabajadores, y el respeto debido a los derechos humanos que acompañan a todos y cada uno de los trabajadores migratorios. No se puede, lo repito, tener interacción y comunicación global instantáneas sin tener, al mismo tiempo, migración global instantánea. Una de las grandes novelas de la lengua española del siglo XX predijo y elevó dramáticamente este tema. Me refiero a Paisajes después de la batalla, el admirable libro de Juan Goytisolo, publicado en 1982. En él, Goytisolo traduce una de las más grandes y antiguas tradiciones de la novela —el tema del desplazamiento— a la ciudad moderna, sus inmigrantes indeseados y su desafío a cualquier noción de pureza lingüística, sexual, culinaria u onírica. Goytisolo efectivamente imagina el espacio de la nueva ciudad mestiza, occidental y oriental, meridional y septentrional, dándole voz a todos y cada uno de sus habitantes. Nos plazca o no, la ciudad policultural ya está aquí, con nosotros. La energía delas ciudades hispánicas de los Estados Unidos —Los Ángeles, Miami, Chicago— es inseparable de su carácter mestizo. Los Ángeles, que es no sólo ciudad hispánica, sinocoreana, vietnamita, japonesa y china, será la Bizancio del siglo XXI, proyectada desdela frontera con México (que es la frontera con toda la América Latina) a la gran comunidad del Pacífico. hasta Vladivostok, Tokio, Shanghai, Hanoi...Creo en las preguntas de un acto fraternal rodeado de abismos: ¿Acaso no existe otra voz y acaso no es también la mía? ¿Acaso no hay otro tiempo que puedo tocar y que puede tocarme? ¿No existen otras fes, otras historias, otros sueños y no son, también, míos? Estamos en el mundo, vivimos con otros, vivimos en la historia y tendremos quedar cuenta de nuestra memoria, de nuestro deseo y de nuestra presencia en esta tierra en nombre de la continuidad de la vida. La xenofobia interrumpe y asesina la vida. Las culturas se influencian unas a otras. Las culturas perecen en el aislamiento y prosperan en la comunicación. Como ciudadanos, como hombres y mujeres de ambas aldeas —la global y la local— nos corresponde desafiar prejuicios, extender nuestros propios límites, aumentar nuestra capacidad de dar y recibir así como nuestra inteligencia de lo que nos es extraño. No hay globalidad que valga sin localidad que sirva. Para implementar esta idea, debemos abrazar las culturas de los otros a fin de que los otros abracen nuestra propia cultura. Recordemos, en el inicio de un nuevo siglo, que la historia no ha terminado. Vivimos una historia inacabada. La lección de nuestra humanidad inacabada es que cuando excluimos, nos empobrecemos y cuando incluimos, nos enriquecemos. ¿Tendremos tiempo de descubrir, tocar, nombrar, el número de nuestros semejantes que nuestros brazos sean capaces de hacer nuestros? Porque ninguno de nosotros reconocerá su propia humanidad si no la reconoce, primero, en los otros”. @revengajr http://abra360.blogspot.com/2013/06/carlos-fuentesen-esto-creo.html
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