Irán y Venezuela
Escrito por Fernando Luis Egaña   
Jueves, 25 de Junio de 2009 06:53
Hasta en Irán hay menos concentración de poder que en Venezuela. Allá uno es el presidente y otro el líder supremo. Acá es uno solo, salvo que Fidel fuera nuestro Alí Khamenei.
Los ojos del mundo, y particularmente los venezolanos, están puestos en las desafiantes protestas que sacuden a la República Islámica de Irán. Escribió Manuel Felipe Sierra que el Chador y el Twitter se enfrentan por el futuro de ese gran país, y el seguimiento de los sucesos ayuda a conocer la compleja estructura de un Estado que combina la primacía de los ayatolás con elevadas responsabilidades electivas, por las que contienden políticos civiles y religiosos.

En Venezuela, amén de lo que dispone la Constitución formal de 1999, esa misma estructura de poder es crasamente simple: Chávez manda y los demás obedecen, so pena de ser purgados --si son oficialistas, o directamente perseguidos, si son opositores. La voluntad presidencial no tiene apelación efectiva en instancia alguna del Estado, y en un alarde de impudicia los representantes de los demás "poderes públicos" se apresuran siempre a confirmarla.

En Teheran existe un "Consejo de Guardianes de la Revolución Islámica" que ejerce funciones de control sobre las autoridades electas. En Caracas, ese Consejo despacha en Miraflores y tiene sólo un miembro, y además con vocación vitalicia. Los sucesores del Imán Khomeini también cuentan con una "Asamblea de Clérigos" que puede contrapesar la autoridad del Líder Supremo, incluso destituirle. Nada que ver, no faltaría más, con el cuerpo colegiado que preside la diputada Flores.

Allá, los expresidentes Rafsanjani y Khatami, clérigos emblemáticos de los 30 años que lleva la revolución islámica, ocupan importantes posiciones de Estado y son sonoros adversarios del presidente Mahmoud Ahmadinejad. Acá, en el dominio del Estado nacional, no hay ni una tímida vocecita que medio asome un atisbo de crítica. Y aquellos que se plantan desde gobernaciones o alcaldías no-oficialistas, son objeto de la molienda roja con total prescindencia de legalidades y normativas.

Con todo y su teocracia, la república iraní no está bajo el puño exclusivo y excluyente de un mandamás con aspiraciones de permanencia continua o ilimitada. Con todo y su parafernalia republicana, la Bolivariana es en la práctica lo más parecido a una monocracia absoluta que se pueda ubicar en el panorama internacional. Ya compite, en cuanto a involución totalitaria, con esos impresentables regímenes que terminan adoptando el apellido del líder único.

Acaso habría una excepción al poder omnímodo del señor Chávez, en la opinión de alzada de su gran gurú, Fidel Castro. Un tributo adicional, por cierto, al agresivo nacionalismo bolivarista... Y hasta en eso nos saca ventaja la República de Irán, porque por lo menos el supremo Ayatolá Alí Khamenei es tan iraní como las alfombras persas.
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