Chávez en Teherán
Domingo, 14 de Junio de 2009 06:34

No es en absoluto casual que las elecciones presidenciales reflejen en Irán exactamente las mismas proporciones e iguales porcentajes para oficialismo y oposición que en las pasadas elecciones presidenciales de diciembre de 2006 en Venezuela: dos partes para el régimen, una para la oposición.

Detrás de ambos procesos electorales debe sombrear la misma mano peluda de los expertos en manipulación de procesos electorales del G-2 cubano, instalados en Venezuela desde el 2003 y encargados de montar el fraude del Referendum Revocatorio del 15 de agosto del 2004.

 

Como lo reconociera el propio presidente de la república en el encuentro de Fuerte Tiuna de Diciembre del 2004, cuando afirmara sin rubor ninguno que su entronización tenía un solo responsable: Fidel Castro. “No te preocupes de eso” – le habría dicho el mayor de los Castro entonces en la plenitud de sus facultades intestinales, al saber que a su pupilo y proveedor se le venía el Revocatorio en el peor momento de su popularidad - “que nosotros sabemos de eso”. ¿Cómo no habrían de saber de elecciones quienes no las realizan libres, auténticas y verdaderas desde el 1° de enero de 1959 y no han efectuado una sola de ellas sin obtener, como Sadam Hussein, el primo lejano, el 99,99% de los sufragios?


Mal estará Ahmadinejad como para no haber podido alcanzar ese resultado ideal. Tener que compartir la torta electoral, así sea cediéndole un tercio, a su rival, demuestra que en Irán como en Venezuela los tiranos no las tienen todas consigo. Así el tirano iraní tenga cuando menos el coraje de enfrentar en un debate televisivo al reformista Hossain Moussavi, debate del que el tiranuelo iraní saliera literalmente con las tablas por la cabeza. Los reclamos de la prensa internacional y de la opinión pública mundial ante la evidencia de un descomunal fraude se suceden a los graves disturbios que provocan las irregularidades electorales. La legitimidad de Mouhmad Ahmadinejad sufrirá consecuentemente un serio descalabro.


 Cabe pues la insólita sospecha que no haya sido el uranio, sino la experticia electorera el gran producto bélico de exportación ofrecida por el teniente coronel venezolano a su par iraní. De este modo, a la corrupción petrolera como fuente de convencimiento ideológico se sumaría la capacidad técnica y profesional como para falsificar resultados comiciales.


Son los dos aportes de la revolución bolivariana al caudillismo internacional: la inescrupulosidad crematística y la inescrupulosidad democrática. Puede que el Sr. Obama no lo tome en cuenta: las democracias occidentales terminarán haciéndolo. Los medios de comunicación han iniciado el proceso.

 

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