¿Arrepentido de verdad?
Escrito por Antonio José Monagas | X: @ajmonagas   
Lunes, 24 de Octubre de 2011 04:25

altAunque Miguel de Cervantes decía que “un buen arrepentimiento es la mejor medicina que tienen las enfermedades del alma”, las actuales realidades dejan ver otra cosa. Sobre todo, cuando el arrepentimiento entendido como “pesar de haber hecho alguna cosa” (DRAE) tiene como escenario la política utilizada como coartada para justificar la redención necesaria ante los ojos del pueblo.

Pero también se dice que el arrepentimiento es lo que manifiesta una persona en medio de un acto con la idea de disminuir o reparar el daño de una falta cometida o de facilitar su castigo. Sin embargo, la hipocresía juega un papel determinante pues el arrepentimiento del hipócrita es de por si una crasa falsedad que muchas veces termina convirtiéndose en una vulgar comedia cuyo argumento no es otro que el engaño premeditado. Y es que en el terreno de la politiquería, resulta inevitable disfrazar las propias inclinaciones por lo que es imprescindible desempeñar bien el papel de hipócrita. Habida cuenta que la alegría del hipócrita dura sólo un instante.

En el fragor de lo que este jueves resultó del hecho de ocupar una cadena nacional de radio y televisión para ver al presidente de la República aduciendo su fe católica, cabe este preámbulo. Indudablemente, luce chocante contrastar al personaje de marras cuando hace poco despotricaba de la Iglesia Católica, de sus santificadas imágenes y de respetados sacerdotes, frente a lo que apreció el país político al momento que, en postura de arrepentido y de rodillas, daba gracias al Santo Cristo de la Grita. O quizás pedía misericordia.

En cualquier caso, cuesta creerle después de acercarse a oficiantes babalaos, chamanes y curanderos de toda ralea en busca de salvación ante su mal. Así como también se le ha visto vejar a dignos ministros del Catolicismo. Inclusive, llegar al extremo de ofender la importancia histórica y la significación espiritual y sentimental de la Iglesia Católica venezolana. Entonces, ¿qué puede pensarse cuando la población católica y con conciencia democrática ha padecido de un charlatanismo presidencial que sólo ha servido para apalear sus esperanzas y malograr la moralidad de quienes confiesan distancia con su proyecto hegemónico de socialismo insustancial?

Tristemente, la mañana del pasado jueves terminó convertida en un infortunado espectáculo mediático que rayó en una parodia de sincretismo entre la superstición que muchas veces dejan entrever los asfixiantes discursos presidenciales, y el enredo de teoría marxista que enseña con lo cual busca forzar decisiones de gobierno. Finalmente, cabe preguntar al presidente si luego de vivir tan críticos momentos, ahora estará ahora persuadido a demostrar un cambio real en su conducta. Cambio éste que sepa atender y comprender las necesidades de un país sumergido en el desorden y caos económico, social y político que sus propias palabras han incitado. Incluso, cuando hace más de nueve años acostumbraba a intimidar blandiendo un Cristo en sus manos. ¿O será que ahora, luego de comprometerse con “servirle a Cristo en el pueblo venezolano” habrá seriamente en él un arrepentimiento de verdad?


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