| Teodoro de todos los tiempos |
| Escrito por Alexander Cambero | X: @alexandercamber |
| Sábado, 08 de Noviembre de 2025 11:22 |
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La cerradura de la transformación social indispensable estaba grotescamente lacrada por la acción de las llaves equivocadas. Se habían perdido las oportunidades cuando las mismas se volcaron en pos del camino retorcido. Un cúmulo de errores que terminaron de reforzar el concepto generalizado de la inviabilidad de un cambio político en Venezuela basado en la igualdad de oportunidades. Su voz de trueno apaciguaba las tormentas. El espíritu inquisidor de un personaje hecho para la controversia parecía desafiar las épocas para instalarse con su rebeldía en las fauces del debate. Nunca creyó en verdades absolutas nacidas del útero interesado de los centros de poder. Su fecunda inteligencia era un abrevadero por donde descendían las ideas que alumbraban la oscuridad férrea de lo establecido. Era verdaderamente un sacrilegio para la izquierda sacramental enfrentar a la Unión Soviética. Todos los miembros universales de la hermandad iban hasta su Meca para arrodillarse a los pies de los octogenarios herederos de Lenin. La mala cabalgadura de un proceso mefítico que perpetuaba al totalitarismo como el terror funesto de sus barrotes. El hombre con el fuego, imantando de las convicciones, se enfrentó al imperio infernal comunista, desnudando sus miserias antropológicas. Un Leonid Brézhnev iracundo denunció ante la cofradía sollozante del peligro que simbolizaba los planteamientos de Teodoro Petkoff para aquellos seres hipnotizados por una ideología sin alma. Las opiniones del brillante venezolano abrieron la conciencia de una fauna amaestrada por el látigo absolutista. Fue el primero que advirtió la soberana estupidez de la lucha armada como una remembranza fútil de la revolución cubana. Observaron el espejo roto de un proceso vengativo antillano para rendirle pleitesía al mismo resquebrajamiento. Un fracaso monumental que costó vidas y oportunidades. Un país que le dio la espalda a una aventura que los condujo a la trampa. Al final se atascaron sus erráticos propósitos chocando con una realidad que fue un talud tan abrasivo que la experiencia revolucionaria insurreccional falleció de manera abrupta. El ideólogo crecía con la sabiduría de saber vislumbrar los momentos de los tiempos. Comprendía como pocos los escenarios para saber tomar partido y orientar con la luminosidad de un predestinado. Con una facilidad pasmosa se adelantaba a los hechos hasta que los mismos le concedían la razón. Su voz fue una semilla germinadora de ilusiones. Reflexivo con la filosa espada de la escritura elevada hasta los briosos corceles alados que amplifican su vuelo tras la senda de las palabras bien construidas. Teodoro Petkoff no pudo obtener la supremacía electoral. Los votos fueron escurridizas liebres que buscaron otros rumbos que terminaron siendo espejismos. Su genialidad desembocaría en ejercer la comunicación social de manera diaria y frontal. Cada editorial representaba la genuina expresión de millones de venezolanos bajo la égida de aquellas nítidas reflexiones. Todos los días desde su trinchera descargaba un arsenal de verdades que siempre daban en el blanco ignominioso de la patraña instalada con su sarta de mentiras. La sentida muerte de Teodoro Petkoff no les colocó una lápida a sus ideas. Demasiada erudición y compromiso para terminar entre jarrones de rosas marchitas en aguas putrefactas. Los sepultureros del organigrama oficial jamás han podido lograr que el olvido secuestre su palmarés. Sigue viviendo en cada rebelión ciudadana que se atreve a no callar frente a los desmanes de aquellos que anhelan la perpetuidad. Un hombre de todos los tiempos. Hijo dilecto de las épocas que se fueron y aquellas que aún esperan su florecimiento. El pensamiento fecundo tiene un ADN indestructible. Es la indocilidad, la constructora de proyectos que parecían imposibles. La inconformidad es un sentimiento que se agita cuando el recuerdo se hace esperanza de cambio. |
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