El EGU que conocí
Escrito por Abrahan Clavero Toro | X: @Abrasof2320   
Domingo, 12 de Mayo de 2024 00:00

altCorría el año de 1967, celebración del Cuatricentenario de Caracas.

Unos meses antes había llegado procedente de Maracaibo, para estudiar la carrera de Estudios Internacionales.

Diariamente compraba el Nacional y el Universal para estar pendiente del llamado a inscripciones de la Universidad Central de Venezuela. Que nervios sentí, al ver la notificación tan esperada. En la fecha señalada, me subí a un bus, en la Avenida Urdaneta, que me dejó muy cerca de la puerta Norte de la UCV, conocida después como Salvador Allende. Para esa época vivía en la Esquina de Bolero, diagonal al Palacio de Miraflores.

Con todos los documentos exigidos, caminé hasta la Plaza del Rectorado, encontrándome con unas colas interminables, no obstante haber madrugado. La alternativa era armarme de paciencia por estar a un paso de coronar mis sueños de estudiar en la primera universidad del pais, además de poder cursar la carrera que elegí, desde mis años de bachillerato, en el Liceo Rafael María Baralt de Maracaibo.  

La cola que me correspondió fue avanzando lentamente. Miraba en todas las direcciones y no reconocía a nadie. Era lógico: tenía muy poco tiempo en Caracas.  Al fin me crucé con una cara familiar: el profesor Kaldone Nwehed, palestino de origen libanés, quien impartía clases de inglés en mi liceo marabino. Sentimientos de sorpresa y alegría me embargaron al reconocerlo. Él también se trasladó desde de Maracaibo para inscribirse en la carrera. En nuestros años de estudios nos referíamos a él como el Abuelo, siempre de traje y corbata, convirtiéndose con el paso del tiempo en toda una autoridad en Derecho del Mar.

Gracias a Dios, el objetivo de la inscripción se había alcanzado. Luego esperaría la convocatoria a clases. Debido al desconociendo del recinto universitario, indagué para poder ubicar la Escuela de Estudios Internacionales. Para ese momento, el nuevo edificio de FACES, ni siquiera estaba en etapa de construcción.

Se me indicó, que las aulas del primer año estarían situadas pasando por el frente del Aula Magna y luego la Biblioteca Central. Al final de ese largo pasillo se encuentran unas escaleras; a continuación, debía subir al segundo piso en el cual aún se encuentra colocado un reloj de dimensiones significativas, no tan grande como el de la Plaza del Rectorado, pero lo suficiente para verlo a cierta distancia, especialmente desde los estacionamientos que están en esa parte de la Universidad, cerca de lo que se conoce como “Tierra de Nadie”.

Esa fue la primera aula en la que recibimos clases en la UCV. Todas eran caras desconocidas, unas más amigables que otras, pero en fin desconocidas. Algunos veníamos del interior. Entre el grupo de esos estudiantes se encontraba Edmundo González Urrutia, de la Victoria. Apenas si cruzamos una que otra palabra o saludo durante ese primer año. Como siempre pasa, se fueron forman los grupos y terminé haciendo amistad con Horacio Arteaga, de Punto Fijo, Jorge Rondón, de Pueblo Llano, Mérida, el gocho Ramón Lozada, de San Cristóbal y una joven de apellido Garnica que se retiró en el segundo año.

También se me vienen a la mente los nombres de Diana Feo, Joselyn Enríquez, Imelda Cisneros, Gloria Fuenmayor, Miriam Prado, Gonzalo Prieto, hijo de Luis Beltrán y del fundador del MEP, Gloria Stolk, Eva Morales, Dalia Pérez, Ivan Sigurani y sobre todo una joven de origen hebreo, Alegría, sumamente inteligente, con una sonreír muy característica. Además, ese grupo del primer año, incluía a Francisco Vélez y su futura esposa Zulay Betancourt, Alberto Lucas y tantos otros que se fueron retirando de la carrera sin despedirse. Éramos alrededor de 60 estudiantes que conformábamos las secciones A y B. Los recreos sirvieron para fomentar, progresivamente, cierta camaradería. 

Siempre EGU destacó por ser una persona seria, metódica, un tanto retraída, sobrio en el vestir, y un excelente desempeño en todas las materias. Por lo general, se le veía con un compañero de clase venido de Valencia, German Guerra, algo más amigable, por cierto, bastante erguido, alrededor de un metro ochenta de estatura.

Con el paso del tiempo nos fuimos conociendo mejor, sincerándonos en muchos aspectos, inclusive enterándonos de la posición política de cada uno de nosotros. De esta forma supe de la cercanía de Edmundo y German a la causa del partido Social Cristiano Copei.

Para ese momento, ya en marcha la Cuarta República, iniciada con el gobierno de Rómulo Betancourt, el Dr. Raúl Leoni era el presidente. Caracas se había engalanado para festejar sus 400 años por todo lo alto, como se lo merecía la Sultana del Ávila. Fueron días de una actividad inusitada en todos los ámbitos, que nos deslumbraron por el despliegue de infinidad de actos, eventos y personalidades que se dieron cita, para rendir tributo a la denominada “ciudad de los techos rojos”, dejándonos un sabor de cierta frustración por no poder asistir a todos. 

La celebración se extendió por más de una semana, provocando una gran nostalgia al concluir por todo el legado que había dejado. Debíamos volver a la cotidianeidad, volver a clase luego de haber presenciado esa magna celebración, sin pensar que se nos venía algo que no sucedía desde 1812: el terremoto del 29 de julio de 1967. 

Fueron días de mucha angustia para toda la población caraqueña sacudida por un temblor de magnitud 6.5, que dejó un sinfín de personas fallecidas. El este de Caracas y el Litoral fueron las zonas más golpeadas por la onda sísmica. Afortunadamente, ninguno de los integrantes de ese primer año se vio afectado, directamente, por el movimiento telúrico. Que difícil fue superar esa catástrofe para todos en general.

Regresar a la universidad fue una forma de salir de esa situación, de despejar un tanto la mente perturbada por los efectos psicológicos de sismo. No hay duda que aparte de este hecho natural, de esa tragedia, 1967 fue año de mucho aprendizaje, de vivir nuevas realidades y de irnos adentrando de forma progresiva en la vida universitaria en todas sus facetas, de comprender mejor lo que pasaba en Venezuela.   

Como ejemplo les puedo señalar, que un día saliendo de clase el Aula Magna estaba abarrotada. ¿Que estaría pasando? El afamado Dr. Christian Barnard, de Sudáfrica, daba una conferencia sobre la experiencia de los trasplantes de corazón. Ahí estaba a nuestro alcalde, con su bata de médico.    

No obstante, aún perduraban en nosotros comportamientos de la época del bachillerato. Recuerdo que nos reuníamos en las escalinatas para ver si los profesores venían a dar las clases. El más característicos de todos ellos era Rangel Crazut, futuro decano de Economía, quien, por su forma de caminar, desplazando el pie izquierdo, cojeando un poco, se ganó el mote de Chester, el asistente del Marshall Delon integrantes de unas de las series más vistas en la televisión venezolana de esa época.

Eran tiempos difíciles para nuestra casa de estudios, donde los sectores de la ultra izquierda mantenían un control en gran parte de las facultades y escuelas. Para ese momento el Rector de la universidad era el Dr. José María Bianco. Las residencias estudiantiles, frente a la piscina, eran refugio de guerrilleros, y se hablaba mucho, también, de los denominados “guerrilleros de cafetín”, estudiantes que pasaban años en la universidad “filosofando”, recurriendo al reglamento de repitientes para poder continuar inscribiéndose años tras años.

Superado el primer año, y luego de varios meses de cierre de la universidad regresamos, para encontrarnos con la sorpresa que la Escuela de Estudios Internacionales había sido ubicada en el último edificio de esas residencias, específicamente en los pisos 3 y 4. Fue ahí donde cursamos el resto de nuestros estudios universitarios.

El plantel de docentes de la Escuela de Estudios Internacionales era de un nivel envidiable en esos años. Profesores admirados entre los que destacaban Luis Cabana, Amaury de Yulis, Ruth de Krivoy, el mismo Rangel Crazut, el “Cheo” Herrera, Luis Brito García, conocido como “Brito Inteligente” y que ahora manifiesta su admiración por el Socialismo del Siglo XXI, Edna Figueras, Carlos Guerón, Mazhar Al-Shereidah, nacido en Irak y futuro director de la revista Petroanalysis, el constitucionalista Héctor Colmenares Díaz, defensor de muchos seguidores de la izquierda venezolana, así como  las profesoras de francés de quienes solo recuerdos el apodo de una de ellas, la excelente y rígida madame Piolin que nos enseñaron a pronunciar casi a la perfección la lengua de Moliere. Y tantos otros profesores que nos impartieron clases, dejando en nosotros una excelente formación y una marca imperecedera.

A medida que avanzamos en la carrera las barreras se fueron rompiendo surgiendo un trato más espontaneo, sin que eso significara que llegamos a tener una amistad cercana con EGU. Era evidente que no formaba parte de su círculo más cercano y viceversa, pero existía el sentido de formar parte de un grupo que comenzamos justos la carrera. De vez en cuando conversamos más que todo de temas relacionados de los estudios y algún otro comentario sobre el acontecer internacional.

Hubo un momento que, por diversas circunstancias, me retrasé en los estudios y EGU terminó graduándose, con honores, en la promoción de Carlos Guerón mientras que me gradué en la siguiente, la de Gustavo González Eraso.  

Desde su ingreso en la Escuela de Estudios Internacionales, fue evidente que el objetivo primordial de Edmundo era entrar en Cancillería, por medio del concurso de oposición previsto en la ley.  Y así fue, logrando quedar entre los tres mejores junto con Horacio Arteaga y no recuerdo quien fue el tercero en discordia. En consecuencia, nuestras rutas se bifurcaron completamente debido a ese retraso antes mencionado y haber conseguido un trabajo en el Ministerio de Energías y Minas, que al fin de cuenta fue positivo, al otorgárseme una beca para estudiar en Boston una maestría en Fletcher School Law and Diplomacy. 

No obstante, siempre le hice seguimiento a la situación en Cancillería ya que también, entre mis objetivos, estaban hacer carrera diplomática. Tiempo después, y gracias en parte a ese posgrado, se hizo realidad mi ideal de entrar en el servicio exterior.

Para ese momento, ya EGU se había forjado un nombre, siendo reconocido como un funcionario responsable, desempeñando cargos relevantes tanto a nivel interno como en el servicio exterior. De todas formas, los contactos fueron escasos debido a que él se centró en hacerle seguimiento a la política exterior de Venezuela en general, mientras me interesé en las cuestiones asiáticas y del Medio Oriente. 

Con el pasar de los años, nos volvimos a encontrar en Cancillería, pudiendo desarrollar una amistad más cercana y contactos más permanentes, especialmente siendo él Director de Política Internacional. Antes estuvo de Embajador en Argelia, en un momento complicado a causa de la guerra civil surgida en el pais magrebí, por las divergencias de los grupos religiosos con el partido de gobierno, el Frente de Liberación Nacional.

De su desempeño en Buenos Aires no puedo hablar con propiedad, ya que para ese momento me encontraba destinado en Arabia Saudita y solo sabía de Edmundo por intermedio de otros colegas.

Un momento interesante en la relación de trabajo con EDU, se produjo estando de Director de Política Internacional, si mal no recuerdo había sustituido al Dr. Demetrio Boersner, mientras yo desempeñaba funciones en la Dirección de Asia, África y Oceanía, mejor conocida como DAAO, piso 16 de la Torre del MRE. Un viernes cualquiera, día propicio para que algunos funcionarios se escaparan o que el almuerzo se extendiera más de la cuenta, alrededor de las 4pm, Edmundo llegó para continuar la coordinación de un trabajo que nos había asignado. Tengo la impresión que la presencia del personal de esa Dirección le sirvió para constatar que todos estaban avocados a cumplir con las instrucciones que nos había impartido. En ese aspecto era sumamente riguroso e incluso se quedaba más alla del horario regular, esperando alguna instrucción emanada del Despacho del Ministro.

Desde la Dirección de Protocolo, igualmente, realizó un trabajo encomiable logrando darle un matiz propio que le ganó el reconocimiento de propios y extraños, en una dirección bastante compleja, debido a las diversas actividades que debe cumplir con todo el cuerpo diplomático acreditado en el pais.

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Cabe destacar que, en ese momento, fuimos notificados de la visita de Shimon Peres, para entonces, Ministro de Relaciones Exteriores del Estado de Israel. A ese evento, se le otorgó una singular importancia por parte del gobierno de Rafael Caldera II, debido a las estrechas relaciones bilaterales con Tel Aviv. La Cancillería se avocó a su preparación con la participación de la mayoría de sus Direcciones.

De las diversas actividades para cumplir con los objetivos de la visita, se realizó una reunión de la Dirección General de Consulares, presidida por el Embajador Fernando Gerbasi, giraron instrucciones precisas para recopilar información actualizada del desempeño de comunidad judía en Venezuela. Estuve a cargo de llevar a cabo los contactos pertinentes para conseguir esa información, gracias a la colaboración de la Sociedad Israelita de Venezuela.

Como Director de Protocolo, a Edmundo le correspondió supervisar todos los aspectos de esa visita, incluyendo la conferencia dictada por el Canciller Peres en la Universidad Metropolitana sobre la problemática del Medio Oriente. Esta conferencia contó la participación del estudiantado de esa Alma Mater, parte del cuerpo diplomáticos y muchos funcionarios de Casa Amarilla.   

Esto no impedía que, en ciertas noches, menos ajetreadas, Edmundo, José Clavijo, el finado Luis Pino y yo nos fuéramos a jugar un partido de dobles en la Federación Venezolana de Tenis, en Santa Rosa de Lima.    

En base a los anteriormente señalado, puedo decir que EGU es una persona muy observadora, que rápidamente capta tus cualidades y desempeño, recurriendo a ti cuando las circunstancias lo ameriten. Sus años en Cancillería le sirvieron para tener una idea definida de la institución, que atravesaba en ese momento por su época dorada, contando con un cuerpo de funcionarios con formación de primera línea, y que no teníamos que envidiarles nada a otras cancillerías como Itamaraty (Brasil), por solo mencionar una de las más relevantes en America Latina.

Así fue su carrera diplomática, marcada por la constancia y dedicación que lo llevó a desempeñar posiciones de importancia gracias a su temperamento, su olfato y análisis de cualquier situación de la política internacional y saber llevar a cabo una negociación hasta las últimas consecuencias.

Sin embargo, el cambio de siglo, significó un hecho definitivo para la mayoría de nosotros. Con la llegada de Hugo Chávez a la Presidencia estábamos consientes que nuestras carreras estaban en observación. Desde un primer momento dejamos muy claro, al señalar, que éramos funcionarios de Estado y no de Gobierno. De esta manera, la nueva administración sabía a qué atenerse con gran parte del personal de carrera del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Hay que reconocer, no obstante, que algunos de los primeros Cancilleres de la era Chávez comprendieron la necesidad de contar con un personal que tuviera experiencia en el área diplomática, razón por la cual desde José Vicente Rangel hasta el fundador del PPT, Ali Rodríguez Araque, pasando por Jesús Pérez “el hermano de Chávez” todos ellos se dejaron asesorar por los funcionarios diplomáticos, en cada una de las áreas.

Con la llegada de Nicolas Maduro a la Cancillería, se produjo un cambio de paradigma y comenzó una verdadera “caza de brujas” con aquellos que nos habíamos mantenidos sin identificarnos con la ideología del denominado Socialismo del Siglo XXI.  Nos encontramos en una encrucijada: adaptarnos al sistema o estar conscientes que la Cancillería utilizaría diversas modalidades para limpiar al Ministerio de funcionarios considerados “no confiables”. Poco a poco, por diversas vías, fuimos siendo relegados, incluyendo la presión psicológica, para que nosotros mismos tomáramos la decision de irnos.

Algunos aparecimos en una lista publicada en Ultimas Noticias un domingo de 2006 y al indagar en la Dirección de Personal nadie daba razón al respecto. Muchos ya habían solicitado su jubilación, como fue mi caso, mientras que otros negociaron y terminaron acogiéndose a una forma de jubilación conocida con el nombre de “Cajita Feliz”, en la cual Norman Monagas estuvo muy activo y realmente consiguió un mejor trato que lo que nos dieron a los de la publicación periodística. 

En el caso de Edmundo, no sé exactamente cuándo se jubiló, pero, al igual que buen número de nosotros pasó a formar parte de ese grupo execrado por el entonces Canciller Maduro. Se dedicó entonces de lleno a la Mesa de la Unidad Democrática, contando con la participación de muchos de nosotros salidos de Cancillería. También le dedicó, parte de su tiempo, al Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro, presidido el Dr. Ramón Guillermo Aveledo, que de manera permanente realizó conferencias para analizar la problemática nacional, así como temas internacionales. De igual manera, siguió muy activo con el Grupo Ávila.  

Las actividades del Instituto Fermín Toro no se paralizaron durante la pandemia, efectuando múltiples conferencias, vía online, continuando de esta manera su labor de denuncia permanente de las acciones gubernamentales, así como de análisis y divulgación de temas de gran importancia para la sociedad venezolana.

Así fue trascurriendo el tiempo, coincidiendo en algunas actividades de diversas naturalezas, relacionadas con nuestra trayectoria diplomática. Cual fue nuestra sorpresa, y de muchos venezolanos, al aparecer el último día de inscripciones de candidatos como el candidato “tapa”. Una persona con un alto prestigio en el mundo diplomático, sin la condición de ser un líder político propiamente, desconocido por los sectores populares, pero que había sido escogido por diversos sectores por su condición de ser una persona que cumpliría, en principio, la condición de “cuidar” el puesto, mientras que el gobierno permitiera la inscripción definitiva de un candidato de la Mesa de la Unidad Democrática.

En el momento en que los verdaderos partidos de la oposición tuvieron que hacer la escogencia definitiva, EGU logró aglutinar el consenso necesario de todos los grupos que trabajaban a favor de una candidatura que representara una nueva imagen, con miras a enfrentar la maquinaria gubernamental, contando con el respaldo de una gran líder como MCM.

No hay duda, que EGU emana seguridad y su triunfo servirá para darle una nueva imagen al pais, tanto a nivel nacional como internacional, permitiendo que se restablezca la confianza, después de más de 24 años de seudo democracia, de hambre, de persecución, de engaños, de corrupción y de control de todos los poderes públicos.

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Su elección permitirá que Venezuela recuperar vínculos con una parte significativa de la comunidad internacional, y al mismo tiempo llevar a cabo un proceso de sincerar nuestras relaciones, en un plano de igualdad, con países muy allegados a la actual administración. 

Es evidente, que Edmundo no tiene la varita mágica para la solución de todos los problemas de un día para otro, pero si abrirá las puertas para que el pais se enrumbe por la verdadera ruta democrática y de la restructuración de la economía. Él es un verdadero negociador, una cualidad que necesita en los actuales momentos el país, para buscar los medios de superar la difícil situación por la que atraviesa Venezuela y la tarea de sentarse en una mesa con los sectores chavistas, a quienes ha calificado no como sus enemigos sino como sus contrincantes políticos.

EGU ha hablado, a través de sus entrevistas, con sinceridad haciendo una serie de señalamientos claves para el futuro devenir del país, llamando a la conciliación de todos los venezolanos. La mesa está servida para que el 28 de julio vayamos masivamente a votar por el candidato de la Unidad y al mismo tiempo evitar, en gran medida, todas las componendas que Maduro y sus allegados están maquinando para permanecer en el poder indefinidamente. 

EGU presidirá un gobierno que tiene un programa, Tierra de Gracia, elaborado por un equipo conocedor de la realidad nacional. Es la única formar de terminar con todos estos años de pesadilla.

Que se podría imaginar Maduro que, de la Cancillería, esa institución que él contribuyó a destruir, como la ha hecho con el resto de pais, surgiría un candidato que en estos momentos lidera las esperanzas de Venezuela para deslindarnos, definitivamente, del nefasto Socialismo del Siglo XXI.

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