Gobierno “innombrable”
Escrito por Antonio José Monagas | X: @ajmonagas   
Sábado, 20 de Enero de 2024 01:00

altCalificar de “anónimo” a un gobierno, pareciera saltarse la tipología que la teoría política utiliza para clasificar a los gobiernos según su tendencia política,

orientación económica, disposición social o condición cultural, principalmente. Aunque las realidades dan cuenta de que el comportamiento, naturaleza o proceder de los gobiernos actuales, supera la tipología convencional pautada por la Ciencia Política a fin de categorizar su carácter o modalidad de gestión asumida.

Son diversos y complicados los problemas que padecen los gobiernos (corrupción, opacidad administrativa, ausencia en calidad de gestión, niveles de desempleo y pobreza, desequilibrio de poderes públicos, envalentonamiento, etc.) Aunque también, se toman en cuenta intereses, corrientes políticas, anormalidades, descréditos, acusaciones y circunstancias que incomodan sus praxis.

No obstante, ninguno escapa a verse encerrado o asediado por tentaciones, exigencias o conductas que los define e identifica dentro del rango o baremo de conflictos utilizado para situarlos comparativamente entre el resto del mundo. Y, por tanto, distinguirlos en función de las caracterizaciones que marcan sus dinámicas políticas, económicas y sociales, fundamentalmente.


Realidades que califican

Se habla de gobiernos que calzan con modelos autocráticos, fascistas, opresores, demagogos, populistas, autárquicos, bélicos, abusivos, explotadores. En fin, cuantos adjetivos existen para apartarlos del ámbito de lo que cabe en un “buen gobierno”.

Aun así, pese a los esfuerzos que buscan rebatir las acusaciones, los hechos los incriminan. La metodología empleada por organizaciones dedicadas a revisar el comportamiento de los gobiernos que corresponden a las principales naciones del mundo político, social y económico, es irrefutable. De esa manera, se determinan resultados que muestran problemas relacionados con la corrupción, el estado de derecho, rendición de cuentas, efectividad gubernamental, estabilidad política, violencia nacional y calidad regulatoria.

Sin embargo, hay naciones cuyos vicios lucen bastantes fortalecidos por el ejercicio abusivo del poder. Esos países terminan condenándose a sí mismos por cuanto sus asomos y actos delictivos o contrarios al ordenamiento jurídico regular, configuran aberraciones legales y públicas propias de cuestionarse. De tal forma que resulta difícil situarlos o identificarlos en el marco político, económico y social que pauta la justicia y el Derecho Internacional.


Resultados insólitos

Son naciones cuya gestión política, económica o social no tienen cabida en el conjunto de países democráticos. Tampoco pueden verse como dictaduras o tiranías. Su comportamiento es el arreglo mal realizado derivado de una sintomatología reveladora de cuanta rareza politológica se tenga conocimiento exacto.

En medio de tan extraña mezcla de conductas, se tienen gobiernos compuestos por pandilleros, narcotraficantes, ladrones, corruptos, incompetentes, ignorantes, torturadores, soldadescas, tahúres, desvergonzados indignos, abusadores, sádicos, pedófilos, cínicos, resentidos, acaparadores, fanáticos, pederastas, entre otros igualmente trastornados. Es decir, gente sin formación para gobernar, sin calificaciones serias. Quizás, gente dada a dar órdenes sin fundamento alguno. Personas vengativas, retrecheras, sumidas en el odio, demagogos de oficio, condición y talante.


¿Gobiernos que no gobiernan?

Son gobiernos que bien calzan un parecido con organizaciones politiqueras encauzadas por intereses populacheros regidos por negocios turbios. O por la exfoliación desnuda, por la expoliación en desbandada, o por la extorsión como criterio de gobierno y el chantaje continuo.

Son gobiernos para los cuales no hay una denominación que corresponda con el carácter desviado y degenerado de actuaciones promovidas por las emociones retorcidas de gente que aplaude por mera adulación la imposición de políticas de descomposición de valores morales. Es decir, de políticas excluyentes y sectarias.

En esos gobiernos carentes de nombre, la “anomia” se convierte en la ruta más inmediata para justificar que grupos sociales afectos al poder se salten las normas en nombre de la lealtad, la revolución y la patria. Por eso, a esos gobiernos, que no son más de lo que los desarreglos ordenan, les asienta bien el calificativo de gobierno “innombrable”.


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