Dicho todo en apenas siete palabras
Escrito por Dr. Abraham Gómez | X: @fabrahamgr   
Martes, 23 de Abril de 2024 10:35

alt(Delta del Orinoco, 23 de abril de 2024). En la literatura contemporánea, Augusto Monterroso se dio a conocer como gran fabulista o “genio de lo breve”.

Doblemente bueno, diríamos en frase común; fue un encantador de la frase, la historia y el género literario sin muchas palabras; además, incursionó en la tradición de la fábula para renovarla y adaptarla a la sátira y la parodia modernas.

A veces, los vocablos o las frases no dicen todo cuanto la idea encierra; porque, en verdad la realidad se vuelve escurridiza, elusiva o inatrapables.

Digamos, además, que las cosas del mundo real o imaginario no se dejan congelar en étimos, vocablos o conceptos; porque, los significantes apenas intentan dar cuenta de pedazos existenciales. No dicen todo cuanto la idea encierra.

Hay que dejar bastante para la inacabable imaginación.

El filósofo Bergson sugería (y clamaba) para que al escribir no congelemos la vida; que apenas, nos zambullamos en las existencias y salgamos a flote a bocetear lo imprescindible con algunas figuras literarias, que no lleguen a desnaturalizar la esencia vital.

La realidad prefiere que quienes se aproximen, con intención de aprehenderla en escritos, apelen a las insinuaciones descriptivas, a las metáforas, a las borrosidades para decir o callar.

Si de escribir la realidad se trata también es admisible el uso de las metonimias; ese fenómeno de cambio semántico por el cual se designa una cosa o idea con el nombre de otra; sirviéndose de alguna relación semántica existente entre ambas.

Prestemos atención, por un instante, a lo siguiente: hasta ahora, el cuento más corto de la literatura contiene apenas siete palabras: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.” Ese es el cuento. Allí está dicho todo. Ni más ni menos.

En estas siete palabras está contenido todo el discurso que su autor el guatemalteco Augusto Monterroso quiso expresar.

Es un ardid valioso, para concitar la lúdica en este género lingüístico.

Sí, todo el texto en apenas siete vocablos. ¡Increíble...!

Nace así toda una constelación reflexiva para pensar y elucidar a partir de estas siete palabras.

Ese cuento siempre ha constituido una provocadora insinuación, tal vez invitación, para ahondar nuestros pensamientos, con sentido crítico.

Pero a pesar de su brevedad no por ello resulta ser un cuento simple y sencillo; más bien, su cortedad exige un análisis concienzudo para determinar con certeza qué fue lo que nos quiso decir este cuentista.

Requerimos afinar el análisis, agudizar nuestra perspectiva para develar las categorías filosóficas que sirven de estribaciones a Monterroso para la construcción de este fino texto; más aún, intentar pesquisar, en la medida de nuestras posibilidades, cuál es su eje argumentativo central.

Gabriel García Márquez, refiriéndose a la obra de Monterroso escribió: "Este libro hay que leerlo manos arriba: su peligrosidad se funda en la sabiduría solapada y la belleza mortífera de la falta de seriedad".

En verdad, ha habido siempre prosas hermosas que contienen a lo interno de su constitución sígnica un inmenso mar de poesía, o suficiente poesía que se puede vocear como prosa.

El cuento que aludimos de Monterroso se ha vuelto a nuestro parecer tan versátil que vale tanto como una hermosa poesía desplegada en prosa.

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