La Universidad y su voluntad democrática
Escrito por Claudio Briceño Monzón | @CabmClaudio   
Domingo, 14 de Enero de 2024 00:00

altLos universitarios venezolanos tenemos la voluntad de participar en la reconstrucción del país, en todas las tareas capitales

“El principio de libertad en la universidad es indispensable para la búsqueda del saber que no puede ser sometido ni condicionado.

La libertad académica está asociada al pensar autónomo y crítico.

La libertad académica se gesta a instancia de las sociedades que requieren de instituciones de pensamiento crítico, independiente y divergente,

aunque ésta se oponga a la sociedad misma formalmente establecida.”[1]

 

En Venezuela, la democracia representativa que se desarrolló entre 1958 y 1999 fue el logro de un movimiento político que unificó la exigencia de reivindicaciones y que fue víctima -entre el 48 y el 58- de la persecución sistemática por parte de los medios represivos del Estado (la policía y la denominada Seguridad Nacional). Al finalizar el proceso dictatorial en enero de 1958[2], se alcanza la libertad democrática y se inicia una nueva etapa de poblamiento que conllevará la modernización urbana. El armazón geográfico del país contó con el aprovisionamiento e innovaciones de materias primas de consumo, posibilitando un importante sector de exportaciones petroleras y mineras. Esta generosidad de nuestro territorio permitió el arraigo del venezolano en la dinámica de acción sobre el espacio. Desafortunadamente, hoy -dadas las malas políticas que nos han conducido al agotamiento económico y moral- muchos venezolanos no tienen en la tierra un motivo suficiente para pertenecer.

Históricamente, las Universidades han sido instituciones llamadas al servicio del país y les atañe asistir -según el Artículo 2 de la Ley de Universidades- en la solución de cuestiones nacionales a través de la recomendación de la actuación del Estado mediante su colaboración científica, humanística y artística. Desde ese rol, han transmitido a los venezolanos que la democracia es el fundamento del orden político y social con el que se rigen los ciudadanos a través del respeto a los derechos y las libertades humanas. Es un régimen político que requiere un contexto para certificar su autonomía y la igualdad política de los ciudadanos, y es en este punto donde su contenido normativo no puede extraviarse.

Democracia es Libertad, consideración de los Derechos Humanos, legitimidad de las instituciones, orden jurídico confiable. Estas son las premisas del orden democrático: a partir de ellas, la democracia puede ofrecer otras conquistas. La prioritaria de todas es la sensibilidad social del sistema. Como ningún otro régimen político, la democracia ofrece las posibilidades de su propia reforma.

No obstante, aun cuando constitucionalmente Venezuela es una democracia desde 1958, en la práctica lo que predomina actualmente es la recentralización del país, la persistencia de un sistema electoral con bajo o nulo nivel de competencia, un sistema político unilateral y clientelar y un poder ejecutivo con atribuciones absolutas que actúa como árbitro ante unos poderes judicial, legislativo, electoral y militar rendidos a sus intereses dominantes. Esto hace que los ciudadanos no puedan combatir democráticamente para recuperar la dirección del país. De hecho, todos estos elementos imposibilitan su re–democratización.

Actualmente, en Venezuela desempeñar cualquier cargo público es un acto de solidaridad con la sociedad. Es triste como la mala administración del país y de su renta petrolera ha empobrecido sistemáticamente todos los sectores socio económicos y la mayoría de la población del país. Hay un ejercicio comparativo que nos puede reforzar y pedagógicamente ilustrar la destrucción sistemática de la estructura de los empleados públicos que han visto desmejorar sus condiciones en la proporción contraria que le sucedió al estamento militar, que pasó de 350 generales a más de 5000. Así ha pasado, contrariamente, con el salario de los profesores; que se han vistos disminuidos de más de 1500 dólares a menos de 20. Tal parece que seguirá siendo mucho más lucrativa la carrera militar que la universitaria. La mayoría de los venezolanos no tenemos motivos ni inspiración para profesar nuestro sentido de pertenencia. Gran parte de nuestra población ha emigrado por no existir bienestar para todos los ciudadanos, lo que es el fundamento del sentido de nación. 

Por otra parte, en un país donde se ha consolidado un régimen cívico militar sin alternancia del poder, la discusión democrática resulta estéril en casi todas las agrupaciones gremiales. Desafortunadamente, la inexistencia de elecciones ha implicado que en casi todas las instituciones se hayan normalizado los usos autoritarios. En esta realidad, más allá de la incuestionable vocación, ser profesor universitario sin sueldos justos y sin estímulos académicos y económicos de ningún tipo, hace que cada día sea más difícil seguir luchando por la recuperación ciudadana de la democracia. Desde esa perspectiva, vemos con mucha tristeza la renuncia de algunos profesores a los cargos de dirigencia gremial y miramos con suspicacia la actitud de otros, que reprochan sistemáticamente todo lo que se intente hacer y no contribuyen a reencontrar el camino de la universidad y del país. Es muy fácil criticar desde un escritorio y no ayudar de forma pragmática a generar las soluciones necesarias para generar un cambio en la universidad. Los profesores universitarios, también con el ejemplo de nuestras prácticas, debemos ser el pilar fundamental de la sociedad para recuperar el Estado de Derecho y todos los fundamentos de nuestra democracia.

Así observamos con angustia la continua emigración de nuestros colegas profesores, la cual presumiblemente seguirá incrementándose. Pareciera que hemos regresado a 1920, a la época en que don Rómulo Gallegos nos planteaba a través de la ficción en su distintiva novela Reinaldo Solar, que somos un país con vocación migratoria:

"Es necesario emigrar.

Era la consigna que pasaba de boca en boca y que había venido pasando de generación en generación, como en la inminencia de un peligro general. Lo decía el bracero sin oficio, el industrial y el comerciante que se afanaban en un trabajo ímprobo, el capitalista que veía en peligro su hacienda, el intelectual que atesoraba los más puros valores espirituales y vivía temeroso de encontrar un día violentada y prostituida su riqueza.

-Es necesario escapar.

Era el estribillo de todo un pueblo que quería disgregarse, así como el ruido desacorde que advierte en el funcionamiento de una maquinaria la inminencia de la rotura de la desintegración."[3]

Un siglo ha pasado y los venezolanos hemos retomado nuestra disposición, esta vez menos anhelada, de emigrar del terruño en búsqueda de la paz esencial para alcanzar la seguridad plena y la básica sobrevivencia. Mientras una Universidad sin elecciones en un régimen dictatorial, es una de las condiciones por las cuales cualquier cambio en el país es una misión imposible y la renuncia a un cargo universitario es lamentada más que antes en una institución que siempre ha buscado vencer las sombras en un tiempo de oscuridad.

En este sentido, las discusiones bizantinas en las redes sociales no logran sino fragmentar nuestro sentido institucional. En el caso universitario y a primera vista, no pueden llamarse democráticas ya que no plantean salidas a las múltiples problemáticas que afectan sistemáticamente nuestra existencia.

Nuestra comunidad necesita una elección de nuevas representaciones en todos sus organismos de gobierno y cogobierno, y en tiempos autoritarios esos procesos son aún más difíciles de concretar. Los participantes de foros digitales deberían perseguir la participación ciudadana de nuestra comunidad universitaria desde la búsqueda de soluciones a las necesidades de bien común, y no desde la instigación al conflicto.  Pero las prácticas del gobierno nacional, selectivas e impositivas de políticas de pobreza generalizada, han logrado crear en nuestra universidad polarización y desidia por igual, que no alcanzan a canalizar las soluciones sino todo lo contrario, generan luchas internas sin sentido entre nuestros profesores. Como diría el gran Rafael Cadenas:

“Hoy lo revolucionario es conservar ¿qué? pues todo aquello indispensable: la tierra, el agua, el aire, el idioma, las instituciones, la democracia, la libertad, la convivencia, la pluralidad. El alma es naturalmente plural… Y todo eso va junto.”[4]

Los universitarios venezolanos tenemos la voluntad de participar en la reconstrucción del país, en todas las tareas capitales que nos llaman a un verdadero sistema democrático. Pero muchos universitarios sentimos que, también en lo interno, estamos viviendo en un régimen que eleva la mediocridad a las posiciones de mando y subordina a personas capaces que se han preparado muy bien y que tienen las manos atadas por la falta de alternancia. Un sistema democrático que no logra capitalizar la participación de sus ciudadanos en el deseo insigne de trabajar por el bien común, es un sistema que está reduciendo los recursos humanos, estimulando la emigración y creando una sensación de frustración y de parálisis muy palpables. Antes no estábamos preparados para administrar tanto dinero del “chorro petrolero”, hoy no estamos preparados para administrar tanta penuria multidimensional y tanta pobreza de pensamiento.

  

Notas

|*|: El autor es Doctor en Historia por la Universidad Nacional de La Plata–Argentina. Magister en Historia de Venezuela por la Universidad Católica Andrés Bello. Profesor Titular de la Escuela de Historia, de la Facultad de Humanidades y Educación, de la Universidad de Los Andes ULA, Mérida-Venezuela. Jefe del Área de Geografía Departamento de Historia de América y Venezuela ULA. Coordinador de la Catedra José Manuel Briceño Monzillosobre Estudios de Ciencias Sociales, Universidad de Los Andes. Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela por el estado Mérida.

[1] Aníbal León. “Universidad, globalización y especialización.” En: Actual (Revista arbitrada de la Dirección de Cultura, Universidad de Los Andes, N45. III etapa, enero–marzo 2001, pp.187-196, p.195   

[2] “…a partir de 1958 concuerdan la ley y el funcionamiento institucional, en la consagración de un sistema democrático formal. Los requisitos de la constitución se cumplen en la conformación del sistema de gobierno. Puede pues afirmarse que el largo debate de cien años de duración entre el gobierno de la Constitución escrita y el gobierno real, cerró sus páginas históricas con la apertura en 1958 del nuevo ciclo de la democracia formal.” Tomás Carrillo Batalla. Historia crítica del concepto de la democracia (Tomo II). Caracas: Monte Ávila Editores C.A., 1983, p.65

[3] Rómulo Gallegos. Reinaldo Solar. Madrid: Aguilar, Segunda Edición, 1959, pp.105-106 

[4] Rafael Cadenas. Lección Inaugural. Mérida: Ediciones Actual, 2010, p.15

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