Yo me pregunto que pasará el día después. Tal vez sea mi afán planificador, esa compulsión de control que llevo por dentro de tratar de prever cada una de las consecuencias de la acción de hoy. En alguna parte leí “si quieres saber que pasara mañana mira lo que haces hoy”. Si aplico eso a lo que está pasando en la política de Venezuela lo que pasará mañana es un caos, porque lo que estamos haciendo hoy es no planificar, y eso lleva al caos.
Nos han hecho creer que el 26-S es el día de gloria; el día en que se acabaran todas nuestras penas y le daremos a probar el sabor amargo de la derrota al que no nos ha dejado probar el dulce de lechosa en los últimos 11 años.
En estos últimos 11 años que llevamos esperando ese día de gloria en que volvamos a la democracia, al orden establecido, a la independencia de poderes que garanticen la seguridad individual y de las instituciones. Pero inexorablemente llega el día prometido y los resultados no son los esperados, no hay gloria, no hay alegrías ni celebraciones, no hay dulcito de lechosa.
Un gran analista político dijo que en esta coyuntura cada uno tiene que asumir el papel que le corresponde, los empresarios generando economía, la iglesia conciliando, los políticos haciendo política y la sociedad civil conviviendo y las fuerzas del poder poniendo orden. Hay funciones que cumplir en cada ámbito. Pero a cada uno de estos me gustaría darles una dosis de la pastilla del día después. Esa que nos hace pensar que “qué pasa si…”, y aquí es donde me detengo.
Nos han dicho que si todos votamos el 26-S lograremos quitarle la mayoría en la Asamblea al partido de gobierno. Es posible. Pero qué pasa si ganamos y nos quitan el poder de esa asamblea.
Aparte de vendernos el 26-S como la panacea, el mágico día del dulce de lechosa y en el cual comenzaremos a recuperar nuestro país al lograr el rescate de la mayoría parlamentaria, no hemos pensado que pasará cuando el gobierno nombre un supra-parlamento, una asamblea constituyente, le den al ejecutivo poderes especiales para legislar o se invente cualquier otra institución que esté por encima de la asamblea que se elija y donde ya no tengan mayoría.
Ha venido pasando y como dice el Ciudadano “no pasa nada!” Ya paso en las últimas elecciones parlamentarias. Nos convencieron que estaban amañadas y que no participáramos, nos convencieron que el adversario era tramposo y que lo mejor era retirarse, y obedecimos a pies juntillas. No votamos, ganaron sin necesidad de hacer trampa porque nosotros no participamos, pero ganaron. El problema de nuevo fue no planificar el día después. Siguió pasando cuando le nombraron a Caracas otra Autoridad por encima del Alcalde Antonio Ledezma. Está pasando en el Táchira con la designación de Consejo de Gobierno Revolucionario que es una estocada contra Pérez Vivas y el pueblo del Táchira
Se debió estructurar un plan completo que declarara la asamblea elegida como espuria, el CNE como no válido y sus resultados nulos. Pero aceptamos a la Asamblea así elegida, aceptamos las leyes que dicta, contestamos sus preguntas cuando nos interpelan, la respetamos tanto que hasta nos afanamos en ir hasta allá a elevar nuestras quejas y nos enojamos cuando no nos dejan.
Debemos preguntarnos que pasará el día después. Imaginarnos el dulce de lechosa del 26-S, pero también el amargo de la venganza de los días después cuando se ideen maneras de desviar la voluntad popular tal y como se ha venido haciendo en muchos otros momentos.
¿Qué  se hará con el desencanto de una población a quien se le prometió el paraíso para luego encontrar nuevamente el engaño?. ¿Quién recogerá los vidrios rotos de decisiones desacertadas?
Ojala este clamor de planificar el día después llegue a oídos que sean capaces de tener en sitio las acciones que se requieran para hacer valer nuestra elección (pero no como aquel que dijo “Gano y Cobro” y después no hizo nada) y que la pastilla que nos tomemos el día después sea de vitaminas para que con energías renovadas emprendamos la reconstrucción y no la pastilla amarga que borra todo lo logrado en un momento de pasión.