A Albornoz no le tembló el labio, ni siquiera parpadeó, para afirmar que la decisión de aceptar a Henri Falcón en el partido Patria Para Todos era irrevocable. Tampoco pestañeo cuando el lunes en cuestión de microsegundos, avisó al país que se había aceptado la solicitud de Falcón para integrarse a las filas del partido. Es evidente que las decisiones y los pasos que dieron estaban cocinados de antemano y por supuesto mutuamente aceptados.

Chávez soltó a su jauría para que le dijera a los rebeldes del mal que morirían. Las águilas estuvieron cazando moscas, hablando cuanto se les ocurría del ya conocido, anticipado y hace tiempo descubierto traidor de la revolución. Cilia y Escarrá lo advirtieron: “Sí Patria Para Todos acepta a Henri en sus filas, también serán considerados traidores, por extensión”.

Tengo la plena certeza de que vienen otros “Falcones” en camino, bien porqué ya fue planificado, bien porqué se montarán en este autobús de nueva manufactura, que aparece en escena en un momento muy difícil para el chavismo. Esa represa está haciendo agua por una fisura, que crece a un ritmo incontenible. Chávez y los suyos tienen tiempo haciendo llamados a la unidad, con una fuerza que lucía desmedida, pero ahora, los que estamos afuera, entendemos la razón. El mal que  llevan en lo profundo comenzó a salir a la superficie.

La lectura del evento de separación de Falcón abre una página nueva en la que se señala un nuevo camino. Vale decir que se establece una corriente, que dice apoyar a Chávez y a la revolución, habla de un socialismo progresista y de inclusión, reniega de la posibilidad de militar en el partido “Unico” de la revolución y llama con vehemencia a una forma de gobernar contraria a lo que el líder único nos muestra todos los días. ¿Con qué se come esto? Me he preguntado en las últimas horas, para poder encontrar una respuesta sólida.

Yo diría que esta es una implosión de chavismo, de tipo “Light” y en cámara lenta. Es una formula que envía un mensaje a las bases chavistas, que han estado hablando de revolución sin destrucción, de gobierno sin corrupción, de liderazgo sin abuso y de socialismo sin perdida de la propiedad individual. Es, a mi entender, la construcción de un mensaje que nos arrope a todos, incluyendo a una gran cantidad de venezolanos que está más al centro que en los extremos y que no ha encontrado voces que definan el mensaje que quiere escuchar. Este mensaje, es el que la tradicional y vetusta oposición venezolana, no ha sabido encontrar y se presenta ahora en boca de quien intenta consolidar a su alrededor una masa critica que proyecte un nuevo sentido a la decadente revolución. A ese árbol le nacerán frutos.

Venezuela ha recibido en una década una inyección de madurez política que no alcanzaremos a entender en el transcurso de esta generación. Lo entenderá la historia cuando veamos esta década desde el futuro que nos espera. Los últimos diez años, nos han conducido por el camino corto a convertirnos en una nación que siente las bases de su actuación en un verdadero socialismo, visto desde la óptica de la responsabilidad social compartida y de la capacidad de generar riqueza para compartir, no desde la progresiva cubanización de nuestras vidas, que por suerte, perdió toda posibilidad de avanzar en nuestra nación. Vienen más “Falcones”, se los aseguro.