Los partidos por encargo
Escrito por Freddy Marcano | X: @freddyamarcano   
Martes, 21 de Junio de 2022 00:00

altTodo movimiento que aspire a ser partido, simplemente, debe serlo.

No hay otra manera de trascender a un mero movimiento electoral, porque – además – no ha habido elecciones limpias en las últimas décadas capaces de promover cualquier iniciativa ciudadana.  Es más, no necesita de un inmediato reconocimiento del órgano electoral que está en manos exclusivas del PSUV, si existe la fuerza y tiene el impacto necesario en la población. Por ello, los partidos no se decretan, jamás nos cansamos de decir. El gobierno que los crea, al terminar, sale del partido que creció a la sombra de los reales y de los medios públicos de comunicación.

La casi totalidad de los partidos venezolanos son de un muy escaso patrimonio, con excepción  de los que se formaron en el siglo pasado que poco a poco lo han ido perdiendo. De igual manera, es cierto, que el Estado, únicamente, financia a los maduristas y, anteriormente, a los chavistas; en el caso de la oposición poco se puede esperar sobre los recursos que se necesitan hasta para mantener la continua comunicación digital, pues sabemos que, desde el comienzo de la revolución, se recortaron todo tipo de recursos a las organizaciones políticas para, simplemente, ahogarlas y controlarlas. Los alacranes son otra cosa pero, en definitiva, nunca de la oposición real. 

Ahora bien, sobran los partidos que no tienen estructura, organización y, lo peor, tampoco mensajes ni, por supuesto, dirigentes.  Por lo general, las redes sociales los encubren. Cuatro gatos y un buen diseñador gráfico resuelven todo a través de Twitter e Instagram, las cuentas de mayor impacto político en el medio urbano frente a Facebook. Estos partidos tratan de colarse en cuanta elección hay y, a veces, logran un cambur municipal o parlamentario, pero no se les oyen a los concejales ni a los diputados: cobran sin trabajar. Únicamente hay una voz: la del vedetismo. Todo gira alrededor del creador de la organización o dueño,  experto en poses.

Hay vedetismo, no liderazgo político. Por muchos años que tengan a cuestas, son incapaces de generar dirigentes o mantenerse fieles con el tiempo. Están muy lejos de ser partidos de masas, ni tampoco de ser partidos de cuadros como se ufanan.  Tienen dirigentes nominales a nivel nacional o regional completamente desconocidos y simplones, pues no mueven a nadie. Entonces, no puede hablarse de cuadros y, menos, de un partido de cuadros.  Actúan como si fuesen una franquicia. Lo único que les queda en el horizonte es mercadearse hasta donde sus recursos lo permitan,  y llegar, incluso a vender la tarjeta en unos comicios, si es que la consiguen. Pero no es fácil tenerla. Por mucho que se diga, deben demostrar que son partidos. 

Y, así, comienzan a contratar a quienes puedan ayudar a parapetarlos. Se convierten en partidos del outsourcing. Si faltan dirigentes, contratan a quienes pueden reclutar a un mínimo, y van contratando repartiendo banderas y recogiéndolas. Si falta discurso mediático, contratan a quienes les puedan montar un acto de alguna trascendencia. Están en el medio social pero no encuentran, después de varios años, sacar siquiera una candidatura a un centro de estudiantes o a un gremio profesional. Se esmeran en hacerse de un portafolios de presentación y tocar las puertas de diferentes organizaciones internacionales de derecha e izquierda para ver cómo los aceptan y les consiguen unos dineritos.  Por cierto, se acercan a organizaciones internacionales quienes sorprendidas en su buena fe, otorgan beneficios económicos y apoyan a dirigentes o supuestos dirigentes que nadie conoce. 

Así encontramos la actual diversidad de partidos en Venezuela, unos se forman por encargo y otros son, simplemente, el reflejo de la gran descomposición sociopolítica  que por años hemos tenido; son producto de los aspectos del espectro social, que si en algún momento no recuperamos, será cuesta arriba retomarlo. Seguiremos insistiendo, resistiendo y persistiendo en la visión de una Venezuela libre, soberana y capaz de manifestar sus diferencias políticas a través de movimientos que logren crear nuevos partidos políticos que, realmente, reflejen el pensamiento de justicia y libertad en democracia, como fueron esos grandes partidos que le dieron progreso y democracia a nuestro país.


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