De una enferma neutralidad
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 28 de Febrero de 2022 00:00

altLa sola presencia del presidente ucraniano,  Volodímir Zelenski, en la primera línea de combate, ha levantado admiración

“Afirmaciones o diagnósticos que no podían

 rebasar los límites de mero enunciado 

sin valor probatorio para quien, como yo, 

había conocido a Carlos cuando ya era el 

Carlos de ahora, un hombre sujeto a impulsos 

contradictorios que, dentro de una general 

tendencia a neutralizarse mutuamente, 

explicaban sus altibajos, una inestabilidad cuyo 

intrincado origen, si se me pidiera que 

también lo explicase, tendría que inventarlo”

Luis Goytisolo (*)

Ocurre con toda guerra y escaramuza: luce imposible invocar y sostener una postura de absoluta neutralidad personal, yéndose al demonio aquellos principios y valores que nos sostienen o dicen sostenernos. La consabida invasión rusa,  trastocada en indecibles imágenes y videos  que revienta la telefonía portátil,  nos fuerza a adoptar una determinada postura por muy lejanos  que creamos los acontecimientos de inevitables consecuencias en este lado del mundo.

La sola presencia del presidente ucraniano,  Volodímir Zelenski, en la primera línea de combate, ha levantado admiración, prestándose para satirizar a nuestra dirigencia opositora, aunque la intuimos tan decisiva para levantar la moral de las tropas, moviéndose  en líneas más seguras al tratarse de la conducción política de la guerra. Los tristes eventos actualizan nuevamente nuestro talante, permitiéndonos un enunciado que tiene por remoto origen el populismo petrolero: corear la opinión mayoritaria, ya que si la nuestra fuese contraria, mejor sería hacerse el gafo para no comprometerse (término clave), arriesgando favores, prebendas, privilegios o ventajas. 

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Heredamos aquella conducta impuesta por un modelo rentista que fue capaz de complacer  o satisfacer a muchos, diferente al latifundista de muy ayer, o al actual que confiará en las llamadas zonas económicas especiales,ambos destinados a las minorías. Puede notarse en la vida cotidiana, clickeando en las redes sociales que tienen un “me gusta” que permite cumplir exclusivamente con el amigo, vecino,  familiar,  copartidario, o  correligionario y, en lugar de precisar algo sobre el texto, evitando reproducirlo, se hace tributario de una vieja interpretación serrateana: “Yo me manejo bien con todo el mundo”. 

La faceta es muy distinta a la mesura, prudencia o moderación, políticamente peligrosa por escapista y utilitaria, ambigua y oportunista, condescendiente con aquello que se presume combatir. Llegamos muy lejos con el actual régimen, gracias a esa actitud que también se la presume invisible, desapercibida e inocua, considerando estúpido al resto de la humanidad.

Recordamos el pasaje de la vieja novela de Goytisolo, hallándolo fácilmente en la edición digital, como seguramente no hubiésemos podido hacer con el ejemplar físico que ya está ausente de nuestra modesta estantería: no hay una absoluta neutralidad existencial y de tanto probarla, las contradicciones corroerían a su portador en constante mudanza de opiniones, enfermándolo. Sin embargo, en perpetua pandemia, el asunto se convertiría en sistema político, como pasó en Venezuela;  y quizá,  por ello, nos sorprende tanto que haya ucranianos haciendo la cola para conseguir un arma y defender a su país, incluyendo a personas de notoriedad, al igual que rusos que airadamente protestan a Putin por arrastrarlos a una guerra, yendo presos, en lugar de irse del país o diligenciar una bolsa de comida. 

|*|: “Teoría del conocimiento”, Seix Barral, Barcelona, 1981: 111.

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