Del suicidio de una nación
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 22 de Julio de 2019 00:00

altNos adelantamos al vigésimo aniversario de un extraordinario texto de responsabilidad histórica, con la esperanza de suscitar alguna polémica.

Por cierto, la que nos obliga en el contexto de una definitiva ruptura política y cultural, tan enfermizamente postergada.

Todavía sobreviviente en las redes, Mario Vargas Llosa publicó un artículo intitulado "El suicidio de una nación", simultáneamente, en los medios de varios países, como El País de Madrid y, simpatizante del llamado chavismo, El Nacional de Caracas, el domingo 08/08/1999, generando descontento entre propios extraños, con las excepciones de rigor.  Ilustrándola, la Venezuela de aquél tiempo tuvo mayor interés por abrevar en "El oráculo del guerrero" de Lucas Estrella, desde que Chávez Frías lo publicitó en la campaña electoral,  presumido como un libro ahora empuñado por la buhonería, en lugar de hacerlo en "Caudillo, ejército, pueblo" de Norberto Ceresole, la primera radiografía cierta de sus intenciones y pretensiones.

El corajudo escritor apuntó a la decepción y frustración por la democracia, pero también a la incultura cívica de nuestra sociedad,  a propósito del entusiasmo que levantó la celebración de los comicios por una asamblea constituyente controlada por el naciente régimen, valga acotar, fruto de una triquiñuela entendida como toda una habilidad técnica para las postulaciones. No obstante, observaba que la experiencia contó con antecedentes, como la inmensa popularidad de los Castro, Perón, Fujimori o Trujillo, en su momento,  precisando que la comunidad internacional sólo tenía interés por el país petrolero,  importándole una higa (sic)  su futuro democrático y la misma disolución de la sociedad civil: Ignacio Quintana ("Vargas Llosa contra Chávez", El Nacional, 19/08/99), lo calificó como una agresión de mala fe del intelectual deshonesto y tarifado, argumentalmente inconsistente, citando como evidencia la pobreza y la miseria que no supieron de los 500 millardos de dólares que nos anegaron, catapultando al rebelde de buena fe que, por citar un caso, literalmente gozó del barril petrolero a cien dólares propiciando la tragedia humanitaria actual.

Vargas Llosa hizo un juicio severo y justo respecto a los dirigentes políticos que, además,  nos llevaron a despilfarrar "sumas de ciencia ficción",  incluyendo la elevada y sistemática importación de whisky, afianzando prebendas, privilegios y monopolios, dejando atrás algunas tentativas de rectificación, como la de desembalsar (sic), sugestiva expresión, los precios al principiar la década de los noventa.  Alfredo Toro Hardy ("Vargas Llosa y nuestros politólogos suizos", El Universal, Caracas, 19/08/99),  aseguró que el novelista no entendía nuestra realidad, añadida la amenaza del narcotráfico, por individualista.

El articulista denuncia a la autocracia populista que aspira a una sociedad que funcione como un cuartel, acaso, rememorando "La ciudad y los perros" que tan célebre lo hizo: era obvio, frente a la nación que dijo no verlo, el fenómeno imparable de la militarización de la administración pública y el intento de hacerlo con la educación. Por entonces, Germán Carrera Damas declaraba a Milagros Durán sobre el autoritarismo y la inexistencia de partidos fuertes para oponerse a la "tropa colecticia" (El Nacional, 06/08/99); a Jesús Sanoja Hernández le inquietaban los peligros del voto militar, en varias entregas que lo delimitaron al proyecto constitucional ("Lo que vendrá", ibídem, 9, 12 y 20/08/99); y, con mayor claridad, Aníbal Romero señalaba a las masas desguarnecidas y marginalizadas enfrentadas a la modernidad, el rentismo y la desnaturalización de las Fuerzas Armadas ("Trienio adeco y realidad chavista", ibídem, 11/08/99). 

En la muestra tomada, no se evidencia una convincente contrargumentación, acusado Vargas Llosa de ofender el gentilicio nacional de acuerdo a Hipólito Villacis Romero (Sección de Cartas, El Nacional, 17/08/99). Fanny Bello ("El asesinato de una nación", ibídem, 18/08/99),  lo cataloga de amarillista e ignorante, asegurando que "nuestra alegría caribeña nos permite la rebeldía a la cual él no está acostumbrado"; faltando poco, agrega: "Dar una mayor participación a los militares en la vida del país, muestra sólo el deseo de aprovechar al máximo a todo miembro útil", por lo que "ir más allá de esto, presumiendo que todos se van a convertir en ladrones, muestra una rara predisposición contra quienes tienen la misión de defender el territorio patrio".

Hoy, que está planteándose la reinserción venezolana al TIAR, el artículo 187-11 constitucional y la Responsabilidad de Proteger, notamos la anticipación que hizo al novelista respecto a un llamado a la ayuda internacional.  Earle Herrera, frente al "profeta de sus deseos", se burla porque pide que nos salven los gringos (El Nacional, 24/08/99). 

Fueron numerosas las voces que desconfiaron, criticaron y se opusieron a lo que genéricamente se llamó chavismo, contando con la brújula de los principios y valores, formación y convicción política e ideológica. Por entonces, a contracorriente, se alzó la garganta de Mario Vargas Llosa, valga el detalle, con quién  no quiso debatir Chávez Frías después de desafiarlo, por aquel estúpido subterfugio de "águila no caza mosca" al que recurría cobarde y recurrentemente. 

Veinte años después, le agradecemos al escritor su consecuente postura, sabiendo que él lo advirtió a tiempo. Entre sus antiguos detractores, los hay  resignados, arrepentidos y encubiertos, esperando éstos - aún en el amargo exilio de supervivencia - entrar de nuevo al circuito de los privilegiados a la menor oportunidad que les brinde una dictadura ya en escombros.  

 


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