Naturalmente, el chavismo está presente en las redes sociales. Por lo general, pocas veces los partidarios del gobierno nacional coinciden con los oponentes, por lo que la separación casi tajantemente de las comunidades virtuales ofrece otros indicios del mundo real que nos agobia. Empero, hay excepciones que igualmente alarman por la calidad del intercambio.

En efecto,  coincidiendo en grupos de un temario supuestamente inocente, neutral e incontaminado, surgen con prontitud las diferencias. Y éstas, casi en su totalidad, suelen dirimirse a través de la ofensa gratuidad, el vituperio, la difamación, la vulgaridad más atroz, aunque ha habido raros y  dignos casos de tolerancia.

Habitualmente, como si el líder no estuviese por largos once años ocupando Miraflores, sus seguidores acuden prestos, raudos y veloces a los celebérrimos 40 años, repitiendo la cartilla. Un debate que prospere sobre los elementos más objetivos posibles, luce como un antojo quimérico, pues la persona afectada suele desplegar toda artillería de descalificación ante el lacayo enemigo digital que tiene frente al monitor.

Claro está, hay opositores que ˆ igualmente ˆ alegan lo peor de su repertorio, pero no logran opacar a aquellos que intentan un cabal ejercicio de pacífica discusión. La política, por definición enteramente democrática, rinde tributo a una postmoderna simulación que bate en proporciones diversas, densas o ligeras, la bondad y la maldad que no sabe de dosis intermedias.

Probablemente ociosos, apostamos por una hipótesis nada descabellada: el defensor interneteano del gobierno nacional, cree hacer política cuando incursiona en terrenos donde despliega toda la violencia verbal de la que es capaz, en lugar de pulsar la opinión pública virtual, con distracción de sus altas funciones, bajo pseudónimo o con nombre propio. Nos referimos al empleado público que incurre en la temeridad de secundar a Chávez Frías fuere cual fuere el ámbito, intentando una legitimación moral de la quincena que percibe.

De modo que no versamos sobre los dirigentes, burócratas o contratistas de fuste, sino en los usuarios que muy bien buscan y encuentran a los traidores de la patria,  en las comunidades digitales que pueden versar sobre la música, la nostalgia caraqueña, el deporte, entre otros rubros que no requieren de la inmediata polémica partidista.   Usuarios chavistas incapaces de conceptualizar el raro socialismo en curso, seguros marchistas en todo sarao que súbitamente se convoque, tienen la necesidad de probar su adhesión ante otros de los compañeros virtuales de causa que es, en última instancia, la defensa de la quincena en medio del país devastado, desempleado y subempleado.

Los hay honestos, convincentes, coherentes, decididos y valientes, pero escasean. Sobran los que disparan  improperios a mansalva, creyéndose lúcidos en una disciplina de tan difícil fatiga creadora como es el insulto.

Asumiendo al resto de los mortales como agentes sumergidos en los salivares del complot golpista, propalan sus bytes corrompidos. Y, si fuere el caso, bien valdría recomendarles que se atrevan a militar políticamente,  con o sin el PSUV que sugiere algo más que el divertimento macabro, o ˆ simplemente ˆ callar, pues defienden una quincena., una prebenda, un privilegio que ˆ rápido ˆ los delata.


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