Todo ha cambiado. Los escenarios son distintos. Algo que meses atrás era imposible pensarlo hoy es una realidad. Una nueva realidad. Hay que insistir que los números cada día indican que la popularidad del presidente desciende. Hay problemas puntuales que cada vez agravan más la crisis de ingobernabilidad que padecemos. Y la retórica empleada para dar una explicación termina siendo un absurdo. Ya no se trata de convencer. Simplemente no existe una concordancia entre lo que se expone y la realidad que vive el pueblo a diario. Sería trillado reseñar lo que es obvio para los ciudadanos. Lo que se padece día a día en las ciudades, barrios y los diferentes sectores de la geografía nacional. Ya no es ni se trata de un lugar en particular.

De modo que ante esta situación el escenario que se vislumbra obliga a pensar en la necesidad de ir organizando lo que será el país sin Chávez. Dado que el cuento del líder imprescindible se esfumó. Lo que si se tiene que asumir es que lo que pudiera llamarse un nuevo escenario se arme bajo un clima de paz y tolerancia. Sin revanchismo. Aquí no hay que crearle mártires a la revolución. Todo tiene que llevarse bajo el criterio sano de una hermandad amplia y transparente. Entre venezolanos. Nada de sectarismos y viejas calificaciones. Simplemente entre venezolanos. Hoy más que en otro momento de nuestra historia se requiere del concurso de todas las voluntades. Todos somos necesarios. Útiles. Imprescindible, en estos momentos, el desarrollo de una verdadera inclusión y participación.

Una vez preparados toca la reconstrucción del país. De la Venezuela que queremos y merecemos los venezolanos. A través de un modelo democrático alternativo. Fundamental lograr en primera instancia la conciliación. Este es un país de fragmentos. Hay que paliar los rencores. Los resentimientos. Todos esos traumas que se despertaron y alimentaron deben ser regresados al mundo de donde salieron. Quien quiera regir los destinos de la Venezuela posible debe manejar la psicología política como herramienta a la hora de cualquier toma de decisiones. Ser un amplio conocedor en materia de resolución de problemas y en contingencia. De modo que vamos a necesitar un líder resonante capaz de canalizar las emociones con una profunda calidad humana.

Y sobre todo no debemos olvidar que la Venezuela de hoy es un cuero seco: si la pisas por un lado por el otro se levanta. Un país inflamable hospedado en el gran hotel del abismo. De ahí que estemos obligados a trasladarlo a puerto firme y seguro. Por ello todos somos necesarios. En estos momentos aciagos urge una unidad verdadera. Sin mezquindades y sin intereses personales. Que no este cuidando parcelas políticas y cuotas de poder tanto político como económico. Se requiere de una clase política que tenga una visón de país. Lejos debe quedar la visión parroquial y provinciana que se tenía hasta ahora para evaluar los problemas que padecemos. Necesitamos un nuevo discurso político para presentar el nuevo proyecto de Estado que regirá los destinos del país.

Es evidente que se esta dejando sentado que los tiempos de cambio están aquí. Y debemos prepararnos para dejarlos entrar. Ha llegado el momento para gritar a viva voz que Venezuela es de todos. De todos aquellos que queremos vivir en democracia, en libertad, con pluralidad de ideas y bajo un Estado de derecho donde se respeten los derechos fundamentales de la persona. Y que somos la mayoría. Éste de hoy ni siquiera puedo decir que es mi país inventado. El que quiere un cambio de estación. Y pide un abrigo diferente. Ahora hay que marcharse. Ha llegado la tiniebla. Y siempre es así ante toda tiniebla que nos agobia: hay que marcharse o luchar con los fantasmas en la oscuridad!

(*): El autor es politólogo y Magíster en Ciencias Políticas

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2001