El oficialismo ha tratado de mercadear las recientes “votaciones” del PSUV como una “lección histórica” de democracia. Hasta el mismo presidente del partido, ¿quién más si no el señor Chávez?, retó a las demás organizaciones políticas a seguir la ruta boinacolorá. Lo que desde luego es un tanto difícil, entre otras razones porque en Venezuela sólo hay un Estado nacional, y su brazo partidista, con todo y los dedos presidenciales, se llama PSUV.

Por eso sus supuestos comicios internos se parecen tanto a las también supuestas elecciones cubanas. En realidad son operativos de votación, promovidos, financiados y vigilados por el Estado, en los que los electores no sufragan para decidir o escoger libremente entre opciones autónomas, sino para rubricar o convalidar un conjunto de decisiones políticas, adoptadas con anterioridad e impuestas -o bajadas-, desde arriba.

Tan es así, que aún no se sabe cuántas personas fueron llevadas a votar, quiénes fueron los delegados “elegidos” por el pueblo, y cuándo y dónde fue que tuvo lugar la campaña previa de contienda y discusión entre aspirantes, porque la opinión pública apenas conoció que se estaban realizando unas votaciones, pero no se supo de un debate político o ideológico o candidatural que las antecediera. Vanessa Davis alega que la confidencialidad informativa es un derecho soberano...

El anunciado objetivo de las votaciones del PSUV fue el seleccionar cientos de delegados -a ciencia cierta no se sabe el número, porque las informaciones “oficiales” varían entre 500 y 800- que asistirán al “Congreso” del partido, a fin de elegir a las máximas autoridades y aprobar los documentos principales de su organización. Pura pirotecnia de galería, porque todos saben que esas autoridades serán “electas” por el señor Chávez, y esos documentos no serán objeto de deliberación o controversia, sino de mano alzada y aplauso cerrado.

En verdad, el PSUV no es un partido político propiamente dicho porque le falta un elemento constitutivo y esencial: la dirección colectiva. Sin ella, cualquier partido carece de vitalidad institucional y no pasa de ser una expresión personalista asociada al uso y abuso del poder. Porque una cosa es un partido con un dirigente fundacional o rector, y otra es un regimiento cuya consigna más popularizada es “ordene mi comandante”...

De allí que su simulacro de democracia interna sea una reiteración del tipo de gobierno que padece Venezuela: una neo-dictadura que utiliza ciertas prendas de la indumentaria democrática para disfrazar su afán de control despótico. ¿Acaso alguien se imagina que en el PSUV le puedan siquiera discutir una instrucción al señor Chávez? ¿Diosdado o Alí serían capaces de decirle que no están de acuerdo con tal o cual antojo?

Democracia interna significa disputa, crítica, conflicto, debate, divergencia y, sobre todo, libertad para decidir. Lo del PSUV fue burocracia, comando, opacidad, imposición y sobre todo imposibilidad de disentir. Y ello no es ejemplo sino burla de democracia.

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