Venezuela hoy es lo más parecido al perro que se muerde la cola. Un sector importante considera que los disparates que se cometen desde el gobierno son inobjetables, que quienes los criticamos somos antivenezolanos, que jamás Venezuela había vivido un liderazgo más sólido que el de Hugo Chávez. Otro sector, mayoritario en intelectualidades, en inteligencias y también en mediocridades ha sido incapaz, en el largo período de diez años, de atraerse y convencer a algún porcentaje adicional de electores a sumarse a la lucha para salir de éste régimen nefasto que amenaza con llevarnos a la miseria y a la ruina absolutas.

Y sería un ejercicio apasionante analizar las causas de ello, quizá, en mucho de eso, esté presente el hecho de que muchos de quienes se “empataron” con Chávez lo hicieron porque se habían desilusionado previamente del antiguo bipartidismo representado en AD y Copey, se sintieron defraudados por la chiripa calderista y las opciones mas frescas cómo Primero Justicia, UNT y Podemos no los convencen.

Este razonamiento no creo requiera una inteligencia cómo la de Einstein o la de Newton. Desgraciadamente, el grupo de partidos que ejercen como “dueños de la oposición” consideran que si la gente quiere salir de Chávez y su desquiciado gobierno debe someterse a la real y absoluta voluntad que ellos encarnan. La suma de egos hiperinflados, ahítos de narcisismo condimentado con mediocridad les impide ver que si no hay un cambio sustancial en el modo de hacer política que han venido usando hasta ahora será imposible coronar con éxito el objetivo de llevar a Venezuela hacia una democracia cabal, hacia la modernidad y el desarrollo equilibrado y equitativo.

Cambiar la actitud de nuestros anquilosados y obsoletos partidos para que se abran a la democracia interna cómo paso previo hacia la democracia total es un reto de los venezolanos.


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