¿Cuáles serán esos siete países que de aquí a tres años habrán vuelto al redil de la institucionalidad democrática, esa normalidad constitucional que al decano de los tiranos le parece ser “de derecha”? Canalla, tiránico y cruel, sin duda ninguna. Pero de una inteligencia y un talento siderales, en comparación con Raúl, su hermano menor. Para qué hablar de estos epígonos del último minuto, el tropero venezolano, el cocalero boliviano y el cuchi ecuatoriano. Del esperpento nicaragüense, digno de una mala película triple X mejor no se hable. Que un depravado incestuoso, corruptor de menores y ladrón de siete suelas lleve en alto la bandera roja de la revolución habla muy mal de las banderas y las revoluciones. Debiera estar preso. Ninguno de ellos ni combinados, ni siquiera licuados y comprimidos, le alcanza los tobillos al personaje en retiro que continúa haciendo de Gurú del socialismo marxista. Son los pigmeos del circo, del que nuestro maestro de ceremonias ha sido, es y será el dueño indiscutible. Hablamos, obviamente, de Fidel Castro Ruz, hijo de un negrero gallego y de una adolescente, hija de la cocinera, desvirgada a muy temprana edad por el hacendado que llegó de España, participó del asalto que acabó con la vida de Antonio Maceo y se hizo rico aplicando su furia terrófaga. Nobody is perfect.

Si Chávez no le llega al tobillo a su padre putativo, ¿qué decir de Saúl Ortega, de Darío Vivas, de Dugarne y esa tropilla de enanos encargado de macular, ofender e insultar la memoria de nuestra tradición parlamentaria? Que debieran ser expulsados cuanto antes del templo, sacados a latigazos por la dignidad nacional y enviados a los establecimientos correccionales correspondientes a ver si cabe la posibilidad de hacerlos útiles y reintegrarlos a la sociedad. Mientras tanto y para cubrirse sus espaldas, debieran atender al rumor que comienza a sacudir los cimientos de América Latina y que el dueño del circo acaba de anunciar en uno de sus artículos con un pie en el más allá: cuando culmine el período de Obama, que no será reelecto, por lo menos siete países de la región estarán regidos por gobiernos de derecha. Fidel dixit. Santa Palabra.

¿Cuáles son esos siete países que de aquí a tres años habrán vuelto al redil de la institucionalidad democrática, esa normalidad constitucional que al decano de los tiranos le parece ser “derechismo puro”? Sin contar a Colombia, en manos seguras, desde luego y en primer lugar, Panamá, que volvió al redil. Luego Honduras. Que ya está a punto de caramelo, con o sin la anuencia del pigmeo Zelaya, según decisión del Departamento de Estado y los republicanos norteamericanos. Que por fin decidieron seguir el llamado de auxilio de Lula da Silva y están preocupándose del patio trasero. Luego viene Chile, que de acuerdo a Ricardo Lagos – quien calla otorga – podría pasar a manos de Sebastián Piñera, es decir, de “los herederos de Pinochet”. Lagos dixit. Si hasta ahora han gobernado dos herederos de Salvador Allende, Lagos incluido,  ¿por qué habría de ser un crimen que comiencen a gobernar los herederos de Pinochet? En nuestro país es santo el refrán que dice que la salsa que es buena para la pava también lo es para el pavo. Y van cuatro. Seguirá Brasil, en donde crece como la espuma la candidatura de José Serra. Y Argentina, en donde los Kirchner no repiten ni con el concurso de un milagro. Y serían seis.

El séptimo podría ser y será Venezuela. Si bien en nuestro país no se encuentra un candidato de derechas ni buscando debajo de las piedras. Y ello, que sucederá a más tardar en el 2012, terminará por derrumbar a Evo Morales, a Rafael Correa y al mismísimo Daniel Ortega. La pesadilla habrá llegado a su fin. Insulza habrá pasado a la historia. Lo pronostica Fidel Castro, el Nostradamus del Caribe. Morirá sin ver cumplido su anhelado sueño de una América Latina enrojecida del Gran Cañón a la Patagonia. No lo quiso la historia.