Sección pésimamente redactada, Jorge Giordani ha hecho una rápida referencia a internet en uno de los dos libros que ha publicado este año: “Gramsci, Italia y Venezuela (Apuntes e impresiones)” (Vadell Hermanos, Valencia-Caracas).   Resume el fenómeno en la utilidad que puede brindarle a la escuela de cuadros del partido – guía de la revolución, aunque intuye una categoría semejante a las que empleo el sardo en torno a los métodos, estructuración, organización y desarrollo de la producción capitalista, como el taylorismo y el fordismo, al que también añade el toyotismo.

En efecto, el ministro hoy en funciones habla de googleísmo, relacionándolo con la importancia y significación que le dio Antonio Gramsci a los decisivos consejos de fábrica, preconfiguradores del Estado proletario.  En su exposición, Giordani advierte el desarrollo alcanzado por la telemática, la red y sus instrumentos de búsqueda, google y todas las promesas que pueden revivir las luchas de los consejos, habida cuenta que la herramienta “apareció como quien no quiere la cosa”, en un uso que escapa al valor de cambio de la lógica capitalista, importando tener conocimientos y programar las acciones a realizar: objetos, bienes y servicios. Además, asienta que que el buscador nos hace creer propietarios del conocimiento, tan extenso como superficial, mientras la realidad capitalista sigue su curso (103-106).

Es necesario reconocer que el chavezato ha procurado una legislación actualizadora en la materia, incluyendo la creación y recreación del ministerio del ramo, como la aparición de los infocentros que no logran superar, abaratando costos en un ejercicio de libertad, a los llamados cibercafé (o “zsai-bergrs”, de acuerdo a la tan pedagógica y vanidosa  imposición del habla cotidiana).  Dejamos un poco atrás la satanización de internet que hizo un dirigente estudiantil cubano en Barquisimeto, en atroz discurso que Chávez Frías y Castro Ruz aplaudieron, años atrás, o las incursiones anatómicas e un diputado oficialista que produjo el destierro de la prensa del hemiciclo, para apuntar que la red de redes ha servido con mayor intensidad a los intereses político-partidistas del régimen a través de diferentes portales, en los cuales puede aparecer una”anónima” grabación de algún disidente a criminalizar,  más allá de las organizaciones que seriamente intentan el debate o de las frecuentemente erráticas expresiones del gobierno en línea.

Intuición no ahondada, de nuevo estamos en presencia de un déficit de análisis marxista de la red en sí misma, no sólo en cuanto a lo que Paul Virilio ha llamado la ecología gris, sino a  la producción, la sociedad del conocimiento, a la manifestación de la lucha de clases y hasta la demolición de la teoría del valor, como lo han comentado Emeterio Gómez o José Guerra. Luce interesante abordar la red preconfiguradora de un orden social diferente (y gramscianamente el seductor tratamiento de la hegemonía, el bloque histórico, el partido o los consejos de fábrica), mas no reducirla a un medio de enseñanza de la escuela de cuadros, que ya se, o como expresión sedicente y malévola del imperialismo, relevándonos de datos como el de la censura china o los suplicios de los blogueros cubanos.

Tratamos de una materia políticamente pendiente, por su naturaleza, alcances e implicaciones. Y, sobre todo, el control que pudiera ejercerse directa o indirectamente sobre la red, amainando el analfabetismo funcional que pierde un poco más de terreno, gracias a la saturación de los celulares que tampoco pudo prever Bolívar ni Marx, aunque Chávez Frías pueda creerlo, para maldecirlos.



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