Comunismo: un Delta de abusos al ciudadano |
Escrito por Trino Márquez C. | X: @trinomarquezc |
Jueves, 20 de Noviembre de 2014 08:30 |
Comunismo: un Delta de abusos al ciudadano
Trino Márquez
Ciudadano y cliente son conceptos que desaparecen en el comunismo. El primero se encuentra asociado a la idea de República: separación e independencia de Poderes, Estado de Derecho, respeto a las libertades individuales y a los derechos civiles. El individuo se disuelve y se pierde en un conglomerado amorfo al que los marxistas llaman “masa”. El individuo, como producto específico de la Creación, queda sumergido en entidades abstractas y supremas como el Estado, la Patria, el Pueblo y el Partido. Mi vida no me pertenece, le pertenece al Pueblo que me eligió como líder para conducirlo a la Tierra Prometida. ¿Les parece conocida esta frase grandilocuente?
Con la noción de cliente sucede algo similar. El cliente surge y se desarrolla con la expansión del mercado y sus efectos colaterales: la competencia, la eficiencia, la productividad, el beneficio, la libertad de escoger. En el marco de un mercado con varios oferentes que compiten en calidad y precios por atraer los consumidores, aparece el cliente, quien no es un sujeto obligado a satisfacer sus necesidades básicas con lo que logra conseguir y que se conforma con lo existente, sino una persona que exige e impone condiciones; demanda excelencia en los productos y los servicios. El comunismo acaba con esa concepción sustituyéndola por la de usuario, con la cual no guarda ninguna relación. El usuario tiene que adaptarse y conformarse con lo que el Estado le proporciona. La calidad del bien y del servicio es marginal. Sin libertad de elegir desaparece la posibilidad de exigir.
En la Venezuela roja ambos procesos destructivos se desataron. El aniquilamiento de la ciudadanía comienza en 1999. Las primeras expresiones de esa demolición estuvieron asociadas a la perversión de los procesos electorales: el ventajismo oficialista, la toma del CNE, la falta de transparencia de los comicios; luego vinieron el asalto a todas las instituciones del Estado, la politización de las FAN y la militarización creciente de la sociedad y el Estado; ya no existe ningún espacio público donde los uniformados no tengan una presencia ostensible y determinante. La evaporización del cliente ha sido más reciente y más lenta. Durante el período 2008-2012, la importación desmesurada de toda clase de mercancías logró crear la sensación de bienestar. La extensa variedad de productos que se traían del exterior garantizaron una amplia oferta. Los venezolanos podían escoger entre marcas y comparar calidad y precios. Todo formó parte de un espejismo. El panorama cambió con el declive del ingreso de divisas. La corrupción, el despilfarro, la regaladera a Cuba y a los socios de la moribunda ALBA, las confiscaciones, las expropiaciones y todos los demás disparates del comunismo del siglo XXI contra la propiedad privada, pasaron la factura.
Ahora predomina la escasez y el desabastecimiento. Mercal y los supermercados del Gobierno han resentido la carestía. Las penurias propias del comunismo emergieron después de la borrachera que le produjo al régimen la montaña de dólares que ingresaron durante un quinquenio. Interminables colas, aislamiento internacional, caída del fluido eléctrico, ausencia de alimentos esenciales y medicinas, falta de repuestos para vehículos, son algunos de los innumerables déficits existentes. El cliente quedó carbonizado.
En el comunismo el virus de la ineptitud, la corrupción y el desprecio por el ciudadano no carcome solo a los órganos públicos. Se extiende también a las empresas privadas, nacionales y extranjeras, que terminan imitando la ineficacia y arrogancia del Estado. En Venezuela, la mayoría de los servicios que se prestan padecen una insultante ineficiencia. Vaya a un banco, a una empresa de televisión por suscripción, a una operadora de teléfonos móviles o viaje por una línea aérea privada, para que lo compruebe. El síndrome invade a las compañías de aviación internacionales, donde el abuso asume el rostro de la venganza. Delta Airline, la poderosa empresa norteamericana de aviación, está retaliando al gobierno rojo mediante el castigo a los miles de indefensos clientes que desde hace meses compraron boletos para volar a USA y desde allí a otras partes del mundo. Violando todas las normas de la ética, la responsabilidad social y el compromiso con sus pasajeros, suspendió de forma intempestiva e inconsulta casi todos los vuelos desde y hacia Venezuela, Se comporta como una empresa dirigida por una banda de comunistas.
El ciudadano, sea agente político o cliente, siempre es despreciado por el totalitarismo comunista. Más lamentable es que algunas empresas privadas acentúen esa dominación.
@trinomarquezc
Ciudadano y cliente son conceptos que desaparecen en el comunismo. El primero se encuentra asociado a la idea de República: separación e independencia de Poderes, Estado de Derecho, respeto a las libertades individuales y a los derechos civiles. El individuo se disuelve y se pierde en un conglomerado amorfo al que los marxistas llaman “masa”. El individuo, como producto específico de la Creación, queda sumergido en entidades abstractas y supremas como el Estado, la Patria, el Pueblo y el Partido. Mi vida no me pertenece, le pertenece al Pueblo que me eligió como líder para conducirlo a la Tierra Prometida. ¿Les parece conocida esta frase grandilocuente? Con la noción de cliente sucede algo similar. El cliente surge y se desarrolla con la expansión del mercado y sus efectos colaterales: la competencia, la eficiencia, la productividad, el beneficio, la libertad de escoger. En el marco de un mercado con varios oferentes que compiten en calidad y precios por atraer los consumidores, aparece el cliente, quien no es un sujeto obligado a satisfacer sus necesidades básicas con lo que logra conseguir y que se conforma con lo existente, sino una persona que exige e impone condiciones; demanda excelencia en los productos y los servicios. El comunismo acaba con esa concepción sustituyéndola por la de usuario, con la cual no guarda ninguna relación. El usuario tiene que adaptarse y conformarse con lo que el Estado le proporciona. La calidad del bien y del servicio es marginal. Sin libertad de elegir desaparece la posibilidad de exigir. En la Venezuela roja ambos procesos destructivos se desataron. El aniquilamiento de la ciudadanía comienza en 1999. Las primeras expresiones de esa demolición estuvieron asociadas a la perversión de los procesos electorales: el ventajismo oficialista, la toma del CNE, la falta de transparencia de los comicios; luego vinieron el asalto a todas las instituciones del Estado, la politización de las FAN y la militarización creciente de la sociedad y el Estado; ya no existe ningún espacio público donde los uniformados no tengan una presencia ostensible y determinante. La evaporización del cliente ha sido más reciente y más lenta. Durante el período 2008-2012, la importación desmesurada de toda clase de mercancías logró crear la sensación de bienestar. La extensa variedad de productos que se traían del exterior garantizaron una amplia oferta. Los venezolanos podían escoger entre marcas y comparar calidad y precios. Todo formó parte de un espejismo. El panorama cambió con el declive del ingreso de divisas. La corrupción, el despilfarro, la regaladera a Cuba y a los socios de la moribunda ALBA, las confiscaciones, las expropiaciones y todos los demás disparates del comunismo del siglo XXI contra la propiedad privada, pasaron la factura. Ahora predomina la escasez y el desabastecimiento. Mercal y los supermercados del Gobierno han resentido la carestía. Las penurias propias del comunismo emergieron después de la borrachera que le produjo al régimen la montaña de dólares que ingresaron durante un quinquenio. Interminables colas, aislamiento internacional, caída del fluido eléctrico, ausencia de alimentos esenciales y medicinas, falta de repuestos para vehículos, son algunos de los innumerables déficits existentes. El cliente quedó carbonizado. En el comunismo el virus de la ineptitud, la corrupción y el desprecio por el ciudadano no carcome solo a los órganos públicos. Se extiende también a las empresas privadas, nacionales y extranjeras, que terminan imitando la ineficacia y arrogancia del Estado. En Venezuela, la mayoría de los servicios que se prestan padecen una insultante ineficiencia. Vaya a un banco, a una empresa de televisión por suscripción, a una operadora de teléfonos móviles o viaje por una línea aérea privada, para que lo compruebe. El síndrome invade a las compañías de aviación internacionales, donde el abuso asume el rostro de la venganza. Delta Airline, la poderosa empresa norteamericana de aviación, está retaliando al gobierno rojo mediante el castigo a los miles de indefensos clientes que desde hace meses compraron boletos para volar a USA y desde allí a otras partes del mundo. Violando todas las normas de la ética, la responsabilidad social y el compromiso con sus pasajeros, suspendió de forma intempestiva e inconsulta casi todos los vuelos desde y hacia Venezuela, Se comporta como una empresa dirigida por una banda de comunistas. El ciudadano, sea agente político o cliente, siempre es despreciado por el totalitarismo comunista. Más lamentable es que algunas empresas privadas acentúen esa dominación. @trinomarquezc |
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