El monstruo muestra sus babas
Jueves, 27 de Agosto de 2009 07:08

alt“¿Cómo seguir llamando revolución a un gobierno medroso que se quedó sin masas? ¿Cómo llamar revolucionario a un teniente coronel fascista aterrado por lo que le espera?”


Se revuelca de indignación, patalea de despecho y de odio. Huérfano de ese auténtico afecto popular de que disfrutara en el pasado y consciente de que se le acabó hace muchos años el romance con la irresponsabilidad nacional, muestra sus colmillos y deja ver sus babas. Está herido de muerte, tocado sin remedio. Y en su desesperación se contornea. Pero mientras más se contornea, más se le ve el bojote. Se le acabó la magia, se le esterilizó la verborrea, se le desaparecieron los billones: el rey está en cueros. Y lo que deja ver no causa asombro. Eso era todo: el prestidigitador dejó ver la verdad, su nada, el doble fondo. Los conejos eran de trapo. El farsante mostró el tripero. By, by president. ¡Vaya haciendo las maletas! O lo que vienen son huevos y tomates podridos. O algo mucho peor. Mejor no nombrarlo.

La marcha de la oposición terminó por desquiciarlo. Que un alcalde carente de presupuesto y atribuciones, unos maestros sin escuelas y unos padres de vacaciones pudieran sacarse de la manga sin gastar un centavo y sin siquiera hacer mucho aspaviento cientos de miles de manifestantes un sábado de lluvias y en plenas vacaciones, mientras él con PDVSA, con todas las fuerzas armadas, con su flotilla de aviones, sus cientos de radios, sus decenas de canales, sus miles de uniformados, sus millones de burócratas, sus bancos, sus reparticiones públicas, sus ministerios, sus institutos autónomos y millones y millones y más millones de dólares no tuviera más que un puñado de escuálidos funcionarios públicos arengados por unos pobres infelices que hoy son ministros y ayer chóferes de metrobús y mañana la propia nada - porque no son más que eso: nada, basura, mediocridad, estafa - ; repito, que la oposición llenara de manifestantes desde el Lido, pasando por Chacaíto hasta ocupar toda la Solano y luego toda la Libertador desde  Las Acacias mientras el se preparaba a arengar a unos pobres desgraciados vestidos de rojo-rojito debiendo hacer acto de presencia para poder cobrar su quincena: tener que reconocer esa situación le debe haber revuelto los epiplones. ¿Cómo seguir llamando revolución a un gobierno medroso que se quedó sin masas? ¿Cómo llamar revolucionario a un déspota fascista aterrado por lo que le espera?

Imposible para quien se cree un Dios permitir que sus enemigos mortales sean no sólo más fuertes, sino más listos, más preparados, más capaces y más vivos. Eso le debe haber reventado la vesícula biliar e hinchado sus gónadas a un grado superlativo. Si no se le reventaron las criadillas, cerquita habrá estado.

¿Contra quién quejarse? ¿Quién tiene suficiente entidad en medio de su entorno de coprófagos como para darle noticia satisfactoria a una pregunta que no tiene respuesta? ¿O es que el teniente coronel no leyó Blancanieves y los siete enanitos? ¡Compréndalo de una buena vez, comandante: la gente se cabreó, el pueblo está hasta los mismísimos cojones; no quieren verlo ni en pintura. Después de diez años de desastres, sangre, sudor y lágrimas los venezolanos – chavistas y antichavistas - comprendieron que la culpa no la tiene ni Jesse ni Diosdado, ni Rangel padre, hijo o espíritu santo ni Cilia Flores, Darío Vivas o Aristóbulo Istúriz. Manga de miserables personajes que andarán deambulando en busca de autor. No señor: la culpa es estrictamente suya. Y de nadie más. El culpable por tanto estupro, tanto homicidio, tanto irrespeto, tanta corrupción y tanta irresponsabilidad no es otro que usted mismo, Hugo Rafael Chávez Frías. El traidor de la comarca.

¿Qué hacer? ¿Meter preso a Richard Blanco y si le fuere posible avanzar una milla náutica para meter en chirona a Antonio Ledezma?   Ya hizo lo primero. Haga lo segundo.  Hágalo. Tenga las bolas de hacerlo. Atrévase con Antonio Ledezma. Métalo preso porque lo llamó “cobarde”, repitiendo lo que cientos de miles de gargantas dijeron de usted mientras “modelito” le sacaba las patas del barro gaseando inermes ciudadanos. ¡Valiente su comportamiento, como siempre lo ha sido en casos semejantes!

Veremos si persevera en su wagneriana caballería de asalto o si se esconde en algún anaquel de Miraflores. Hemos aprendido, comandante. Son diez años de caballería ilimitada. Hemos aprendido. Vaya haciendo sus maletas, que la revolución no se impone a carajazos. De lo contrario, si insiste en imponer su dictadura, prepárese para lo que le espera. Después no se queje. Será demasiado tarde.






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