El Hombre: Relación entre el espacio y el tiempo
Escrito por Claudio Briceño Monzón | @CabmClaudio   
Lunes, 29 de Septiembre de 2025 00:00

altEn la proyección del tiempo y el espacio, el hombre siempre ha buscado el anhelado paisaje del lugar sublime de la vida

 “La vida de cada ser humano -la historia individual- se desarrolla al igual que la vida de los pueblos y la de la humanidad, en relación a un lugar y a un tiempo.

El lugar puede considerarse como un factor eminentemente geográfico y por consiguiente de interés y estudio para la Geografía.

El tiempo constituye un factor eminentemente histórico; pero no siempre cronológico.

Es necesario aclarar este aspecto.

El tiempo histórico, si bien enmarcado en la cronología, comprende caracteres y circunstancias que lo individualizan.

Pudimos hablar en Venezuela del tiempo colonial; del tiempo de la economía cacaotera; del tiempo de la supremacía del petróleo.”

(Vila:1970, p.16)

 

En la proyección del tiempo y el espacio, el hombre siempre ha buscado el anhelado paisaje del lugar sublime de la vida. En el andar del tiempo, los lugares se han transformado de rancherías en sitios, de fondeaderos en puertos y de villas en ciudades. Esta transformación constante en el tiempo es una acción física natural: climática, geológica, biológica, hidrográfica, etc. La actuación de estos elementos: vegetación, fauna y el paisaje humanizado-ordenado. Las características del relieve varían generalmente con lentitud, y el hombre con su acción provoca cambios que se perciben entre generaciones.   

La herencia social de una comunidad se suma para formar la cultura de la humanidad. Cada sociedad merece respeto cultural. La correlación entre los pueblos es un accionar cotidiano de influencia mutua, generando nuevas formas culturales que nutren el patrimonio mundial.   

En la ciudad anhelamos un futuro en que prevalezca la paz, emancipado de confrontaciones bélicas, tanto evidentes como clandestinas. Muchos podemos pensar esta acción como un hecho utópico, la ilusión que se transforme en una realidad perpetua para todos los ciudadanos de la aldea mundial. En el pasado, las tramitaciones televisadas, el estudio del átomo, el uso de internet, los trasplantes de órganos y la exploración espacial eran vistos como imposibles. Actualmente, en el binomio tiempo-espacio, pareciera que la inteligencia artificial nos hará dudar si pensar será permitido en el cosmos del espacio virtual.   

El quid para un progreso ciudadano en paz convendría habitar en el perfeccionamiento de inventivas decisivas y honestas que animen la idea del respeto recíproco a los derechos humanos. Los principios morales e ideológicos, en el mejor de los casos, funcionan como meros atenuantes y muchas veces como catalizadores de la violencia, activa-pasiva, y de la autoridad en sus diferentes visiones: religiosa, económica y política. La violencia activa ha actuado históricamente, justificando la hegemonía de mando y control de los paisajes ordenados. Cuando es ejercida por un hombre, es dictadura unipersonal; por un grupo, dictadura partidista, y si es ejercida con la participación electiva de todos los ciudadanos, sería la añorada democracia participativa. La violencia pasiva es como la tapa hermética que cierra el recipiente donde se calienta el agua, donde la producción de violencia activa está representada en el vapor acumulado, que irremediablemente nos llevará a una explosión; todo es cuestión de tiempo.    

Actualmente, los paisajes ordenados son la simbiosis de unos ciudadanos que codician una serie de riquezas que son tan sencillas como respirar, comer, reproducirse y morir; el ciclo biológico de una vida que nos hace razonar la importancia que tenemos en el cosmos. El hombre nace potencialmente libre; y la voluntad del hombre es permanecer libre. Esta voluntad lo lleva a pensar que siempre que toma una decisión actúa libremente; no se da cuenta que, en muchas ocasiones, su voluntad está influida. Si no hubiera existido el juicio, muy posiblemente su decisión o su actitud hubiera sido otra. Se ha de educar al hombre en el sentido de que pueda resistir hasta el máximo posible la meditación –la ignorancia, la falta de madurez, los intereses económicos– para lograr que sus decisiones y sus actitudes respondan realmente a su libre voluntad. Sabemos que esto es difícil y, de forma absoluta, imposible. Pero ni la dificultad ni la imposibilidad han de constituir impedimentos para adelantar lo más posible el camino a la plenitud de la existencia humana.

Referencias

Vila, Marco Aurelio. Conceptos de Geografía Histórica de Venezuela (1970). Caracas: Monte Ávila Editores

 

|*|: Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela por el Estado Mérida. Profesor Titular de la Escuela de Historia, de la Facultad de Humanidades y Educación, de la Universidad de Los Andes ULA, Mérida-Venezuela. Magister en Historia de Venezuela por la Universidad Católica Andrés Bello. Doctor en Historia por la Universidad Nacional de La Plata–Argentina. Coordinador del Doctorado en Estudios Políticos ULA.

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