Héctor Rojas: el científico venezolano que eligió la patria sobre la gloria y llevó al Apolo 11 a la Luna
Escrito por Luis Perozo Padua | X: @LuisPerozoPadua   
Viernes, 22 de Agosto de 2025 00:08

altA finales de enero de 1969, seis meses antes de que el hombre llegara a la Luna, el astrofísico venezolano Héctor Rafael Rojas reveló en Caracas los detalles técnicos del histórico alunizaje del Apolo 11.

Venezuela conoció así, con asombrosa anticipación, la hazaña más grande del siglo XX.

Era miércoles 29 de enero. En una sala de prensa caraqueña colmada de periodistas, la expectación era casi eléctrica. El hombre que tomaría la palabra era menudo, de traje oscuro, mirada intensa y acento venezolano marcado.

Ajustó sus lentes con parsimonia, se aclaró la voz y soltó una frase que haría contener la respiración a más de uno: “En julio de este año, el hombre pisará la superficie lunar. No es especulación, es certeza matemática”.

Con voz pausada, Rojas explicó coordenadas, inclinaciones del terreno lunar y fórmulas necesarias para un aterrizaje seguro. Sus afirmaciones no eran teorías: eran resultados de cálculos realizados por él mismo dentro del Manned Spacecraft Center de la NASA, en Houston, donde aplicó un modelo matemático de su invención: el Método de Transformaciones Sucesivas.

La prensa venezolana, entre escéptica y asombrada, no tardó en publicar extensos reportajes sobre su participación. El Nacional, El Carabobeño y Últimas Noticias hicieron eco de sus declaraciones, reconociendo el aporte silencioso de un compatriota al programa espacial más ambicioso de la historia.


Cálculos desde las sombras

El nombre de Héctor Rojas —nacido el 10 de junio de 1928 en Maracaibo, estado Zulia, y formado en La Sorbona de París, donde se graduó con los máximos honores el 7 de junio de 1956 y más tarde obtuvo su doctorado en Astrofísica— nunca apareció en los comunicados oficiales de la NASA.

Su labor se mantenía bajo estricta confidencialidad. Pese a que su modelo matemático resultó crucial para determinar la trayectoria y el punto exacto de alunizaje del módulo lunar, su figura permaneció relegada a las sombras.

Pero su compromiso con Venezuela era inquebrantable. Ante la insistente presión del gobierno estadounidense y de la propia NASA para que se nacionalizara, Rojas fue contundente.

En declaraciones a Últimas Noticias el lunes 21 de julio de 1969, dijo: “Mi lucha es por no perder jamás mi nacionalidad”. “No podré viajar a la Luna portando otra bandera que no sea la de mi patria”. “Tengo que liberarme de la presión de hacerme ciudadano norteamericano”.

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La voz de su madre y el precio del deber

En esa misma edición de Últimas Noticias, doña Isabel Rojas, madre del científico, compartía su testimonio desde San Esteban, Puerto Cabello: “Héctor nació para ser investigador de los satélites celestes, siempre hablaba de ello en sus años de bachillerato”. “Sus trabajos espaciales le han impedido vernos desde hace diez años”. “A pesar de sus múltiples labores de investigación, no deja de escribirnos cartas y de enviarnos fotos de sus chicos y de su esposa Paquita, una asturiana buenamoza que reside en París”.

También reveló el trasfondo de la situación laboral de su hijo: “En la última carta que me envió […] me habla de sus éxitos, de sus tremendas preocupaciones porque el contrato con la NASA está por finalizar y lo están presionando para que se naturalice, como requisito inevitable para conseguir, no solo la renovación de este, sino también un ascenso y un aumento de sueldo”.

Las palabras de doña Isabel retratan no solo al científico brillante, sino al hombre de familia, al venezolano que, en lugar de elegir estabilidad y proyección profesional, eligió mantenerse fiel a su origen.

Reconocimiento que vino desde casa

El martes 22 de julio de 1969, Últimas Noticias recogió declaraciones del banquero e industrial Homero Díaz Osuna, quien organizaba un comité regional para rendir homenaje a Rojas en el estado Aragua: “El eminente astrofísico venezolano Héctor R. Rojas ha demostrado la capacidad de nuestro pueblo […] por conocer su alto valor científico y el gran servicio que está en la capacidad de prestar para los proyectos interplanetarios, como es el caso del Apolo 11”.

Y añadió: “Es admirable el nacionalismo y el patriotismo del que ha hecho gala el doctor Héctor Rojas, que no olvida su país y nacionalidad, cuando manifiesta que no podrá viajar a la Luna portando otra bandera que no sea la de su patria, a la cual le debe sus colores”.

Las palabras de Díaz Osuna reflejaban el sentimiento nacional: Venezuela tenía un representante en la NASA, pero no un nombre público. Tenía un héroe silencioso, que se resistía a la gloria si esta implicaba renunciar a su identidad.

El rescate de una memoria olvidada

Con el paso de los años, la figura de Rojas fue relegada a la periferia de los grandes relatos espaciales. Su nombre desapareció de los registros oficiales, y su legado quedó atrapado en recortes de prensa y recuerdos familiares.

Sin embargo, no todo se perdió en el olvido. Fue gracias al empeño del investigador y biógrafo venezolano Pierre Monteagudo, quien durante más de una década rastreó con rigor cada dato y documento, que hoy podemos reconstruir esta historia. A su trabajo se debe que Venezuela no haya perdido para siempre la memoria de su astrofísico más brillante, rescatándolo de lo que él mismo hubiera llamado un “abominable anonimato”.

Además, una nota del diario El Nacional, publicada días después del alunizaje, reveló otro detalle olvidado: Rojas también había colaborado en los cálculos previos del Apolo 8, la primera misión tripulada en orbitar la Luna. Su intervención fue más extensa de lo que inicialmente se creía.

El hombre que habló primero

Volver a aquel salón de prensa de enero de 1969 es imaginar cómo palpitaron esos corazones venezolanos, testigos del anuncio de lo que parecía imposible. Mientras el mundo entero celebraba a Armstrong, Aldrin y Collins, pocos sabían que, en Caracas, meses antes, un hombre ya había anticipado la ruta, los cálculos y los riesgos del viaje lunar.

Recordar hoy a Héctor Rafael Rojas es asumir una deuda histórica. Es reconocer que, en medio del más imponente logro tecnológico del siglo XX, un venezolano —silencioso, brillante y terco en su patriotismo— trazó las líneas invisibles por donde caminarían los astronautas hacia la Luna.

Mientras miremos al cielo en noches de luna llena, quizás recordemos que hubo una mente caribeña detrás del mayor salto de la humanidad. Una mente que eligió patria antes que poder, raíz antes que reconocimiento. Y en ese gesto de dignidad, Héctor Rojas también nos enseñó a mirar hacia lo alto.

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@LuisPerozoPadua

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