Asia: al calor del momento
Escrito por Félix Blanco   
Viernes, 27 de Mayo de 2011 17:26

altSi hay algo que me hiciese entender lo que realmente significa ser una banda de rock sinfónico, y más aun, a qué se refiere correctamente la palabra ensamble, fue haber sido testigo de la presentación de Asia en Caracas, este jueves 26 de Mayo gracias a Profit Producciones.

Cuando llegué a las 6:45pm noté que aun faltaban muchos puestos que llenar, y que de los que ya lo estaban, ninguna persona tenía menos de 30 años. El sitio que me tocó fue muy bueno – frente a la tarima, tan cerca que las vibraciones golpean mi pecho como una leve palmada – sobre todo por una cosa: me permitió captar los detalles, que a la larga sería lo que llenaría la noche de tan buenas sensaciones.

Algo que no pudo eludir mi vista fue el inmenso gong detrás de la batería de Carl Palmer, el cual le daba un ambiente casi teatral al escenario, pero que mientras transcurría el concierto me daría cuenta de que dicho gong no tenía nada de artificio o utilería. El concierto comenzó relativamente temprano, ya a las 7:30pm se estaba montando en escena la agrupación nacional Ficción, la cual nos ofreció una media hora de tan buena música que por un instante logró que olvidáramos que ellos no eran el plato fuerte. Sólo un bajo, una batería y un teclado (bueno, varios teclados), pero acompañado de mucho talento, hicieron posible mostrar que sí se puede hacer música de calidad en este país (mención especial al tecladista José Ignacio Lares, estuvo sencillamente genial). Canciones como “Sobre el abismo”, “El último tren de tu vida” e “Isla misteriosa” ayudaron a preparar la llegada de Asia de manera entretenida.

8:25pm y el presentador anuncia la llegada de Asia; la gente los ovaciona de pie conforme van entrando al escenario y hasta puede sentirse la emoción y la expectativa en el aire. Echo un nuevo vistazo al anfiteatro y noto que está lleno, no cabe un alma, y al mismo tiempo observo cómo el público ha variado considerablemente en cuanto a “edad promedio”: personas de todas las edades están reunidas sin distinción o separación alguna, lo que me reafirma que ser “adulto contemporáneo” no es un asunto de edad, sino de forma de ver – y vivir – la vida. Al instante de comenzar “Wildest dreams” (la primera canción del concierto) se me presentó un dilema: “¿en quién fijo mi atención?”, y es que sencillamente ante mí tenía algo que escapaba de mi capacidad de percepción, y me atrevo a decir “de la de cualquiera”, puesto que todos sin excepción son artistas que necesitan de toda nuestra atención para captar apenas un brillo de su pleno esplendor. Steve Howe tocaba la guitarra como si el instrumento fuese él y no al revés, tan virtuoso que no se notaba esfuerzo alguno, pero cuando te fijabas en sus ojos notabas electricidad saliendo de su interior, y lo que salía de la guitarra no era sencillamente natural – cuando el solo de guitarra, el cabello blanco de Howe ondeando al viento mientras tocaba una guitarra acústica, le daba una apariencia etérea, casi espectral – Steve Howe y su guitarra eran uno y el mismo, y en canciones como “Only time will tell” y “Holy war” se hizo manifiesto. Rodeado de teclados, Geoff Downes apenas era visible desde mi posición, y aun así sus melodías eran como el aire: invisible y siempre presente, lleno de vida. Manos que pudieron ser las de un cirujano, un escultor o un pintor, gracias a la Fortuna decidieron ser las de un tecladista; “I believe” y Never again” no serían lo mismo sin su presencia. John Wetton y su voz me hicieron sentir ligeramente culpable: “¿cómo – me preguntaba – un hombre puede tener las mismas condiciones vocales después de tantos años?” Y yo que me quedo ronco a la primera mitad de cualquier concierto. La forma en cómo tocaba el bajo era impecable, y aun así ni su voz ni su virtuosismo se comparan con su carisma, su capacidad de transmitir sus emociones y contagiarnos con ellas; “Don´t cry” y “Smile left your eyes” fueron sin duda las canciones más emotivas de la velada, y se lo debemos en gran parte a John Wetton. Dejo de último al “primero entre lo iguales”, y este no es otro que Carl Palmer, sin duda alguna uno de los mejores (sino el mejor) bateristas de todos los tiempos, su puesta en escena es sencillamente soberbia. En “Time again” Palmer supo cómo mostrarme que el gong detrás de su espalda no era en nada una ornamenta (y en todo el concierto me enseñó lo que realmente es tocar una batería como Dios manda. Su solo de batería fu sencillamente sublime). Verlo en acción era contagiarse de una energía capaz de mover montañas; energía que, por cierto, durante varios momentos de la noche provocó que la batería se desajustara, casi hasta desmoronarse, probando así una vez más que la carne es más fuerte que el acero.

“Heat of the moment” marcó la necesaria pero no deseada despedida. La banda se despidió en medio de largos y fuertes aplausos, y por demás bien merecidos y sumamente sentidos. En sus ojos se veía el cansancio de la entrega, al mismo tiempo que la satisfacción de una noche inolvidable. Para terminar de hacer el asunto increíble, al momento de que la banda comenzó a “arrojar cosas” al público, yo logré atrapar nada menos que una baqueta (la baqueta) firmada por Carl Palmer, toda llena de mellas, como cicatrices, cada una de ellas recordándonos que todo fue real.

Lo que comenzó para mí como una “noche de trabajo” terminó convirtiéndose en una noche inolvidable, una oportunidad única de ser testigo de tan excelente banda, tan grandioso ensamble. Lo cual me recuerda que “la vida es lo que te sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes.”

Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla

(*): Reportero especial de OyN para el concierto



blog comments powered by Disqus
 
OpinionyNoticias.com no se hace responsable por las aseveraciones que realicen nuestros columnistas en los artículos de opinión.
Estos conceptos son de la exclusiva responsabilidad del autor.


Videos



Banner
opiniónynoticias.com