En honor a Caballero
Escrito por Fernando Luis Egaña   
Jueves, 26 de Mayo de 2011 07:05

altCon los auspicios de Editorial Alfa, se acaba de realizar un homenaje especial al siempre presente Manuel Caballero, en el que participaron muchos de sus familiares, amigos, colegas y discípulos.

Hablaron Ulises Milla y Carolina Saravia en nombre de la casa editorial que publicó la mayoría de sus numerosas obras. Y bajo la cordial dirección de Michaelle Ascencio se efectúo el intercambio de pareceres y tuvieron lugar las intervenciones de Carole Leal Curiel, sobre el Caballero historiador, y de Rodolfo Izaguirre, quien leyó y comentó un espléndido memorial del Caballero amigo. Me tocó el privilegio de considerar la dimensión política de Manuel Caballero, y al respecto, destaqué cinco facetas de su larga y provechosa relación con la vida política venezolana. La primera, que si bien era un apasionado de la política, en cambio nunca fue un político profesional.

Y esa pasión más que intelectual fue también vital, bien como estudiante rebelde, o como preso de la dictadura, o como exiliado activo, o como militante del PCV, o como fundador del MAS, y en especial como autoridad moral y política de la lucha por la democracia. Buena parte de su vida la entregó a la política, ciertamente, pero no vivió de ella.

La segunda, que Caballero fue un hombre político de ideas, pero no un ideólogo ni tampoco un pensador ideologizado. La evolución doctrinaria de sus convicciones así lo demuestra. Una izquierda moderna, de tolerancia y liberal, podrían ser las coordenadas definitivas de sus preferencias en el terreno de las identidades políticas.

Su revalorización de la figura nacional de Rómulo Betancourt, su antiguo Némesis, ayuda a comprender esa amplitud.

La tercera, que en política tenía compromisos y lealtades firmes, pero sin caer en sectarismos o posiciones dogmáticas. La izquierda civilista era una de esas querencias, así como también su identificación con Teodoro Petkoff o Pompeyo Márquez, pero eso sí, manteniendo su libertad de criterio, y de crítica cuando lo considerase necesario.

La cuarta, que también cultivó sus animadversiones y opuestos políticos: el militarismo, en primer lugar, así como también el abajamiento, la corrupción y el falseamiento de la historia. Personajes característicos de estos tiempos de mengua, fueron los receptores de sus despiadadas y honestas invectivas, en particular desde las páginas dominicales de El Universal.

Y la quinta, que Manuel Caballero fue un valiente en política. Lejos de amilanarse de luchar contra la corriente, ello le animaba. Jamás fue víctima de eso que los teóricos de la comunicación denominan "la espiral del silencio".

Acaso el mejor tributo que se le pueda rendir a Manuel Caballero, en el campo de la política, sea la de empujar la causa que tanto le ilusionó al final de su vida: el renacimiento de la democracia venezolana.

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