Historias cruzadas: ¿Óscares a una película racista?
Escrito por Édgar Torres   
Martes, 07 de Febrero de 2012 05:45

altQue el filme "Historias cruzadas" ('The help') haya obtenido por lo menos tres nominaciones a los premios de la Academia de Artes de Hollywood, entre ellos el de Mejor película, es un asunto que me importa como partidario decidido de la igualdad y la solidaridad humanas, porque el manejo narrativo del rol protagónico parece mostrar críticamente una historia de dominación esclavista, pero -según me parece- ella misma es una obra racista y de dominación cuasi esclavista entre mujeres.

La noción de "protagonista" tuvo su origen en el teatro griego, para designar al personaje -generalmente una divinidad- cuyo destino glorioso y dolorido se contaba en una tragedia. Junto a él eran considerados el "antagonista" y el coro encargado de exaltar el sentido de la acción. Estas nociones básicas han permitido el análisis de las fuerzas que pugnan en la situación dramática que entretiene y recrea a los espectadores. Soy del parecer que esas categorías se desdibujan en esta película y conducen al engaño.

Ciertamente el relato es posible porque una joven blanca, del poblado de Yackson en el racista sur de Estados Unidos, de regreso a su ciudad tiene que aceptar un empleo de tercera en el periódico local, lo cual la lleva a iniciar una serie de entrevistas con las mujeres negras del servicio doméstico que le revelarán detalles de la opresión racista relativa al género de las mujeres de esa ciudad, y cuya publicación la llevará al éxito editorial en la enorme Nueva York. Sin embargo, la recopilación de esas memorias se desarrolla como un continuo regreso a las anécdotas narradas por las sirvientas negras, lo cual las coloca en la condición de protagonistas del filme. Este mecanismo narrativo, las discusiones de la periodista con su madre por haber despedido a la negra a quien le debe su crianza y la mofa sobre la vida superficial de las jóvenes blancas de Yackson, tiene el efecto de hacer aparecer a la protagonista como la buena de la historia y a las negras como el coro que revela la verdad para el conocimiento de todos.

Pero lo que se oculta es lo que está, precisamente, en el centro de la narración. Esta periodista mantiene su columna en el diario publicando como propios los saberes domésticos de las negras, al tiempo que les saca sus historias como pilares constitutivos de la cotidianidad familiar de las blancas, sus dolorosas experiencias de victimización y las risibles acciones de venganza. Con este archivo y un capítulo propio, corriendo contra el tiempo, logra que otra mujer -mujer en el claroscuro de la ciudad lejana, mujer rodeada de hombres, bares y poder- la aplauda, le publique y la ponga en el centro del éxito editorial, que era lo que quería desde el principio. Las negras ni se liberan, ni son liberadas. Obtienen una cuota de las ganancias obtenidas por las ventas del libro, voluntariamente cedida por la periodista, mientras una de ellas -Aibileen- quedará con la certeza subjetiva de que ella es la escritora del libro, con lo cual obtiene el confort de cumplir el sueño social de su madre.

¿Será posible un testimonio cinematográfico más racista? Kathryn Stockett y Tate Taylor, autora de la novela y directora del filme, amigos de la infancia en el Estado de Mississippi, nos presentan los pliegues inconfundibles del alma forjada con los frutos domésticos del esclavismo norteamericano. Las mujeres blancas del sur nacieron para ser libres, triunfadoras y felices; las negras nacieron para el conventillo, el trabajo rudo, la crianza de los niños y niñas blancas, la limpieza de sus mierdas y la forja de los sentimientos morales que serán apabullados por la vida. Si algún triunfo y reconocimiento social reclaman las negras es solo de su imaginario, la verdad y la vida están con las blancas. Las negras merecen compasión y las blancas provincianas tienen bien ganada la burla. Solo la gran ciudad y su empresa dirá quién es quién.


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