El mercader de Santiago
Escrito por Pedro Lastra   
Sábado, 13 de Febrero de 2010 10:59

altGrueso habrá tragado la Alianza por el Cambio y el presidente electo, Sebastián Piñera, teniendo que asumir el pesado y maloliente fardo de José Miguel Insulza que le entregara en bandeja de plomo la saliente presidenta Michelle Bachelet. Insulza, quien no tuvo empacho en abandonar sus obligaciones como Secretario General de la OEA – cuestión de Estados -, montarse en un camión de campaña y desgañitarse llamando a votar por el candidato de la concertación Eduardo Frei – cuestión de gobiernos – tampoco lo tuvo a la hora de presionar a Troche y Moche para doblarle la mano a la UDI y a Renovación Nacional, que después de soportarlo cuatro años sirviendo al castro chavismo y sobándole el lomo al agónico Fidel Castro han tenido que dar su placet al pesado militante socialista.

Duro ha de haber sido y con el pañuelo en la nariz. Entre los sectores más duros de la derecha chilena llamado “el bolchevique”, su figura no puede arrastrar mayor desprestigio. Por no hablar de desprecio. Razones sobran: Insulza es inescrupuloso, imperativo, deshonesto, desconsiderado y seguramente corrupto.  Nada de raro tendría imaginárselo beneficiario de algunos de los maletines del teniente coronel. Porque de lo contrario, ¿por qué torcer sus obligaciones para con las democracias latinoamericanas, pasándose por el forro el hecho más que escandaloso de que siete países se pasen a su vez por sus forros la Carta Democrática, como se lo reconociera imprudentemente – pues Insulza de diplomático tiene lo que yo de cosmonauta – a Teodoro Petkoff en un casual encuentro en Washington?

Entre esos siete países están desde luego Venezuela, Bolivia,  Ecuador, y Nicaragua, capitales del ALBA y cabezas de playa de la invasión del castro chavismo en la región. Los otros tres quedan a gusto del consumidor, pero seguro podrá acertar si piensa en la Honduras de Zelaya y la Argentina de los Kirchner. Que reconociéndolo sin ningún pudor no haya movido un dedo por rectificarlo demuestra dos hechos verdaderamente escandalosos: a Insulza no le ha interesado la OEA sino como plataforma para su lanzamiento presidencial y no ha trepidado en aliarse con los países violadores de la Carta Democrática por razones de provecho material y político estrictamente personal. Todo ello con un sesgo filo castrista, muy propio por cierto de sus entonces patronos chilenos, la izquierda socialista bajo la presidencia de una señora que hizo sus pinitos en la Alemania estalinista. Insulza no representó en sus cuatro años de secretariado ni una sola aspiración de los demócratas latinoamericanos, se puso al incondicional servicio de los Castro y los Chávez y llegó al ex abrupto de denunciar al gobierno dictatorial y de facto de Micheletti con Raúl Castro a su derecha y Hugo Chávez a su izquierda. Escoltado por Daniel Ortega y Evo Morales. El colmo del desparpajo.

Me resulta absolutamente increíble que con tales siniestros antecedentes, detallados con minuciosa severidad por Robert Noriega y el Washington Post, que lo retrataran de cuerpo entero como un patán inescrupuloso y deshonesto, además de peligroso para la OEA y el destino de la democracia en la región, Sebastián Piñera haya aceptado de buen grado tener que respaldarlo para su reelección. Eso se llama “tragar grueso”. La indigestión debe resonar en los comandos de la UDI y RN.

Es de esperar, dada una realidad tan escabrosa, que Insulza, rastrero y trepador como pocos, no tenga empacho en volvérsenos una Juana de Arco en la defensa de la Carta Democrática. Desde La Moneda estarán acicateándolo en tal sentido. Habrá cumplido así el periplo de su tortuosa aventura política.


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