El drama de los presos políticos en Venezuela
Escrito por Rodrigo Ahumada   
Martes, 05 de Enero de 2010 07:40

altCuando estudiaba en Toulouse tuve el privilegio de conocer y conversar más de alguna vez con el destacado escritor paraguayo Augusto Roa Bastos (fallecido el 2007). En ese momento el era un exiliado del dictador paraguayo Alfredo Sttroessner, que gobernó su país ininterrumpidamente por 35 años. En esa época -los "80"-, el gran novelista dictaba algunos cursos en la Université de Toulouse-Le Mirail, especialmente uno por el cual sentía un especial afecto: "iniciación al idioma guaraní".

Ya era un autor célebre, sobre todo a partir de la publicación en 1974 de su clásico, "Yo, El Supremo", novela densa y profunda, considerada una obra cumbre de la literatura hispanoamericana. Se trata de un relato centrado en la vida de otro dictador paraguayo, esta vez del siglo XIX -quien se llamaba a sí mismo: "el Supremo"-, José Gaspar Rodríguez de Francia, conocido como el "Dr. Francia". Con su pluma magistral, Roa Bastos a través de la figura del dictador, retrata el fenómeno del caudillismo y caciquismo tan arraigado en la cultura y "praxis" política latinoamericana, esbozando con maestría al arquetipo del "Dictador", tan fértil en el territorio del "realismo mágico" -pensemos a modo de ejemplo en el dictador mexicano Antonio López de Santa Anna, de quien se dice hizo enterrar una de sus piernas perdida en batalla con honores militares-. La obra de Roa Bastos fue escrita en plena  Guerra Fría, un momento trágico donde las dictaduras militaristas y de derecha dominaban sin contrapeso en América Latina bajo la lógica de la ideología de la Seguridad Nacional promovida por los EE.UU., y de la cual el escritor paraguayo fue una de sus tantas víctimas.

Por esas ironías de la historia, todo lo narrado en esa novela hoy día es aplicable, al nuevo "Supremo" del vecindario, quien se llama a sí mismo, "líder de los llanos" o "el Comandante": el dictador Hugo Chávez. Son pocos los dictadores que han llegado al extremo, no ya de cambiar la Constitución, sino el nombre a su país, pretendiendo borrar la historia y la memoria colectiva de su nación de una sola plumada colocando el inicio de su mandato como el año cero de una nueva historia. Ni siquiera Fidel Castro, Hitler o Mussolini llegaron a ese extremo.

Si escribo estas breves líneas es porque tengo la convicción de que Chile tiene una deuda moral con el pueblo venezolano que hasta el día de hoy no ha sabido o no ha querido saldar. Durante la dictadura del general Pinochet, muchos chilenos se exiliaron en Venezuela, siendo acogidos con cariño y solidaridad tanto por el gobierno como por el pueblo venezolano. Y sin embargo, hoy día que se vive la situación inversa, muchos venezolanos contemplan con dolor, la indiferencia de los antiguos camaradas chilenos ¿Qué ha hecho nuestro país frente a la flagrante y sistemática violación de los derechos humanos en Venezuela? ¿Cuál ha sido el "pago" de Chile? ¿Qué ha hecho José Miguel Insulza más allá de sus paseos y palabras de buena crianza? En Venezuela hoy día existen presos políticos que viven en cárceles en una situación humana indigna, sometidos a apremios ilegítimos y sin derecho a tener acceso a un proceso justo. En una reciente carta enviada por uno de ellos (Iván Simonovis, 39 años) al Parlamente Europeo exponía lo siguiente:

"Durante 23 años ininterrumpidos trabajé en la Policía de investigación Criminal de Venezuela y, por mis meritos, en el año 2000 fui escogido para ocupar el cargo de Secretario de Seguridad Ciudadana del Distrito Capital durante los fatídicos hechos del 11 de Abril de 2002. Mi función era la coordinación y supervisión de las políticas de seguridad pública de la ciudad de Caracas, Venezuela.
Me encuentro encarcelado… desde el 22 de Noviembre del 2004, condenado a 30 años de presidio… después de un juicio de 3 años (el juicio más largo de la historia venezolana) además de 4 años y 6 meses de encarcelamiento, por el delito de complicidad correspectiva en relación con la muerte de 2 de los 19 fallecidos en Caracas el 11 de abril de 2002.     

Permanezco, en efecto, en una celda de 4 metros cuadrados en el sótano de la sede de la policía política en Caracas, sin ventilación ni luz natural. Solo tengo acceso a la luz del sol, 2 horas cada 2 fines de semana. En total 48 horas, [2 días] al año de luz natural. El lugar donde me encuentro no es una cárcel, es la sede de la policía política de Venezuela y estas instalaciones no están diseñadas para albergar durante tanto tiempo a una persona privada de libertad. En consecuencia y dadas estas condiciones ha habido un franco deterioro de mis condiciones físicas y mentales que han ameritado recibir atención médica, en algunos casos hasta operaciones quirúrgicas cuando la he necesitado. Hay además una severa restricción de mi derecho a recibir visitas de familiares, amigos, representantes de ONG nacionales e internacionales, periodistas violando así artículos de la Convención Americana de DDHH de San José, Costa Rica.

Durante el juicio, fue escuchada la declaración de 198 testigos de los hechos y 48 expertos; se evaluaron más de 250 experticias técnico-científicas; se analizaron más de 5.700 fotografías y videos. Ninguna de esas pruebas demuestra mi culpabilidad en cuanto a los hechos que se me imputaron.

En ese mismo periodo de tiempo, fueron identificadas 67 personas, todas afectas al Gobierno de Hugo Chávez, disparando con armas largas y cortas contra manifestantes opositores desarmados. Todas estas personas fueron absueltas o perdonadas por el Presidente de la República mediante una Ley de Amnistía dictada por la Asamblea Nacional a petición de aquel, en Diciembre de 2007.
El día 3 de Abril fui condenado a 30 años de presidio sin ningún tipo de atenuante o beneficio, procesal por el delito de "complicidad correspectiva" sin autores materiales, insisto una  pena de muerte.
Esta abominable sentencia no es ni siquiera comparable a la reciente sentencia dictada al ex-Presidente Peruano Alberto Fujimori, condenado a 25 años de cárcel por su autoría intelectual, desde la Presidencia de la República, en asesinatos con alevosía, secuestro agravado y lesiones graves en hechos ocurridos en los años 1991 y 1992 en el Perú.

Señores: mi casa ha sido atacada con bombas molotov; mi familia, incluyendo a mis hijos menores de edad, ha sido amenazada en su integridad física de manera pública por grupos radicales armados, afectos al gobierno nacional; mi esposa, quien además actúa como mi abogado y al igual que mis hijos, posee ciudadanía española, ha sido sometida al escarnio público, ha sido amenazada en canales de televisión y emisoras de radio oficiales y ha sido atacada en su honra de persona y de mujer de manera sistemática por grupos de personas afectas al gobierno que eran trasladados hasta la parte externa de la sede del tribunal para proferir insultos y amenazas durante su salida y entrada de las audiencias".

Esta es la realidad que vive el pueblo venezolano, ante la indiferencia internacional de muchos países, que están dispuestos a tolerar a los dictadores de izquierda porque son "simpáticos", o porque supuestamente gobiernan en nombre del "pueblo", y en esos casos la dictadura se justifica. La democracia, lo hemos repetido cientos de veces, es ante todo una realidad ética, esto implica que si no hay respeto a los derechos fundamentales de la persona tampoco hay democracia. Eso es lo que ocurre bajo el gobierno del nuevo "Supremo", su mérito, ser de izquierda, lo que lo deja al abrigo de las críticas y le da una mayor tolerancia frente al cinismo ético y político de muchas democracias occidentales, incluida la nuestra. Del mismo modo, que fui un crítico del gobierno militar, también lo soy del de Chávez ¿Cuántos demócratas chilenos pueden decir lo mismo? De Camilo Escalona no espero nada y de Guillermo Teillier menos, pero de Juan Carlos Latorre, el senador Pizarro, Eduardo Frei y tantos otros espero más de algo, por lo menos como homenaje póstumo hacia la gran figura del ex presidente venezolano recientemente fallecido, fundador del partido social cristiano (COPEI), Rafael Caldera Rodríguez.

(*): Rodrigo Ahumada Durán, filósofo e historiador. Actualmente es Director de la Carrera de Pedagogía en Historia y Geografía de la Universidad San Sebastián y Director del Área de Formación Integral de la Facultad de Ingeniería y Tecnología de la Universidad San Sebastián. Durante dos periodos consecutivos se desempeñó como Director de la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Gabriela Mistral (2003-2009). También se desempeño como asesor académico y profesor del Magister en Ciencia Política, Seguridad y Defensa en la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos-Ministerio de Defensa. En historia se ha especializado y enseñado Teoría de la Historia, Epistemología de la Historia, Corrientes Historiográficas Contemporáneas e Historia de la Cultura, particularmente Occidente e Islam, siendo discípulo del destacado islamista francés Louis Gardet.
En filosofía sus estudios y enseñanza se han centrado en Filosofía de la Ciencia, Ética y Política, la filosofía del ser (Jacques Maritain) y la filosofía marxista y neo-marxista. Sus estudios de ética los realizó en Francia con el gran moralista del siglo XX, Michel Labourdette, siendo al mismo tiempo discípulo del destacado pensador suizo, filósofo y teólogo, Cardenal Georges Cottier (Teólogo del Papa Juan Pablo II). En diciembre del 2007 fue nombrado, Miembro Académico de la Pontificia Academia Santo Tomás de Aquino (Roma). Actualmente es Miembro de “L’ Asociation Internationale Jacques et Raïssa Maritain”, Strasbourg-France. Ha publicado diversos libros tanto en Chile como en el extranjero entre los que destacan: ¿Qué es la historia? De la metodología a la epistemología (Santiago, Ediciones UGM, 1998), La concepción ética de la política (Editorial Scire, España, 2004), y Problemi e Sfide Storiografiche All’ Epistemologia Della Historia, Editore Liguore, Nápoles, 2009.
Actualmente colabora y ha publicado en diversas revistas tanto en Chile como en el extranjero, entre las que destacan: Memoria y Civilización (España), Revue Thomiste (Francia), Cuadernos de Historia (Universidad de Chile), Communio en Lengua Hispana para América Latina (Bogota-Santiago), Revista Temas de Derecho (Chile), Revista Realidad (Chile), Revista Política y Estrategia (Chile).

La Tercera


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