Incertidumbre en la economía
Escrito por Antonio Yánez   
Lunes, 22 de Febrero de 2010 12:57

altNo deja de sorprender como, en menos de un mes, se han producido tantas medidas oficiales que alteran radicalmente el curso de los negocios en Venezuela. Se ha vuelto normal y cotidiano el anuncio de una expropiación un programa de reducción de consumo eléctrico con amenaza de corte indefinido al comercio o una devaluación con efectos retroactivos, que afectó toda importación que no había sido liquidada por Cadivi al 8 de enero, así tuviera más de un año de antigüedad, y que se trató de corregir posteriormente por la vía de un convenio cambiario, que tuvo a su vez una improvisada enmienda. Estas medidas tienen un factor común al que quiero referirme: acentúan la incertidumbre en la economía.

La incertidumbre liquida sustancialmente la capacidad creativa y emprendedora que, irónicamente, nos ha destacado a los venezolanos en el Mundo. Por una parte, miles de emprendedores abandonan sus proyectos al ver lo difícil que es planificar algo en un contexto tan inestable y, en consecuencia, optan por desarrollar sus ideas en otros países; y por la otra, se vuelve imposible ejecutar muchos proyectos grandes, lo cual afecta seriamente la inversión de largo plazo. En cambio, prolifera una actitud meramente extractiva y de altos retornos entre la gente de negocios (no se invierte sino que se busca únicamente alto y rápido rendimiento), y se refuerzan las ya duras barreras de entrada a nuevos inversionistas, principalmente a los pequeños, en beneficio de las empresas poderosas ya establecidas, que son las únicas que pueden costear con relativa facilidad el esfuerzo gerencial y los recursos jurídicos que se necesitan para afrontar la incertidumbre.

La incertidumbre es también un disparador esencial de la inflación. En una economía donde nadie sabe cuánto costará el dólar el día de mañana, ni cómo, cuánto o a quién se le otorgarán las divisas oficiales; donde pocos entienden las subastas cambiarias del Banco Central, que lejos de estabilizar el mercado, han sido una muestra de inconsistencia extrema en criterios de asignación y frecuencia; donde cualquier bien puede escasear repentinamente y cualquier activo ser expropiado; es natural que suban todos los precios a una velocidad innecesariamente alta y en detrimento de los consumidores.

En un entorno con estas características no puede desarrollarse un sector productivo sano y, mucho menos, que contribuya eficientemente al bienestar general. A este paso, las distorsiones serán cada vez más frecuentes, sus efectos más perversos, y será aún más evidente el fracaso económico. Ojala, de este lamentable deterioro, al menos resulte un aprendizaje económico colectivo: que el populismo y los “costos políticos” dejen de ser un motivador tan importante en la conducción del país, y adquiramos como sociedad una cultura económica que nos permita entender y apoyar programas económicos que verdaderamente conduzcan al desarrollo.


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