Hace 196 años, los campos de La Victoria, en el estado Aragua, se consagraron por el valor de jóvenes ardorosamente comprometidos con el futuro de una sociedad que comenzaba a soltar las amarras del colonialismo pernicioso. La Batalla de La Victoria fue un momento estelar de esa heroicidad, a veces anónima, que caracteriza a la juventud venezolana y que le ha permitido, a través de los siglos, refrendar el compromiso ético e histórico de cada generación en la construcción del país.

El hilo de la historia venezolana nos va señalando el paso de cada generación, con sus ideales de progreso y de renovación. Esa ética del compromiso social, superando las distancias en el tiempo, sigue perpetuándose en el presente con un nuevo liderazgo estudiantil que no necesita de apuntadores para representar el papel histórico que le toca cumplir.

Recordemos que la historia progresa en la medida que cada generación dirige su tiempo histórico hacia el camino del futuro. A Bolívar y a los líderes juveniles de su tiempo, como José Félix Ribas, les debemos el triunfo de la nacionalidad y la implantación de la república.

Fue una generación que se entregó con creces a la dura tarea de la renovación social. Así también lo asumirían, poco más de un siglo después, la juventud de 1928, abriendo los caminos para que Venezuela superara el atraso y el yugo caudillista.

Hoy el liderazgo juvenil nos luce renovado y, como en las generaciones anteriores, sus ideales y ética como movimiento no es otra que luchar por una sociedad mejor y catalizar las transformaciones que cíclicamente requiere cada sociedad.

Felicito a la juventud venezolana en su día. Sus aportes la convierten en portadora del liderazgo juvenil más activo en América Latina, en especial nuestros estudiantes, quienes desde las aulas universitarias refrendan el ejemplo heroico de La Victoria para seguir construyendo un mejor país.