¿A quién le habla?
Escrito por Luis Pedro España N.   
Viernes, 12 de Febrero de 2010 06:51

altYo no sé si el Gobierno lo sabe y actúa con conocimiento de causa, pero una cosa está clara, cuando el discurso oficial enarbola los principios marxistas como lo haría cualquier liceísta neoconverso, la mayoría de sus partidarios se hacen los sordos.

Algo similar debe ocurrir con otros temas como el eslogan que invoca la muerte, el llamado a la confrontación permanente, el insulto y la descalificación en genérico, así como el reciente rechazo del diálogo o el entendimiento.

Si una parte importante y mayoritaria de los partidarios del Gobierno rechazan la idea del comunismo, quieren la paz, están de acuerdo con que las diferencias se resuelvan por medio del diálogo, y no creen que los problemas del país pasen por la interpretación a la caribeña de la lucha de clases, entonces aquí alguien debe estar equivocado. O el Gobierno no le habla a los suyos sino que tienta a los contrarios o, aunque no es excluyente, pretende que sus partidarios se radicalicen y abandonen la postura "soft" que les ha caracterizado hasta el presente.

No creo que exista la más mínima posibilidad de que el pueblo mayoritariamente moderado (60% por decir lo menos) se adoctrine según postulados, no sólo antiquísimos, sino tremendamente fracasados, como los que a tiempos se apuntalan para explicar o redefinir los problemas del país.

Nadie en Venezuela aspira a ser propietario gracias a que otro deje de serlo, o va a renunciar al deseo de progreso material, en especial el de sus hijos. Venezuela es inmune a los proyectos socializantes porque dejó de ser una sociedad rural (como la rusa, la china o la cubana de comienzos de sus respectivas revoluciones), conoció el desarrollo económico y ha experimentado el logro basado en el desempeño y no sólo en estructuras de privilegio.

Pero esta inmunidad no nos inocula ante proyectos inviables, más aún si ellos se afincan en algunas de las creencias económicas más populares del país y que tiene su génesis en las viejas prácticas intervencionistas del Estado petrolero.

La creencia generalizada, en todos los estratos sociales, de que el único freno que existe para el alza de los precios es el control por parte del Estado, que difícilmente el interés del pueblo forma parte de las preocupaciones de los empresarios y que finalmente el motor de la economía es la acción del sector público, da cuenta de una realidad económica particular y que puede ser el asidero de propuestas económicas propias de un esquema planificado y que deja poco espacio para el mercado y sus prácticas.

La conciencia social y democrática del pueblo venezolano, partidario de una economía mixta en la cual el Estado tiene un rol muy activo, pero sin desconocer la necesidad del sector privado, da licencia para que el Ejecutivo se desgañite alabando prácticas socialistas frente a las cuales el selectivo oído del venezolano (propenso a evitar los conflictos) deja pasar hasta que la práctica cotidiana no le cambie. ¿A quién le habla el Gobierno entonces? Claramente, a las puntas del espectro político del país.

Unos para que lo apoyen hasta la irracionalidad y otro para que lo odien hasta intentar locuras y ganarse el rechazo de la masa moderada del país.

Lógicamente, y puestos a escoger, el Gobierno preferiría una mayoría radicalizada, que abrazara su versión simple y maniquea del marxismo, que mostrara mucha más disciplina y compromiso revolucionario que el utilitario apoyo que se deja ver cada vez que al pueblo se le da chance para que hable sin un guión aprendido.

Pero lo anterior no parece ser el caso. El Gobierno se halla atorado en un esquema radical que no encuentra adeptos. Por ello no avanza, sólo profundiza su inviabilidad. La que por desgracia también es de todos nosotros.

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El Nacional


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