¿Imperturbable terquedad?
Escrito por Antonio José Monagas | X: @ajmonagas   
Miércoles, 20 de Noviembre de 2019 00:25

altAunque suele ser por ratos, luce extrañamente contrariado comprender la ofuscación de quienes gobiernan Venezuela que sabiéndose perdidos o acorralados,

se empeñan en continuar girando órdenes en la dirección de imponer su fracasada revolución bolivariana. Mas luego de tanto tiempo, vivir tan gruesa incoherencia, dicha preocupación se volvió reincidente. O sea, se cundió del mismo problema que genera el hecho de padecer la reincidencia acumulativa orgánica de alguna molestia. 

Cualquier análisis sobre tan grave dolencia política, da cuenta de una flemática reticencia producida por la ceguera y sordera de quien cree tener ganarlas todas. Además, abstraído de las realidades cuando comportan efectos insidiosos. Porque no es posible aceptar, ni mucho menos adular, a quien en conocimiento del clamor popular ante la avalancha de problemas de índole estructural, no circunstancial, se aferra a pensar en lo contrario. Es decir, que por incapaz o soberbio, no reconoce dificultades muchas de las cuales están ante los ojos de cualquiera. Más, si se trata de la atención que debe prestar un gobernante con responsabilidad en la conducción de una nación. 

Es lo que está aconteciendo en Venezuela toda vez que ante la falta de medicamentos y la carencia de alimentos, es decir de derechos constitucionales vulnerados por la desobediencia abierta de quienes gobiernan, el pueblo cae en una fase de depresión con la fuerza necesaria para arrastrar el país hacia estadios de violencia peligrosamente acentuados. 

Es, precisamente, lo que cuesta comprender. Sobre todo, cuando faltan razones viables que justifiquen la conservación del poder por factores enquistados sin más resultados que la pronunciación de una crisis de carácter global. Esto conduce definitiva y compulsivamente, a que el país entre en una situación de franca animadversión para luego caer en serios enfrentamientos capaces de hundirlo a niveles freáticos de encarnada ebullición social. Ya la economía perdió su asidero operacional. La sociedad, se degradó al extremo que la anomia envolvió casi todas sus reacciones por lo que el desorden luce de difícil control para una fuerza policial-militar contaminada por la corrupción y la apatía de sus miembros.

El desarreglo venezolano, inspirado en fracasadas revoluciones, representa otra manifestación más de cuando la avaricia por poder se convierte en excusa para degradar la espiritualidad del hombre y colocarlo –rastreramente- a merced de las coyunturas. Por eso, las dictaduras terminan reventándose por dentro de tanto hurgar por la misma herida. Es exactamente, lo que deriva de cualquier tentación de poder ganado sobre la ignorancia política de un pueblo, además engañado. Será lo que resulta de una ¿imperturbable terquedad?


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