De la sensatez mínima a reivindicar
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Martes, 08 de Diciembre de 2009 11:58

altEn días pasados, hurgaba con Doña Filo el mundo de los viejo-libreros del centro caraqueño. Tomamos una edición de finales de los setenta, proveniente de Cuba, relacionada con la teoría general del Estado de autor que ahora olvidamos: lo descartamos, pues el maltratado ejemplar versaba sobre los consabidos elementos existenciales  distraído en un largo capítulo con disertaciones propias del derecho civil que inicia a nuestro estudiantado, ausente una consideración  - por lo menos equivalente – respecto a la autonomía de los órganos del Poder Público.

Digamos de un constitucionalismo que se ha sincerado, desconociendo la lenta y también amarga evolución de la disciplina. Por ello, paradójicamente celebrando el texto referendado en 1999, no sorprende la reciente coincidencia de la presidente del Tribunal Supremo de Justicia y del presidente de la República al fustigar la división de poderes, creyéndola debilitadora del Estado, como si el estadounidense – por citar un caso – lo fuese.

Otras materias pueden experimentar el indeseado retroceso,   irónicamente en nombre del mandato revolucionario. Procesos como los espantosamente célebres de Moscú, consagraron la responsabilidad penal de terceros inocentes, siendo igualmente posible que los encausados y demás relacionados, a propósito de la actual crisis bancaria como las de otras de carácter enteramente político, teman por sus familiares y amigos.

La sinceridad que va galopando, procura legitimar un discurso que es el de la insensatez entregada al aplauso de los beneficiarios directos del régimen.  Poco importa la consistencia doctrinaria alcanzada en el campo constitucional o penal, porque sucumbe en medio de la descomposición del debate que es un (extremadamente postmoderno) simulacro.

La realidad, vivamente padecida por todos y cada uno de los venezolanos, sigue el curso más funesto hasta desembocar en las morgues del país para la descarada omisión o evasión de la dirigencia del Estado. E, inocultable, la otra crisis, la del flujo eléctrico y agua, recibe una bofetada de Chávez Frías: “(los opositores) están montando una gran mentira sobre verdades, pero sin razonamiento alguno”.

Tamaña sentencia, proferida con cinismo, como si la tomara acaso de Aristóteles y su “Organón” o de Ludwig Wittgenstein y su “Tractatus logico-philosophicus”, apunta hacia una urgente reivindicación política y programática: la de recobrar un mínimo de racionalidad para la convivencia.  No es posible sobrevivir al disparate, el verbal y el de los hechos,  y la razón es una meta tan importante como la paz y la concordia.


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