Oposición y elecciones |
Escrito por Ramón Piñango |
Jueves, 01 de Octubre de 2009 06:47 |
Por mucho esfuerzo que uno haga, lo que se percibe es una oposición reactiva, sin ninguna iniciativa de significación ante el avance del proyecto político del gobierno y la destructiva gestión gubernamental.
No se escucha nada interesante que se aproxime a lo que puede ser una promesa que de algún modo entusiasme a la gente. Y, lo que es peor, cualquier comentario que se haga al respecto, genera molestia en ciertos aspirantes a líderes, porque "no hay que hacerle el juego al gobierno criticando a la oposición". Hasta la saciedad nos insisten en que todos los esfuerzos deben ser concentrados en las elecciones parlamentarias del próximo año. Hasta donde uno alcanza a comprender, unas elecciones parlamentarias no constituyen, como tales, una promesa capaz de entusiasmar a un electorado. Esas elecciones, como toda elección, son siempre un medio para llevar al poder a un grupo de personas que algo han de hacer para mejorar la situación de los ciudadanos. El objetivo de ponerle el freno al poder del todopoderoso Ejecutivo sólo motiva a quienes están convencidos de que ese todopoderoso encarna el mal y que quienes aspiran a llegar al Parlamento representan las fuerzas del bien. Ese puede ser el caso de un electorado muy polarizado, pero los sondeos de opinión muestran que en Venezuela no existe tal polarización. Existe un tercer sector descontento con el gobierno pero que no se identifica con la oposición, porque ésta le trae malos recuerdos, o porque nada atractivo le ofrece. Es cierto, la oposición al régimen crece, pero muy lentamente, porque del otro lado no hay una fuerza atractiva. Es una oposición que aumenta por rechazo, gracias al desastre gubernamental, y no por la ilusión de lo bueno que puede traernos un gobierno diferente. Una oposición basada en el desencanto con el gobierno y no en el encanto de quienes se ofrecen como alternativa es una lastimosa oposición. Todavía el sabor del contenido del mensaje de quienes combaten al régimen y la forma como ese mensaje se presenta sigue siendo esencialmente de clase media, no alcanza los estratos de menos ingresos. Es verdad que, afortunadamente, la oposición ha abandonado poses absurdas, como aquella de andar hablando de meritocracia, pero aún hoy no está seriamente vinculada con las luchas populares. Así, por ejemplo, todavía se revuelca en ejercicios abstractos como la discusión de la nueva Ley de Educación, discusión que ha contribuido a legitimar este engendro del abuso del poder, pero no hemos visto una protesta airada para que los planteles donde la gente de menos recursos envía a sus hijos estén en condiciones decentes. ¿Qué tal una cruzada brava para que en las escuelas y liceos del Estado venezolana se cumplan las más elementales condiciones de salud pública? Lo poco que se ha hecho en este sentido ha sido por iniciativa de los medios de comunicación, pero no de la gente de los sectores medios y altos, influyentes en la dirigencia política, muy preocupados porque sus niños van a ser ideologizados. La dirigencia de la oposición no puede limitarse a ser un movimiento de los estratos medios hacia arriba. Cuidado si su apuesta por las elecciones parlamentarias se basa en el cálculo de que históricamente en estas elecciones la participación no es muy elevada y quienes tienden a abstenerse son los votantes de los sectores populares. Tal cálculo puede ser fatal porque no sabemos qué va a pasar de aquí a final del año próximo. Puede ocurrir cualquier cosa, incluyendo que no haya elecciones parlamentarias. Ante cualquier eventualidad mejor es contar con la buena voluntad política de diversos y amplios sectores de la población. Tal cosa se logra pensando y actuando mucho más allá de unas inciertas elecciones parlamentarias. Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla |
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