Las armas rusas: El peor impuesto
Escrito por Domingo Alberto Rangel   
Miércoles, 23 de Septiembre de 2009 01:33

altDos países de América del Sur, Venezuela y Brasil han celebrado contrato de provisión de armamento con potencias europeas. Venezuela suscribió con Rusia un convenio específico sobre la materia y Brasil lo hizo con Francia. Las armas adquiridas en virtud de tales negociaciones no dispararan un solo tiro en ningún conflicto internacional. Son armas de guerra, pero no son armas para la guerra. Ese rasgo identifica a los dos contratos.

Latinoamérica viene adquiriendo armas con metódica regularidad desde hace por lo menos noventa años. Es sintomático que esa adquisición de utensilios de guerra haya comenzado en el momento en que, librada ya la Primera Guerra Mundial, las adquisiciones de armamentos han sido como el péndulo, van y vienen con una regularidad inconmovible.

Pero no por regulares esas compras de aparatos de guerra han conducido a enfrentamientos armados. Los “chopos” comprados han servido sólo para adornar el desfile, en cada país suramericano, del día de la patria o para escribir, a costa de ellos, sesudos ensayos sobre el perentorio deber que tienen los ejércitos en la defensa de la nación. Nadie sabe quién amenaza a la pobre nación.

La hipótesis más socorrida fue, hasta 1999 en lo que atañe a Venezuela, el enfrentamiento con Colombia. Hubo políticos en nuestro país, como el doctor Pedro José Lara Peña, que hizo toda su carrera llamando la atención sobre un supuesto peligro colombiano. El peligro colombiano no estaba en las fronteras y radicaba en algunos hampones que buscando mejorar su suerte huían de Cúcuta para ejercer su oficio en un país de moneda dura como Venezuela.

Las armas que se compraban para coartar la amenaza colombiana no se desplegaban en la frontera, como hubiera sido lógico ya que allá radicaba el peligro, se guardaban en Maracay o en Caracas. Es como si los rusos, temiendo una invasión alemana, depositaran todas sus armas en Moscú. El peligro colombiano, como otras muchas cosas, es el impuesto que el venezolano medio debe pagar a sus militares para permitirles que existan. La amenaza colombiana es la justificación para la existencia de un ejército que no es para nada necesario.

A veces, como ahora, ese impuesto llega a 2,2 millardos de euros que es el valor de unos aviones, unos tanques y unos cohetes que no disparan un solo tiro. Las armas rusas son un simple juguete, como las “balalaicas”, aquellas muñecas rusas que guardan otra muñeca igual en su interior…

Fuente: 2001


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