En Honduras… |
Escrito por Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo |
Sábado, 18 de Julio de 2009 06:51 |
![]() Los que ahora dan mejor ejemplo de ello, no son los ciudadanos de a pie, sino los presidentes y los altos representantes de los poderes públicos. La fórmula mágica es convocar una Asamblea Constituyente, revolverlo todo, declarar la provisionalidad de todo y proponer una iluminada novedad: la reelección presidencial. La era democrática actual pasa por los nuevos Mesías, que en nombre del pueblo, con discursos incendiarios a favor de los pobres y en contra de las oligarquía e imperios, impone la fórmula sagrada: “fuera de mi no hay salvación”. “Mi perpetuidad en el poder traerá, no se sabe cuándo, pero algún día será, la felicidad de mi pueblo”. El último brote de este “nuevo virus” se inoculó en los genes del presidente hondureño Zelaya, quien por encima de la Constitución y en contra de una orden judicial pretendió hacer una “consulta ingenua, no vinculante”. Al golpe a las leyes, sucedió otro golpe. Un dictamen judicial ordena su allanamiento y captura. De pronto aparece fuera del país, con sombrero tejano, pero en pijama que incluye tarjeta de crédito en el bolsillo. Es allí cuando aparecen “los defensores del (des)orden institucional”. La OEA, la ONU y el ALBA. Esta última refuerza la vuelta a la “normalidad constitucional”, exigiendo reponer al Presidente depuesto, a como dé lugar; para ello, vocifera la condena de todo golpe, amenaza con invadir, bloquear y lo que haga falta. La guinda la pone la presencia del mejor invitado de honor para defender la Democracia y la Libertad: Raúl Castro. La respuesta más sensata viene de las propias instituciones hondureñas: aunque somos un país pequeño y pobre, nuestros problemas los arreglamos nosotros mismos. Preferimos la condena de la comunidad internacional por unos meses, que caer en una situación como la venezolana, en la que ninguna instancia va a venir a echarnos una mano. Mientras los principios éticos y las leyes sean una moda “pret â porter” para atornillarse en el poder, las mayorías seguirán padeciendo violencia, inseguridad e injusticia. Por eso los cristianos tenemos el deber de meternos en honduras. Ésa ha sido y seguirá siendo la misión de la Iglesia, tal cual lo ha manifestado ejemplarmente el cardenal Rodríguez Maradiaga. |
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