Vientos de frontera
Escrito por Eduardo Escobar   
Martes, 14 de Julio de 2009 07:13

altLo que asusta es que algunos intelectuales aún sustenten sus ilusiones con los opios resecos del marxismo, que Chávez adultera con indigestos borracheros del Apure.

 

Un poeta, en una crónica sobre unos maestros chocoanos en Cúcuta, abre un paréntesis con músicas de piropo, y lo infla con unos supuestos vientos de frontera. Avezado en los métodos de la adjetivación borgiana, no los califica sin embargo. Los vientos suelen traer hedores y bálsamos de cosas, de tumbas, de florestas, y hojarascas. Él se limita a nombrarlos. Consulté el paréntesis intrigante con mis amigos a ver qué habían entendido en los vientos percibidos por el poeta y todos estuvieron de acuerdo con mi sospecha. Los vientos que lo tocaron fueron los de la revolución bolivariana del comandante Chávez, es decir, vientos de diarrea.

Lo que asombra en el poeta de marras dado a los adornos de precisión no es que deje a sus lectores en nada sobre las cualidades de los vientos que percibe. Una dosis de ambigüedad socarrona remata bien los párrafos con vocación de mutilados. Lo que asusta es que algunos intelectuales aún sustenten sus ilusiones con los opios resecos del marxismo, que Chávez adultera con indigestos borracheros del Apure.

Hace años, un escritor francés llamó al marxismo "opio de los intelectuales" un tiempo cuando el marxismo conservaba alguna justificación en un mundo mecánico, recién desgarrado por una guerra feroz, adormilado por la propaganda revolucionaria de izquierda, aún ignorante de los crímenes de las aristocracias de Lenin que reemplazaron en Rusia las aristocracias de los zares.

Hoy, el marxismo es un despojo en la arqueología del espíritu.


Está bien que algunos poetas disfruten con los aires de las diarreas, o las carroñas, como Baudelaire. Esas aberraciones ya no escandalizan en los desórdenes del inmoralismo posmoderno. Pero es peligroso y admirable en este caso. Peligroso porque la hipertrofia del ego está llena de riesgos para todos y para la poesía cuando infecta los hombres de poder y es evidente que Chávez se desplaza hacia la paranoia. Y admirable porque es un milagro de anquilosamiento intelectual que algunos poetas sigan regodeándose en el círculo vicioso de los embelecos revolucionarios que alimentaron las utopías de un pasado tenebroso y reciente todavía.

Algunos buenos amigos míos, por orgullo, irreflexión, por interés vanidoso, o por incapacidad para decepcionarse aún se entusiasman en las bajas pasiones que envilecieron la Tierra a lo largo del siglo XX a nombre de la justicia revolucionaria. Si envejecer es hacerse sabio, la sabiduría consiste en saber sumar decepciones sin asco ni autocomplacencia.

Muchos niños en estas provincias equinocciales fuimos decepcionados cuando supimos que los bebés no los traen las cigüeñas. Más tarde nos desengañaron las burocracias del Vaticano con los tejemanejes de sus sacristanes y leímos a Nietzsche y Feuerbach. Volcamos los bíblicos valores de la infancia, las aspiraciones a la caridad y la fraternidad en el humanismo burgués. Y por su agujero desembocamos en el materialismo dialéctico, iglesia de sofistas y retóricos. Fue el último error en el camino de la vida. Y deberíamos aceptarlo con humildad.

Tiene que ser una forma de obcecación, después de las experiencias grotescas de las utopías del siglo XX, confiar el futuro al proyecto del infierno probado del conservadurismo de izquierda. Y aguardar de los miasmas de la diarrea de Chávez el fertilizante del porvenir. Después de los dramas revolucionarios del pasado, de Trotski y Maiacovski, Fidel y el Che que tuvieron a pesar de todo su grandeza, es insensato por lo menos confiar en la triple caricatura de Chávez, en su sainete criptocrístico, criptobolivariano y criptomarxista. Ay, los vientos de la frontera son ecos de las últimas indigestiones de un ideal anacrónico. Y más vale pedirle al Dios de la pubertad si todavía anda por aquí que alumbre contra los desmadres presentes una solución distinta de un segundo Bolívar. El mundo es espantoso. Pero es cruel empeorarlo con la perspectiva de los vientos que inspiran los paréntesis de algunos poetas.

Fuente: El Tiempo (Colombia)


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