Pagando la falta de plan
Escrito por Luis Pedro España   
Viernes, 23 de Octubre de 2009 06:59

altVenezuela lleva unos pocos años desde que comenzó una nueva etapa de su transición demográfica. Esa que algunos han llamado "la ventana de oportunidad demográfica" y que consiste en que por el tiempo determinado de una generación contaremos con más población en edad activa (entre los 15 años y 65 años) que población inactiva. Tal y como lo fue en el pasado, porque habían muchos niños, o bien como será en el futuro porque habrá mucha población de la tercera edad.

Dentro de una generación no sólo se habrá cerrado esa ventana, sino que además una población estabilizada en 50 millones de personas, tendrá una estructura por edad donde cada activo tendrá que hacerse cargo de sí mismo y su proporcional cuota de inactivos.

Estas tendencias difícilmente cambiarán. Son un punto de partida certero desde el cual planificar cualquier acción de política pública. El cambio demográfico previsto supone de inmediato una transformación en las demandas sociales y en los requerimientos de infraestructura para sostener el bienestar de una población que se volverá cada vez más urbana, agrupada mayoritariamente en torno a no más de una docena de ciudades principales y cargada con aspiraciones y demandas modernas.

En algún momento de la historia de las políticas públicas en Venezuela, y de sus instituciones, se dejó de pensar en el largo plazo y se pasó a actuar, en consecuencia, de un día para otro. Muy probablemente fue en los años ochenta, y claramente en los noventa, cuando los problemas de corto plazo fueron tan apremiantes que se abandonaron los requerimientos de inversiones para atender el crecimiento de la población, su asentamiento urbano, la explosión de demandas concomitantes y los cambios en los requerimientos de los sistemas de salud y educación conforme se pasaba de ser un país de niños a otro (como el actual) que cada vez más es de jóvenes, hasta llegar al de mañana que será de viejos.

Ir de la Costa Oriental del Lago a la ciudad de Maracaibo cualquier día en la mañana supone constatar que ese puente de hace 50 años se quedo chiquito. Lo mismo ocurre con la Autopista Regional del Centro, la cual cada vez parece más una avenida que va cruzando ciudades (al menos en lo que es su tramo de Valencia a La Victoria), o con la vialidad que une Puerto La Cruz con Barcelona, Barquisimeto con Quibor o El Tocuyo, San Félix con Puerto Ordaz, por mencionar algunas de las travesías diarias donde les queda claro a los venezolanos el déficit de infraestructura que tenemos.

De la misma manera parece que nadie calculó que los niños de primaria alguna vez pasarían al bachillerato o la educación media y que, por lo tanto, se iban a necesitar liceos en una proporción importante.

Todo ello sin contar los problemas o déficit de energía eléctrica, suministro de agua potable, recolección y tratamiento de desechos sólidos, pasando por el acumulativo déficit habitacional y las disponibilidades de servicios en unas ciudades que ya con el tamaño que tienen presentan grandes déficits de parques, áreas públicas y transporte público.

Las tareas de los próximos años quizás consistan en pensar en el futuro y planificar las inversiones requeridas para atender los déficits acumulados. De lo contrario, los problemas que estamos observando en el presente y que son obviamente el resultado de un país que dejó de atender a las tendencias para concentrarse en el día a día, se agravarán.

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