Y sálvanos del Nóbel de la Paz, amén
Viernes, 09 de Octubre de 2009 11:16

altLos venezolanos podemos imaginarnos el talante de algunos de esos Nóbeles si recordamos las ejecutorias del señor de los maníes, Jimmy Carter, premiado con el gordo en el 2002. Dos años después vino a servir de tapadera a uno de los fraudes más descarados de la historia de los fraudes mundiales.
Que los suecos encargados de repartir la lotería del Nóbel pueden cometer arbitrariedades sin  nombre lo demuestra un caso jamás olvidado: entre los genios de la literatura de todos los tiempos una mujer extraordinaria, Margueritte Yourcenar, y un hombre excepcional, Jorge Luis Borges, ni siquiera lo esperaron. Sabían, por sabios, que antes iría a mediocres bien apostados que a genios como ellos. Si uno coge los Nóbeles repartidos como cupones de Cesta tickets entre escritores de menor cuantía y los confronta con los grandes que no los recibieron, verá que los repartidores obedecieron muchas veces a cualquier criterio de orden político o emocional, no a los que verdaderamente debieron haber intervenido. Prejuicios culturales, prejuicios políticos. A Neruda, - genio de la poesía, valga decir -, ningún problema: era comunista. A Jorge Luis Borges, ni por asomo: no era de izquierdas.

Tuve el deshonor de visitar en Buenos Aires a un Premio Nóbel de la Paz apellidado Pérez Esquivel. Quise explicarle cuántos desafueros y canalladas se cometían en Venezuela en nombre del socialismo y entregarle una lista de presos políticos. ¡Vade retro! pareció querer decirme cuando escuchó mi exposición. En el cuarto adjunto la señora disfrazada de abuela de la Plaza de Mayo que organiza los saraos para Chávez cuando visita la Argentina, suculentamente recompensada por la avanzada de PDVSA, tenía la oreja parada. No me echaron con viento fresco ni me pusieron de patitas en la calle porque oliendo la malquerencia me retiré prudentemente. Amén de exhibir una mediocridad sin medidas, el señor aquel es tuerto: sólo ve las dictaduras que capta con su ojo derecho. Las de izquierda le parecen dignas del mayor encomio.  Castrista, chavista y seguramente super kirchnerista, Pérez Esquival es cualquier cosa, menos merecedor de un Premio Nóbel de la Paz.

Con esta extraña suerte de galardonados habría que aplicar el baremo con que la modernidad pretende calificar a las democracias: por su legitimidad de origen y por su legitimidad de desempeño. Aunque es difícil saber el origen y descubrir si no es una patraña. Elizabeth Burgos, una venezolana que vive desde su lejana juventud en Paris, fue lo que se llama “un negro” o “un ghostwriter”, esto es la escritora que le escribió un famoso libro de memorias a la guatemalteca Rigoberta Menchú. Unas memorias que narran unas tragedias verdaderamente espantosas y la retratan como la heroína que supo hacerles frente con una grandeza digna de Juana de Arco. Cuál sería su desilusión y su profundo desagrado cuando, conociéndola más de cerca, supo que eran una patraña literaria a la que había servido de la mejor buena fe. La señora roza la estafa.

Los venezolanos podemos imaginarnos el talante de algunos de esos Nóbeles si recordamos las ejecutorias del señor de los maníes, Jimmy Carter, premiado con el gordo en 2002. Dos años después vino a servir de tapadera a uno de los fraudes más descarados de la historia de los fraudes mundiales. El Nóbel de economía debieron darle, pues la paz le ha servido de tapadera para recaudar una cuantiosa fortuna. Con él ya eran tres los presidentes norteamericanos galardonados con tan insólito premio. ¡Cómo si la paz no debiera ser la obligación de un demócrata! Roosevelt y Woodrow Wilson lo recibieron en pleno ejercicio de sus funciones. Al Gore y Kissenger, Vice y Secretario de Estado, respectivamente, también depositaron su cheque, que el monto permite una jugosa jubilación.

Hoy se lo dan a Obama, de quien hasta ahora no se le conoce una sola gestión que lo haga merecedor de tal premio, salvo ser el primer negro que llega a la Casa Blanca. Si es por el color de su piel y el cargo que ocupa, más valía dárselo genéricamente a sus electores, que fueron quienes hicieron la proeza de llevarlo a la Casa Blanca. Y cuya gestión se encuentra en veremos, mientras no le veamos el queso a la tostada. A juzgar por el desastroso papel que está jugando en Honduras, mejor hubiera sido esperar un poco. Que alinearse con Fidel Castro y con Hugo Chávez no ha sido muy encomiable que digamos.

¿Por qué no a Ricardo Lagos o a Patricio Aylwin? ¿Por qué no a Fernando Henrique Cardoso o a Raúl Alfonsín? ¿Por qué no a Rómulo Betancourt o a Sanguinetti que tanto lo merecieron? Porque son latinoamericanos y demócratas, porque no están del lado del castro-chavismo, porque de entre ellos, los vives, siguen luchando por la paz. Si hasta Hugo Chávez, Señor de la Guerra, y la Piedad Córdoba, estafadora y Farciana tuvieron el tupé de candidatearse, ¿qué esperar de esta faramalla?

¡Líbranos Señor del Nóbel de la Paz, que estamos en pleno guerra!


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